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Trileros

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José Carlos León

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“Aquí no, aquí no y aquí sí. Ahora movemos los vasos y ¿dónde está la bolita?”. Un timador, una distracción, un cómplice que ejerce de gancho y un julay al que engañar y desplumar. Una trampa, la manipulación de alguien que tiene información privilegiada y que esconde algo, una treta con oscuras intenciones y una víctima a la que manipular despistando su foco de atención. ¿De qué me suena todo esto?

La semana pasada ya vimos cómo el aparato de comunicación del Gobierno ha armado una estrategia muy currada para cosificar las cifras y bloquear las respuestas emocionales ante las inaceptables noticias de 17.000 víctimas, con sus nombres, sus historias y sus familias. Ya se le atribuía a Stalin la frase de que un muerto es una tragedia y un millón sólo una estadística. Teniendo en cuenta los referentes ideológicos del vicepresidente, la cita viene al pelo, o a la coleta. Paralelamente, y de forma más acentuada en los últimos días, se ha cimentado una estrategia de gestión del foco mediático, algo que está en todos los manuales de Primero de Manipulación y en cuya clase seguro que Iván Redondo era alumno aventajado, delegado de curso y hasta pelota del profesor.

Desde Maquiavelo hasta aquí, nada nuevo, todo está escrito. En 2013, Daniel Goleman cerró el círculo abierto dos décadas atrás con Inteligencia Emocional y escribió Focus, un libro en el que se permite incluir una frase de Yoda que los frikis de La Guerra de las Galaxias entenderán a la perfección: “Ten muy presente que tu enfoque determina tu realidad”. De hecho, el foco es un elemento básico en nuestras vidas porque marca la capacidad de atención y concentración. ¿Quieres un ejemplo? Dedica un minuto a pensar por qué este artículo es una mierda. Seguro que ya los has encontrado. Ahora, dedica ese mismo minuto a buscar razones por las que este texto merece la pena o tu interés. Puede que te cueste más trabajo, pero si enfocas tu atención en esa tarea, seguro que los encuentras. De la misma manera, si dedicas unos segundos a buscar todos los objetos verdes de tu habitación, es normal que se te hayan escapado todos los amarillos. El foco determina tu realidad, y quien maneja el foco domina el mundo.

Los seres humanos estamos diseñados para enfocarnos en una sola cosa al mismo tiempo y perdemos efectividad cuando tratamos de hacerlo en varias a la vez. Cuando enfocamos en algo, en un punto o en alguien, ponemos toda nuestra capacidad creativa, nuestros cinco sentidos para hacerlo grande e importante. Pero de la misma manera, cuando nos vemos desviados del foco (o desenfocados) pasamos a prestar atención a lo superfluo o, en su defecto, a lo que le interesa al trilero de turno para mangonearnos a su antojo. Y no tiene por qué ser lo más importante.

Curiosamente, Focus también es el nombre de una película protagonizada por Will Smith, al mando de una banda de ladrones que nos enseñan todos los puntos muertos que deja nuestro enfoque, y por tanto, cómo alguien puede aprovecharse de ello. Aquí tienes un ejemplo de cómo cambiar o distraer nuestro punto de atención nos deja indefensos ante las manipulaciones externas, que lo mismo nos roban el reloj, que la opinión o el sentido crítico.

https://www.youtube.com/watch?v=QSsNjZKSmAI

El trilero utiliza artimañas de distracción para que su víctima desvíe el foco de lo importante para caer en la trampa de lo inane. Empezamos con las palmitas a las 8, porque mientras tenemos las manos ocupadas aplaudiendo estamos amansados y no podemos protestar (salvo que sea contra el Rey, porque entonces sí podemos coger la cacerola). ¿Quién le va a negar unos aplausos a los sanitarios? Nadie va a ser tan cabrón, sobre todo cuando las palmas acallan sus gritos desesperados de protección ante el virus y siguen cayendo como chinches. ¿Héroes o kamikazes sacrificables? ¡Bah!, detalles sin importancia.

A todo eso le sumamos un Resistiré por aquí, unas cuantas declaraciones por allá y ya tenemos montada la estrategia de distracción.  Por eso mientras los muertos siguen cayendo a cientos, el mensaje oficial sigue alejado de lo esencial para instalarse en la anécdota: la lucha contra los bulos, la culpabilización de todo el disidente, el control sobre el adversario y la generación de propaganda. Da igual si es falsa o no, porque como ya dijo Goebbels, “una mentira mil veces repetida termina convirtiéndose en una verdad”. Nadie habla de los muertos cuando se puede hablar de otra cosa menos incómoda. Y ahora que felizmente están bajando las cifras de víctimas, prepárense para la siguiente fase del discurso oficial: la oposición no se alegra de que baje el número de fallecidos. Y si no, al tiempo. Es cuestión de días.

Otra forma muy cuidada de distraer el foco es la generación de una cortina de humo, la distorsión, una sobreexposición a los datos y a la información en la que una cifra termina perdiéndose en la maraña de números, por lo que pierde peso. En esas larguísimas alocuciones del presidente y ministros varios se habla lo mismo de cuántos han palmado hoy que del descenso en el consumo de queroseno o de la disminución de las apuestas deportivas. ¿Has visto la última temporada de La Casa de Papel? Es lo que hace Lisboa en su interrogatorio para sobrecargar a los jueces con datos que son una mera excusa para trazar su plan de escape. Una trampa. ¿Qué más da una cifra más que menos? ¿Quién se va a fijar en los pequeños detalles? “Words, words, words”, que diría Shakespeare. Palabras huecas. Nada.

Goleman añadió en Focus que “dirigir la atención hacia donde se necesita es una de las tareas principales del liderazgo”, y también argumentó que “la atención regula la emoción”. El problema es que el liderazgo no tiene por qué ser siempre bueno, ni siquiera bien intencionado. Entonces entramos de lleno en el mundo del condicionamiento neuroasociativo y, por tanto, de la manipulación.

https://www.youtube.com/watch?v=03xYS7_Qn4I

Siempre ha existido un debate entre la conveniencia de influir y manipular. La RAE lo tiene claro, porque influir es “ejercer predominio, o fuerza moral”, mientras que manipular se define como la capacidad de “intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares”. El trilero también manipula, pero no deja de ser un quinqui que quiere engañar a un primo con la colaboración de un colega. Pero cuando el que manipula es el Estado, la víctima a engañar es la población y el gancho una cohorte de mamporreros mediáticos, estamos ante un escenario deleznable. Dicho de otra forma, la influencia (interés compartido con los demás) y la manipulación (interés particular) utilizan las mismas técnicas, pero la ética es lo que marca la diferencia. Y sin ética sólo hay lugar para la náusea.

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