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Sobre este blog

Estudié para profesor de inglés pero nunca pisé un aula, porque lo que siempre me gustó fue escribir y contar historias. Lo hice durante 15 años en El Día de Córdoba, cumpliendo sueños y disfrutando como un enano hasta que se rompió el amor con el periodismo y comenzó mi idilio con el coaching y la Inteligencia Emocional. Con 38 años y dos gemelas recién nacidas salté al vacío, lo dejé todo y me zambullí de lleno en eso que Zygmunt Bauman llamó el mar de la incertidumbre. Desde entonces, la falta de certezas tiene un plato vacío en mi mesa para recordarme que vivimos en tiempos líquidos e inestables. Quizás por eso detesto a los vendehúmos, reniego de la visión simplista, facilona y flower power de la gestión emocional y huyo de los gurús de cuarto de hora. A los 43 me he vuelto emprendedor y comando el área de proyectos internacionales de INDEPCIE, mi nueva criatura de padre tardío. Me gusta viajar, comer, Queen, el baloncesto y el Real Madrid, y no tiene por qué ser en ese orden.

Arrepentimiento

Arrepentimiento

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Hace unos meses, en una entrevista en La Sexta (medio nada sospechoso), Arturo Pérez Reverte (para el pensamiento único, este sí es sospechoso) dijo sentirse “fascinado” por Pedro Sánchez, al que calificó como “un personaje tácito, propio de los políticos renacentistas”, aquellos que se escondían tras El Príncipe y que dejaron para la historia eso de que el fin justifica los medios. Siguen contando hoy que la inspiración para Maquiavelo fue Fernando el Católico, aunque hoy tendría fuentes para escribir otro par de tomos…

¿Por qué? El autor de Alatriste (y muchos otros más) argumentó su admiración “por un personaje maravilloso al que todo le importa un huevo de pato, es inmune a la hemeroteca, es ambicioso, sin escrúpulos, valiente, un killer que ha matado a todos, y a los que no ha matado los va a matar”.

El presidente también es inmune a la etimología, quizás porque le da igual el origen y significado de las palabras, o porque en ese deseo progresista de adecuar el lenguaje a una ideología sesgada está dispuesto a cambiar su sentido, creando esa neolengua de la que ya advirtió Orwell.

Esta semana ha acumulado en apenas unos días la anunciada firma de los indultos a los golpistas catalanes y la celebración del Día de Recuerdo a las víctimas del terrorismo, un acto al que faltaron… las víctimas, que dijeron sentirse “ninguneadas” por la política de acercamiento de presos etarras al País Vasco. En ambos casos prima por encima de todo el interés particular del gobierno por contentar a sus socios y otro concepto: el desprecio a la palabra arrepentimiento.

El indulto es algo que está perfectamente definido en nuestro ordenamiento legal, aunque necesita dos condiciones: el arrepentimiento y la declaración de no volver a incurrir en el delito. “Ho tornarem a fer”, el mantra que repiten los Jordis y demás fauna supremacista no parece lo más alienado con esos preceptos, pero todo cabe (o le cabe) en el universo paralelo de un ejecutivo en el que la ley no es obstáculo para sus fines. Maquiavelo al poder.

Maite Araluce es la presidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, que durante los últimos 40 años se encarga de mantener la memoria y la decencia, para que no caiga en el olvido el sacrificio de 900 personas asesinadas en una guerra sucia que al final no ha servido para nada, como todas las guerras. Ayer, en el día que decidió no unirse a una celebración hueca y sólo cargada de infamia y propaganda, la señora reconoció que no tenía “ningún problema porque los etarras estén lo más cerca de su casa”, pero la política de dispersión indica que para ello son necesarias la colaboración con la justicia y el arrepentimiento. Los más de 50 etarras beneficiados por las tragaderas de Marlaska no han hecho ni lo uno ni lo otro, pero ya están más cerca de los batzokis y, no tengas duda, de la calle.

La etimología de la palabra, que se hunde en el latín poenitere apunta a la culpa o pesar que una persona siente por algo que ha hecho, dicho o dejado de hacer. Por tanto, quien se arrepiente cambia de opinión o deja de ser consecuente con un determinado compromiso. Ese es el camino de la contrición, del propósito de enmienda, de la aceptación del error y el deseo de revertir el daño causado. Otros autores van más allá y van directamente al término griego metanoeo, usado en la época de Pericles para referirse al arrepentimiento como, literalmente, “un cambio de mente”, de perspectiva y evaluación sobre lo hecho y sus efectos. Eso implica una comprensión de la culpa, el reconocimiento del error y la declaración de un cambio de conducta, de actitud y orientación como indicios del arrepentimiento verdadero.

Arrepentirse… Ese sufijo reflexivo es una pista en sí mismo, porque indica eso que los clásicos llamaban tan bellamente voz media, es decir, una acción que sucede en el interior del individuo sin necesidad de ningún impacto o efecto exterior. Arrepentidos los quiere el Señor, pero es normal que a un gobierno tan progre, anticlerical y guay como el nuestro lo que quiera Dios se la pele.

Maldita hemeroteca y maldita etimología. Contra la primera está la propaganda de los medios afines, y contra la segunda la incultura. Como elemento común ante ambas, la idiotez, el borreguismo y la alienación de una sociedad adormecida y narcotizada en la que lo anormal es lo cotidiano. Así sí nos quieren.

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Estudié para profesor de inglés pero nunca pisé un aula, porque lo que siempre me gustó fue escribir y contar historias. Lo hice durante 15 años en El Día de Córdoba, cumpliendo sueños y disfrutando como un enano hasta que se rompió el amor con el periodismo y comenzó mi idilio con el coaching y la Inteligencia Emocional. Con 38 años y dos gemelas recién nacidas salté al vacío, lo dejé todo y me zambullí de lleno en eso que Zygmunt Bauman llamó el mar de la incertidumbre. Desde entonces, la falta de certezas tiene un plato vacío en mi mesa para recordarme que vivimos en tiempos líquidos e inestables. Quizás por eso detesto a los vendehúmos, reniego de la visión simplista, facilona y flower power de la gestión emocional y huyo de los gurús de cuarto de hora. A los 43 me he vuelto emprendedor y comando el área de proyectos internacionales de INDEPCIE, mi nueva criatura de padre tardío. Me gusta viajar, comer, Queen, el baloncesto y el Real Madrid, y no tiene por qué ser en ese orden.

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