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Sobre este blog

Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

De puntillas

Bailarinas rojas de Louis Vuitton

Ana Fernández

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El mundo necesita más ballet y menos pasar de puntillas. Todo a favor, en consecuencia, de la danza clásica y los virtuosos y fuertes pies que prodigiosamente empinados puntean el suelo como si tocaran el arpa y después saltan, vuelan o impulsan al cuerpo mientras quien baila gira y gira como una flor o un junco hipnóticos.

Todo a favor, lógicamente, del ballet y las vías que lo acercan al público: instituciones culturales, cine, biografías, libros… Y nada en contra sino rotundo aplauso a la invasión de calzado tipo bailarinas que aterriza en el horizonte primaveral de 2024.

Hacía tiempo que no se veía tanto zapato plano de redondeada puntera y sus actualizadas versiones. Bailarinas en Zara, Mango, Bimba y Lola, Pretty Ballerinas, Reformation, MIU MIU, CHANEL, Louis Vuitton... Ultraplanas o con leve tacón, para llevar con vaqueros, con falda estrecha, etc., disfrutar en el baile de las bodas o acudir a nuestro recado culpable a las taquillas automáticas donde recogemos paquetes con huella de carbono.

Otra cosa, sin embargo, es vivir como de puntillas, acríticamente, porque nos faltan (o dejamos que nos robasen) instrumentos y músculo necesarios para exigir, allí donde haga falta, una gobernanza justa, sensata, transparente y que se haga entender.

De hecho, la aceleración del siglo XXI y la frivolización y segmentación de los públicos -estamos tan en lo nuestro y a veces en lo tan superficial y ombliguista- resultan un chollo para poderes que pretendan zafarse del escrutinio, de la reflexión colectiva rigurosa y del análisis en profundidad (con datos fehacientes, comparaciones, rigor científico). Pasan desgracias, se enquistan y agigantan los conflictos, y ¿dónde están las brújulas de nuestro kantiano juicio?: ¿qué debemos conocer?, ¿qué debemos hacer?, ¿qué nos cabe esperar?, asequiblemente explicadas por el filósofo José Antonio Marina.

Pero ahondar, cuestionar, reclamar cuesta trabajo, es incómodo y es arriesgado, y, tristemente, puede llegar a ser inútil, o, llegando al extremo, es una fábrica de héroes y heroínas cuando cuesta la libertad o la propia vida.

Viene ahora al pelo un cuento de Hans Christian Andersen, Las zapatillas rojas, sobre el escarmiento a su protagonista, la pobre y huérfana Karen, que desafía la prohibición de llevar unos inadecuados zapatos escarlatas y se ve condenada a no poder parar de bailar.

No obstante, ¡qué democráticamente saludable es profundizar! Huyamos de pasar de puntillas por los problemas, por las claves y los intereses de quienes tienen poder y lo acumulan.

Cada cual puede elegir qué mágicas zapatillas de ballet o botas de pescar se calza para atravesar las repúblicas del pensamiento crítico. Las mías últimamente se basan, entre otros mimbres, en el muy recomendable blog de Rodrigo Ponce de León en elDiario.es.

Mejor estar alerta que vivir de puntillas y tener, al final, que salir corriendo.

Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación

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Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

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