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Sobre este blog

Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

Gaza: antes, hoy, mañana

El mundo después de Gaza.

Ana Fernández

27 de septiembre de 2025 10:42 h

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La comunidad internacional tiene que ocuparse de Gaza, del Estado palestino y del pueblo, tan criminalmente atacado, masacrado, que integra su soberanía; tiene que denunciar y detener por fin, desde una inmensa y creciente mayoría, el genocidio que la población gazatí lleva sufriendo por parte de Israel sin que ninguna fuerza suficientemente disuasoria haya podido parar la maquinaria de aniquilación de Netanyahu.

Netanyahu, que, como su aliado Trump, se ha mostrado en la ONU amenazante y agresivo con los países que respecto a Gaza y Palestina no hacen otra cosa que cumplir con una obligación moral: estar del lado de los derechos humanos y de la legalidad internacional, sigue persistiendo en cebar un escenario bélico-genocida a partir de los terribles y firmemente condenados ataques terroristas de Hamas sobre Israel del 7 de octubre de 2023. Él persiste y el país con más poder le ha dejado y le ha ayudado, desde Biden. 

Y me aterra, creo que debe aterrarnos como humanidad, lo que el mandatario israelí, recibido con abucheos y pitadas en la calle y ausencias de numerosos países en el debate de la ONU, ha dicho ayer viernes (recogido en la crónica de Andrés Gil, corresponsal de elDiario.es en EE.UU.): “Aún no hemos terminado” (en Gaza, con Gaza, quién sabe qué y a quiénes oculta su enunciación). 

Ese belicismo, esa voluntad de expulsión y apropiación de territorios, esa sistemática voluntad de querer extinguir a un “enemigo” al que se deshumaniza, esa desmemoria de la atrocidad inconcebible del nazismo, de sus campos de exterminio, de los gritos de dolor y terror en el gueto de Varsovia, han causado este genocidio en Gaza, también de repercusión universal, con nuevas claves, las del siglo XXI, y que sigue en marcha. 

Es claro: lo que pretende terminar Netanyahu asesina a miles de personas, hiere, traumatiza, marca la epigenética de generaciones, y a escala global debilitará nuestras democracias si no somos capaces de parar y depurar responsabilidades penales por el genocidio de Gaza y por los genocidios, los crímenes de guerra y las violaciones de los derechos humanos, sucedan donde sucedan, sean quienes sean sus perpetradores.

Por eso tenemos que ser capaces de llevar la contraria a la corporación internacional del matonismo que condena a las víctimas y protege a los verdugos, que dice que la guerra es la paz, que la libertad es la sumisión, que la creencia en lo más absurdo e incluso peligroso es preferible y superior a la ciencia y a la evidencia científica. Por esto, y desde ahí, tenemos que frenar en seco al matonismo, al autoritarismo paralizante y narcotizante que busca herir de muerte a las democracias sobre el que nos advierte con tanta lucidez el escritor indio Pankaj Mishra, en su ensayo El mundo después de Gaza

Gaza sufre un genocidio que está moldeando para mal el mundo que nos toca vivir. ¿Y desde cuándo lo sufre? ¿No se está llegando tarde, muy tarde a detener este crimen? 

Porque, al echar cuentas de los meses transcurridos, repasar las hemerotecas, la sensación es que la comunidad internacional se moviliza tarde, justo ahora que la acción genocida israelí sobre la población de Gaza es un hecho incuestionable e irreparable. Es decir, si un “alto ahí” se hubiera dado al inicio, se podrían haber salvado miles de vidas de civiles, bebés, población infantil, personas mayores y más vulnerables. 

Para colmo, a pesar del rechazo que Benjamín Netanyahu despierta fuera de su círculo, y de la orden de detención dictada sobre él y su exministro de Defensa por la Corte Penal Internacional tras investigar posibles crímenes de guerra, al personaje lo hemos visto este 26 de septiembre de 2025 en la ONU, como si nada; encima, retransmitiendo su discurso por altavoces a su ejército movilizado junto a la frontera de Gaza. 

Ha sido una provocación lo del primer ministro de Israel. Ha dicho, respecto a Gaza, -repito-: “No hemos terminado”. Para escuchar eso, se diga lo que se diga sobre diplomacia y las vías de diálogo hacia una paz, no está Naciones Unidas. No estamos nadie. Nadie. 

Al nacionalismo sionista ultra, ese que obviamente no representa la diversidad israelí ni de la comunidad judía o hebrea mundial, está claro que por ahora (antes tampoco) no le interesa respetar una tregua, ni la convivencia de dos estados y dos pueblos, ni escuchar a Naciones Unidas, ni apearse del botín inmobiliario que podría suponer la costa de Gaza.

Sin embargo, se ha producido una inflexión positiva a escala global. Cada vez más países, entre ellos España, ponen nombre a lo que ocurre en Gaza, están aislando al país perpetrador del genocidio y reconocen a Palestina como estado. Tampoco se arredra la flotilla con ayuda humanitaria. 

Hacer esto no es ser antisemita, ni apoyar a los terroristas, sino actuar con justicia y demostrar que las amenazas nunca van a impedir que expresemos que condenamos el genocidio y nos duelen terriblemente sus consecuencias. 

El antes de Gaza han sido largos meses de destrucción y cruel padecimiento, meses de genocidio, que se ha denunciado y se ha pretendido detener con rotundidad demasiado tarde. 

El hoy de Gaza es más esperanzador porque la comunidad internacional da pasos adelante para frenar el riesgo de un neofascismo para el siglo XXI. Porque este matonismo con el que se conducen líderes como Trump, y que nos deja atónitos y muy preocupados, busca acogotarnos, aislar al individuo en su pantalla con vistas a contenidos tóxicos y barrer el mundo democrático tal y como fue concebido, imponiendo atrocidad tras atrocidad (genocidio en Gaza, deportaciones de migrantes, traición a la separación de poderes, negación de la emergencia climática, desprecio de la diversidad…).

Así, el mañana de Gaza, y de Palestina, tiene que ser el de la paz tras la depuración de responsabilidades por el genocidio; y sobre todo el de la reconstrucción y la reparación. 

Hay que empezar cuanto antes que este mañana. La comunidad internacional tiene exhibir y brindar sus mejores herramientas y recursos. La humanidad tiene que hacerlo de una bendita vez como hay que hacerlo: a conciencia, sin escatimar, con justicia, con los y las gazatíes y el pueblo palestino, hasta crear juntos, en el mismo y propio lugar, la Gaza donde vivir en paz. Nuevas casas, nuevas escuelas, nuevas infraestructuras. ¡Paz, justicia y reparación ya!

Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación

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Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

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