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Me quiero
“Me quiero”. “Me quiero” es donde todo comienza, esa pieza indispensable que hace que todo cuadre y es algo que absolutamente todas las personas del mundo deberían sentir, por encima de cualquier cosa.
“Me quiero” es el inicio de cualquier relación: familiar, de amistad, amorosa, etc... es la base para conseguir lo que te propongas: aprobar un examen, terminar una maratón, escribir un libro o subir el Himalaya.
Pero entonces, si es tan importante, ¿por qué a veces nos olvidamos de nosotros mismos? El ritmo tan frenético de vida que llevamos, la falta de tiempo, una sociedad tan competitiva que impone “ser los mejores” en todo y el hecho de dar prioridad a otras cosas hace que nos restemos importancia.
La autoestima es algo que hay que cuidar y tener muy en cuenta día a día, y se empieza a alimentar desde bien pequeños.
Para reforzarla, el primer paso es permitir equivocarse: sí, sabes que se está poniendo el jersey al revés. Sí, tardarías menos y saldríais antes de casa si coges tú jersey y se lo pones bien. Pero ten paciencia, y una vez lo tenga bien puesto, es motivo de felicitarle por su éxito. A ninguno nos sale todo bien a la primera, y muy probablemente también en ocasiones tengamos unos ojos detrás mirando y pensando que ellos lo harían mejor, pero si no nos dan la oportunidad de equivocarnos nunca lo lograríamos, ni seríamos capaces de enfrentarnos a otros retos mayores.
Siempre lo digo, pero fíjate bien en los pequeños logros del día a día y sé concreto a la hora de reforzar. No hace falta esperar a que gane a Usain Bolt en las olimpiadas para felicitarle, porque es muy probable que nunca lo haga (ni falta que hace). No esperes que cumpla tus objetivos, sino los suyos, y todos ellos son un motivo para sentirse orgulloso. Explícale bien el motivo por el cual estás contento, y evita en la medida de lo posible generalizar.
Cuando era pequeña y suspendía un examen, para tratar de paliar el enfado, llegaba a mi casa y lo primero que decía era lo típico de: “sólo ha aprobado uno mamá, el resto hemos suspendido”, y mi madre, que es muy sabia, me contestaba: “pero a mí me da igual el resto, a mí quien me importa eres tú”.
Mis argumentos quedaban desmontados, y como trasfondo aprendí que comparar no trae nada bueno. Evita en la medida de lo posible cualquier comentario relacionado con equiparar su acción con hermanos u otros niños, cada uno es un mundo y tiene unas capacidades diferentes, por lo que esa comparación no sería justa.
No utilices las etiquetas: “es vago, tímido, muy movido, despistado…” El hecho de catalogar a un niño, tanto si eres profesor como sus propios padres, hará que actúen como tal. Los niños, al igual que los adultos, tienen mil facetas y se comportarán de distinta forma en cada situación, por lo que si le presentas al mundo con una etiqueta, él tenderá a comportarse como tal, y esto afecta directamente a la autoestima.
Muéstrale tu cariño, tanto de forma física, con abrazos y besos, como con palabras, y dale también su propia autonomía, que sea capaz de tomar sus propias decisiones y éstas sean respetadas.
Y sobre todo conócete, quiérete y valórate tú. Los niños lo ven, lo sienten y lo copian.
¡ Nos leemos la próxima semana!
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