Educar en la tolerancia
Ha pasado ya la semana del “Orgullo LGTBI”, y sin entrar en absoluto en el tema, me sigue llamando mucho la atención ( o quizá no tanto), algunos comentarios y formas de actuar que tienen los adolescentes para expresar su opinión, independientemente de si están de acuerdo o no. Por ello, aunque parece algo que está superado, considero que es necesario hablar sobre un término que engloba mucho más: la tolerancia.
No es ningún secreto, no voy a descubrir nada nuevo ahora mismo, pero hay veces que las obviedades se nos escapan: vivimos en un mundo en el que, por suerte, nadie es igual que nadie. Todos tenemos nuestras peculiaridades y forma de pensar que nos hacen únicos. ¿ Y qué hacemos con todas estas diferencias (evitando caer en el sentido negativo de la palabra) para poder convivir de una manera sana?
Ninguno nacemos con prejuicios o estereotipos hacia otras personas, es la sociedad y la educación quien va creándolas. ¿ Os imagináis un patio de guardería, donde los niños dejan de jugar con otros por sus ideas, color, físico o identidad sexual? Sin embargo, no es tan raro verlo unos años más tarde, en los patios de los institutos. ¿Qué ha pasado para tanto cambio?
Si bien es cierto que, como he dicho antes, nadie nace con prejuicios, tampoco nadie nace del todo “tolerante”. Tendemos a intentar adaptarnos a la sociedad en la que vivimos, pero los niños, de pequeños, buscan también su propio beneficio y aquello que se ajuste a lo que ellos quieren o necesitan. Por eso, es principalmente tarea de los padres y adultos que se encuentran a su alrededor, permitirle dar su opinión, pero que ésta sea cuestionada de manera constructiva cuando sea necesario, para que le ayude a crecer como persona, y tenga una mentalidad abierta. El hecho de educar en no permitir comportamientos intolerantes, también es una forma de promover la tolerancia.
Muchas veces los adultos no nos damos cuenta de que las opiniones que expresamos en voz alta, sin darnos cuenta de que hay niños delante que no lo van a procesar igual que un adulto, calan de una forma que ni nosotros mismos esperamos, moldeando su mente.
Un niño se hace rico cuando comparte, cuando ve formas de ser que para él resultan diferentes, y cuando comprende que la verdad absoluta no existe, todo depende del prisma con el que se mire. Enséñale la diferencia entre discutir o intercambiar opiniones y pelearse o faltar al respeto, y edúcale en que pueda expresar su opinión y aprenda a escuchar la de los demás.
Educando en la tolerancia se combate la ignorancia, evitando futuros problemas: acoso escolar, pensamientos o actitudes radicales, falta de respeto hacia los demás, etc.
Qué bonito sería tener una sociedad futura que haya sido educada en los valores del respeto y la tolerancia, en la libertad de expresión y en aceptar las diferencias como una forma de crecimiento y no como una rivalidad.
¡Nos leemos la próxima semana!
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