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¡Nos vemos en los bar.. parques¡

Juana Guerrero

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Madres y padres corresponsables, no nos queda otra, debemos rendirnos y asumir con buen rollito, porque el ocio en familia así lo demanda, que los parques infantiles son, desde ya, parte de nuestra vida lúdica. Ya llegará la saturday night y podremos resarcirnos. Veámoslo, no como el lugar donde las horas pasan lentamente (con todo lo que aún te queda por hacer), sino como una oportunidad que tenemos de salir por las tardes de casa con el retoño, a un lugar público, accesible y gratuito (de momento), donde sus fechorías, al estar entre los demás de su especie, pasarán más o menos desapercibidas. Y lo más importante, se lo pasará tan bien que acabará agotado y por fin ganaremos una horas de sueño (¡¡bien¡¡). Así que al parque, y sin piedad, que no le quede ni un centímetro por recorrer. Además, mantenerlo lejos de casa garantiza la limpieza de la misma, eso sí, la criatura llegará hecha un asco: tierra, barro, chocolate, mocos, sudor,... Pero da igual, nos centramos en la imagen de su carita durmiente y en su cuerpecito exhausto.

Desde que el retoño es capaz de mantenerse sentado, lo llevas al parque, y lo colocas en las piedrecitas donde se va familiarizando con el entorno, y con la frase: “¿qué tienes en la boca?”. Cuando le cambies el pañal corroborarás que tenía una piedra. Al menos esta vez se ha mantenido lejos de las cacas de perros y de las colillas. Si, porque hay areneros infantiles que parecen areneros de gato. Son verdaderos campos de minas. Por cierto...a juzgar por la cantidad de piedras que acaban en nuestros zapatos y las que ingieren, reponer tal hurto involuntario debe suponer un gasto, ¿no?. ¡Uy¡, me callo, que al final nos cobran, también aquí, la entrada...

Cuando llegas al parque, con tu mejor actitud, y a pesar del cansancio acumulado durante el día, te encuentras a una jauría de no más de un metro de altura, saltando, corriendo, gritando, llorando…; y en el perímetro que los circunda, de observadores, un número similar de personas adultas que van lanzando gritos esporádicamente del tipo “¡ven acá pacá, que como vaya yo va a ser peor¡”, “¡Andreita, terminate el bocadillo, c...¡”, “no tires más piedras”, “no me no me, que te que te”…. Estas personass que aunque lleguen tranquilas se van con la vena de la sien palpitando, pueden pasar la tarde solas interactuando con el móvil e ignorando a su criatura hasta que oyen su llanto a lo lejos; o bien estar charlando entre sí de temas de lo más trascendentales: mocos, virus, percentiles, ofertas de pañales y poco más. Bueno para serles franca, una vez un papá habló sobre la ley Hipotecaria. Inaudito. Pero rápidamente se eclipsó su discurso por el tema de los pañales extraabsorventes.  Nunca más volvió. Si esperas comentar allí el debate sobre el estado de la Nación, como no saque el tema el niño repipi de las gafitas que parece saberlo todo siempre, nada de nada. Sea como fuere, por la asiduidad, en el parque se hacen unas amistades de lo más profundo que duran justo hasta que la criatura de una le pega a la de la otra y se lía parda. Lo que no rompa un niño…

En fin, que ante semejante panorama, entre el centro o la periferia, prefiero formar parte de la jauría, sobre todo porque mi criatura aún está en esa fase de lobo solitario en la que al resto de su especie sólo se dirige para decirle: “esto es mío”, y con quien quiere jugar es con sus adorados papi y mami. Así que toca remangarse y ponerse a la faena con la pala y el cubito, dispuesta a hacer hasta el pino puente si se requiere. Pero cometes un error: sacar la BOLSA DE JUGUETES.  Por más insignificantes que sean los objetos que haya en esa bolsa, serán codiciados por esos pequeños buitres, y cada cual desde su diabólica personalidad se irán haciendo con al menos uno, que puede que devuelvan o no. Tu infantilismo (y los juguetes) hace que acabes rodeada de criaturitas ajenas como si fueras Teresa Rabal, y acabas siendo la locomotora de un minitrenecito humano. CHU-CHU... Vaya panorama…No hay día que no se me adhiera un pequeñajo charlatán que me ponga la cabeza como un bombo. Desde aquí pido un poquito de solidaridad al resto de padres corresponsables y madres: si no aguantan a sus criaturas no nos las endosen a los demás, que ya llevamos lo nuestro. CHU-CHU...(Perdón, sigo en modo locomotora). Ah, y si la niña que se pasa toda la tarde ocupando el columpio es hija suya, por favor, que comparta un poquito, que no vea la cola que tiene esperando. CHUUUUUU...

Aunque las tardes son aburridillas porque por más que lo intente, lo mío no es lo de “¿a mediodía?, ¡alegría¡”, peores son las tardes estivales de Córdoba, en las cuales acudir a un parque infantil antes de las diez de la noche es un acto más que suicida. Los parques no están adaptados para las temperaturas extremas. El calor es tal que cuando llegas a esa hora, continúa quemando el tobogán.  ¿Acaso no lo pueden hacer con un material no metálico?; ¿y para qué le ponen escalerilla, si nadie la usa?. A todos les da por subir trepando por la rampa. ¿Y en lugar de tanta valla en los espacios verdes porque no aumentamos las sombras y ponemos en las zonas recreativas un toldito o aspersores que refresquen el ambiente?. Y ya el no va más, esto es normal que se les hay pasado porque es una barbaridad: ¿qué tal unos urinarios?. Seguro que los diseñadores de parques infantiles no suelen ir mucho por ellos, si pasaran una media de tres horas a la tarde en los mismos con la vejiga llena, seguro que tendrían en cuenta ese pequeño detalle. Y las personas adultas (algunas) podemos aguantar, pero no quienes están aprendiendo a controlar sus esfínteres. Y me van a perdonar pero poner a hacer sus necesidades a las criaturitas en un árbol, como si de perros se tratara, no es muy decoroso, ni elegante, ni higiénico, ni cívico.

Uff, lo que les decía que viene una estresada del parque, y poniendo faltas. Bueno, ya me quedan aproximadamente cinco años en el mismo. Creo que eso es una buena noticia. Cuando la criatura retome su interés por las zonas ajardinadas ya no querrá que lo acompañe y se entretendrá allí con otros menesteres. Supongo que entonces, y sólo entonces, añoraré el dejarme los riñones ayudándole a subir, una y otra vez, por el tobogán. Escaleras...¿escaleras pa´qué?.

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