De... ¿vacaciones?
Después de la última (y también primera) experiencia veraniega con mi criatura, que no dio ni para atisbo de depresión postvacacional, me he atrevido a ir de nuevo de vacaciones. Y, no se crean, le puse hasta ilusión, que incluso hice el equipaje (o pseudomudanza, a juzgar por los bultos) con los grandes éxitos de Georgie Dann. Todo iba como la seda, (“la bar ba co a, la bar ba co a…”), hasta que una vez que el coche estaba cargado como para la Operación paso del Estrecho, “có mo me gus ta, la barba…¿qué?”, ¡UN PINCHAZO¡. Vale, la criatura no tuvo nada que ver en el incidente (aunque comprobé sus manitas por si llevaba algún clavo de 10cm). Pero…¿han cambiado alguna vez una rueda con una criatura correteando alrededor?. Es desquiciante, cuando todo se resolvió, dos horas después, ya no tarareaba a Dann, y ya no parecíamos la familia de Norma Duval en su blanco posado ibicenco, sino más bien una cuadrilla de tiznados piconeros.
Desafiando al destino (opción incorrecta), emprendimos el viaje. Tras 30 km de gritos y pataletas (¿adivinen de quién?), que una aguantó estoicamente, todo se calmó (salvo el tic en mi ojo izquierdo). Aseguro que cada vez que había un cambio de sentido escuchaba a la señora desagradable del GPS susurrarme “¡¿DÓNDE VAS LOCA?, coge ese desvío y enciérrate en tu casa hasta que abran de nuevo la guardería¡”. Pero nada, inconsciente de mí, seguí adelante, pisando el acelerador y mirando convulsivamente por el retrovisor a mi ya durmiente criaturita, aterrorizada con la idea de que al despertar continuara con su deseo incontrolado de sentarse con mami ¡en mi asiento de conductora¡, y no precisamente por mi, ¡no¡, sino por el dichoso volante. Estuvo durmiendo más de tres horas. Alarmante, ¿verdad?. Pues si. Les adelanto: no estaba descansando, sino INCUBANDO EL MAL que destrozaría por completo nuestras vacaciones y que dejaría el pinchazo en una anécdota, aunque sucia, casi divertida.
Nada más llegar a la costa la criatura se fue llenando de pintitas. “¡Vaya…, parece que le ha picado un bichito en la pantorrilla¡. Y que le ha ido subiendo por la pierna y por la tripita, hasta el cuello. Y que ha bajado por la espalda, hasta el glúteo… ¿bichito?, ¿picaduras?: ¡¡¿VARICELA?¡¡. No: Intoxicación alimenticia (seguro que se comió algo de caucho del taller mecánico). Eso era una buena noticia, creo…, mucho mejor que la varicela, pero como el origen de la alergia es indeterminado: eliminan de su dieta el PESCADO además de otros mil alimentos (afortunadamente los potitos no. Ni los gusanitos). ¿Se puede tener peor suerte?. Te vas a la costa a disfrutar del pescado fresco y ni pescado, ¡ni fresco¡. La cosa se complicó, no sólo porque se partiera el labio superior saltando en el interior del armario empotrado (una travesurilla más…), sino porque la medicación tuvo efectos secundarios. Total... que he visitado más farmacias de guardia y centros de salud que bares de tapas.
Para no dejarles con preocupación les comento: justo a la vuelta, se comió una pescada cordobesa (congelada). Tranquilícense, que (esta vez) no quise cometer un infanticidio, fue una recomendación de su pediatra. ¡Ni rastro de alergia¡. El diagnóstico fue erróneo. Y yo que estuve toda una noche sin dormir porque la criaturita se comió una aceituna rellena de ANCHOA y temí que se le cerrara la tráquea y muriera por asfixia.
Han sido unas vacaciones…si…, más bien parecidas a las pasadas, (será casualidad), pero me quedo con lo bueno: el cocktail de antihistamínicos hacía que mi criatura durmiera y durmiera…(¡bien¡) y los dos últimos días disfrutó con locura jugando con las olas, y recogiendo piedrecitas. Inolvidable su “¡vamos, mamá¡” para llevarme a pasear y pasear por la orilla. Inolvidable también la fatiga del paseo de vuelta a la sombrilla: con el retoño en brazos, hundiéndome en la arena y bajo un sol sofocante. Además, he de reconocer que estoy contenta. Si…, las lágrimas que me caen son de alegría, de verdad…, es que me han dicho que en cuanto cumplen los dos años ya no enferman con tanta facilidad, y resulta que ¡¡¡sólo falta un mes para que eso ocurra¡¡¡.
Por cierto, la RAE define “vacaciones” como “descanso temporal de la actividad habitual”, lo que me aclara que yo no he estado de vacaciones sino que simplemente me he desplazado 400km para desarrollar mi actividad habitual. El año que viene seré más lista, ya estoy visitando algunas páginas de campamentos de verano infantiles. Ya sé…, no admiten a churumbeles tan pequeños, pero el mío se está criando muy alto. Por intentarlo…
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