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La Real Sociedad

Redacción Cordópolis

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Pocos equipos pueden presumir de tener tanta tradición como la Real Sociedad. Uno de los nueve conjuntos que nunca ha pisado una categoría inferior a Segunda; uno de los  fundadores de la Liga; el sexto que más jugadores ha aportado en su historia a la selección y que encima puede presumir de que el mismísimo Alberti hablara de él en una de sus más celebradas creaciones (la Oda a Platko del 29).

En Guipúzcoa se juega al fútbol de manera más seria desde finales del siglo XIX. En esa época, su imagen como capital turística internacional y su ubicación geográfica hacen que sea visitada por muchos súbditos británicos, que inoculan el veneno de la religión de la pelota en el cantábrico. Nacen en San Sebastián Recreation Club, el Vasconia, el Esperanza, el Fortuna Old Boys…

Pero el que cuaja es el Recreation, de 1902, que jugando bajo el nombre de Club Ciclista –todavía no se habían formalizado como club de fútbol- conquista en 1909 su primer trofeo venciendo 3-1 al Espanyol en la final de la Copa del Rey (marcaron McGuiness (2) y Simmons). El triunfo impulsa la oficialización de la nueva Sociedad, que obtiene el permiso de la corona para ostentar el nombre de Real por Alfonso XIII el 11 de febrero de 1910. En sus primeros años, su juventud le impide participar en Copa, pero actuando como Vasconia alcanza el subcampeonato en 1910 y en 1913 (ya como Real).

En ese año 13 se construye el mítico feudo de Atocha, en un partido –no podía ser otro el rival- ante el Athletic. El primer tanto en ese campo

lo anotó Pichichi. Son tiempos de enconados derbis con sus vecinos vizcaínos y también con el entonces poderoso Real Unión de Irún.

El 20 de mayo de 1928 juega en Santander la final de Copa contra ante el Barcelona. La de la Oda a Platko de Alberti replicada por Rafael Celaya en la que insinuaba que más que el guardameta la culpa de que la Real no ganara (1-1 al final), fue del arbitraje. Dos días más tarde se repitió el partido y volvieron a empatar y  a la tercera, que se pospuso hasta después de los Juegos Olímpicos por los muchos compromisos donostiarras, acabó con triunfo 3-1 de los catalanes (goles de Zaldua, Samitier, Arocha y Sastre), que aprovecharon el cansancio de sus oponentes.

Tuvo la Real el honor de inscribir a su jugador Bienzobas como el primer máximo goleador de la recién creada Liga en el 29. En los treinta consigue ser tercera en 1931 (como Donostia, por aquello de ser España entonces República), pero termina descendiendo a Segunda en el 35. Tras la Guerra, en el 41, regresa a Primera, pero en los cuarenta es un equipo ascensor. Al menos, tiene el consuelo de que su técnico Benito Díaz introdujera en España la moderna táctica de la WM en el 46. En estos años juega el escultor Eduardo Chillida de portero realista.

En los cincuenta se consolida en Primera y llega a otra final de Copa, en el 51, que vuelve a perder ante el Barcelona (3-0), aunque termina la década sufriendo para salvarse precisamente en una promoción ante el Córdoba que decidieron en el partido de desempate en Chamartín (1-0). Termina bajando en el 62 y penando en la categoría de Plata durante cuatro años hasta que en abril del 67 en Puertollano y en un duelo muy reñido sendos goles de Boronat y Arambarri le devuelve a la élite.

Durante los setenta empieza a crecer la Real, logrando su primera participación en UEFA en la 73-74 (queda cuarta en Liga) bajo la dirección de Rafa Iriondo. No es sino el aperitivo de lo que iba a llegar en el paso a los ochenta. Ya en la 79-80 llega a la última jornada como líder y sin haber perdido un partido, pero cae en Sevilla (2-1) y cede el cetro al Real Madrid. Consigue un récord aún no superado en España (38 partidos invicto incluyendo las seis últimas jornadas de la 78-79).

En la 80-81 llega la primera de las dos temporadas de gloria Txuri-Urdin. Tras vencer al Espanyol el título queda a expensas de la última jornada, en la que juegan en El Molinón. Allí, un gol de Jesús María Zamora en el último minuto hacía inútil el triunfo del Real Madrid ante el Valladolid. A las órdenes de Ormaetxea jugaban los Arkonada, Celayeta, Górriz, Kortabarria, Olaizola, Diego, Alonso, Zamora, Idígoras, Satrustegi, López Ufarte, Bakero o Larrañaga. Al año siguiente repiten éxito en la última fecha, venciendo en un festivo derbi vasco al Athletic 2-1. En la 82-83 consiguen su cota más lejana en Europa, alcanzando las semifinales (derrotó al Vikingur, Celtic y Sporting), en las que el poderoso Hamburgo de Magath y Hrubesch –luego campeón- les eliminó (1-1, 2-1).

El último título hasta el momento de los donostiarras lo consiguen en la 86-87, venciendo en la tanda de penaltis de la final de Copa al

Atlético en La Romareda después de empatar a dos (el lanzamiento final lo detuvo el gran Arconada). Desde entonces, lo que ha logrado la Real ha sido sendos subcampeonatos: 87-88 –ese año también fue finalista de Copa- y 02-03. En ese año 2003 hasta la penúltima jornada conservaban el liderato, pero una derrota en Vigo ante 9000 aficionados llegados desde San Sebastián, unida a la victoria del Real Madrid en el derbi frente al Atlético dejó el título en bandeja a los madridistas que no fallaron en el último partido haciendo inútil la victoria realista frente al propio Atlético.

El cambio de hogar –del infierno de Atocha se pasó en el 93 a un estadio acaso más cómodo pero mucho más frío como Anoeta- alteró en parte la idiosincrasia de un club que en la 89-90 volvió a abrir las puertas a los jugadores extranjeros en una medida polémica (el primero fue el mítico irlandés John Aldridge).

Ni el primer descenso en cuarenta años –en 2007- ni los tres años de paso por Segunda pudieron con una institución con raíces, orgullo y tradición. Uno de los grandes de Primera que trata de conservar su estatus año tras año en un fútbol cada vez más complejo y despersonalizado. De la contraoda de Celaya del 29: “Camisolas azules y blancas volaban/ al aire, felices, como pájaros libres/ asaltaban la meta defendida con furia/ y nada pudo entonces toda la inteligencia/ y el despliegue de los donostiarras/ que luchaban entonces contra la rabia ciega (…)”.

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