El Athletic
“Un día leí una definición del Athletic que me gustó: cuando todos querían ser Goliat, nosotros elegimos ser David. Me llegó muy dentro y pensé: para ser David tenemos que tener una honda. Y lo vi claro: nuestra honda es San Mamés. La fuente de nuestra inspiración. El cofre de nuestro tesoro”. Así explica Javier Clemente –aunque parezca Valdano- lo que representa el Athletic (nunca el Atlético de Bilbao y menos el ‘Bilbao’) y su hogar, San Mamés, para un vizcaíno. Manu Leguineche, también fiel a la causa del Athletic, dice que a su club “no le pide nada. Sólo que no descienda. Es un amor desinteresado”.
Un grupo de ingenieros ingleses da forma a una entidad que tiene su primera estrella en Rafael Moreno ‘Pichichi’, sobrino de Miguel de Unamuno y un auténtico bon-vivant que murió prematuramente (por unas ostras en mal estado o por tifus, nadie lo sabe seguro) gastándose lo que ganaba jugando –fue el primero que cobró- en becerradas y en un Salón de cupletistas llamado Vizcaya. Cuatro copas ganó el Athletic apoyándose en los goles de Pichichi. Aún hoy los equipos que visitan por primera vez San Mamés depositan flores en la estatua que le rinde honores dentro del estadio.
En 1913 el arquitecto Manuel María Smith erige el hogar del Athletic junto al asilo de San Mamés. Nueve copas tenía ya en sus vitrinas cuando se disputó la primera Liga. Eran los tiempos de Belauste y Sabino (el del pelotón y la furia).
Dos ligas y cuatro copas le dio al club vasco el carismático Mr. Pentland, bajo cuyo dirección le metió 12 al Barça en mayo del 31. La mayor goleada en la historia de la Liga. Pentland era un caballero muy clásico. Cuando conseguían un título asumía que sus jugadores le romperían su bombín. Lo asumía muy gustoso.
La Guerra Civil motivó la hégira de los jugadores vascos y el cambio de nomenclatura (Franco rebautizó al club como Atlético, para enfado de sus aficionados). La extraordinaria capacidad de regeneración de la cantera vasca proporcionó otra hornada de figuras (delantera formada por Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza). Logran ganar la Liga en la 42-43 y tres copas más. Ya en el 50 el mítico Zarra fue capaz de meterle cuatro goles –tres de ellos en la prórroga- en la final copera que midió al Real Valladolid (4-1 acabó el partido, era ya su decimoséptimo entorchado en esta competición).
Dirigidos por Daucik, Carmelo, Maguregui, Mauri o Uribe revitalizan al club mediados los cincuenta y conquistan otras tres Copas y una Liga. En el 57 debutan los rojiblancos en Copa de Europa y tras eliminar a Oporto y Honved caen en cuartos ante el mítico Manchester United que poco después sufriría el terrible accidente de Munich.
En los 60 y 70 la grada de San Mamés coreaba aquello de “Iríbar, Iríbar, Iríbar cojonudo, como Iríbar no hay ninguno”. El arquero era el mejor de otro gran grupo de jugadores (Sáez, Uriarte o Clemente) que consiguen otras dos Copas (69 y 73) y alcanzan su primera final continental. Fue en 1977 ante la Juventus de Turín del mítico Zoff. Los italianos ganan 1-0 en la ida y pierden 2-1 en un San Mamés que para Zoff esa tarde “fue el campo más caliente que vi en mi carrera”. Iríbar dijo tras esa final: “Aunque ganamos esa final nos ganamos el respeto de toda Europa”. Ese año también perdieron la final de Copa ante el Betis tras veinte penaltis. Por cierto, en el 72 visitó el Córdoba por última vez San Mamés. Del Bosque recuerda de aquella cita, contundente: “Nos metieron 5-0 y fue un repaso. Centro de Txetxu Rojo y remate de Uriarte… así todo el partido”.
Durante los ochenta vive sus últimas grandes glorias el Athletic. Zubizarreta le gana el pulso a Andoni Cedrún en la portería para suplir a Iríbar. El entonces joven técnico Javier Clemente sorprende y con la hornada de los Liceranzu, Argote, Endika, Goikoetxea… conquista dos Ligas de manera consecutiva (82-83 y 83-84) y la Copa del 84.Es el último título del Athletic.
Desde entonces, la gabarra sigue amarrada y sus mayores gestas –obviando los Andrinua, Guerrero, Muniain, Alkorta…- han sido participaciones en Champions, un par de finales de Copa y otra de Europa League (espectacular el fútbol del equipo dirigido por Bielsa) y, sobre todo, sobrevivir con dignidad en un fútbol cada vez más alienado sin sucumbir al tentador mercadeo. Para muchos, que el Athletic siga en Primera es señal de que, de alguna u otra manera, el espíritu de este deporte sigue vivo.
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