Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

La imposición del “relato”

Propuesta de Agenda 2030 de la Infancia

Eduardo Moyano

19 de septiembre de 2025 20:13 h

1

La frase “dato mata relato” viene a decir que una información objetiva y bien documentada es el mejor modo de contrarrestar las interpretaciones parciales y simplistas sobre hechos sociales complejos. Sin embargo, no siempre ha sido así, y a lo largo de la historia tenemos ejemplos en los que las medias verdades, e incluso la mentira, se han impuesto sobre la verdad objetiva basada en datos, y eso en épocas donde no existían las redes digitales.

Un ejemplo de ello es la difusión del relato de la “puñalada por la espalda” que difundió la derecha alemana tras la derrota en la Gran Guerra y que sirvió a Hitler para construir su discurso nacionalista acusando a la socialdemocracia (y en general a la nueva República de Weimar) de traicionar los intereses del país germano. Otro buen ejemplo es el relato de la “victoria mutilada”, que utilizó Mussolini para inspirar el discurso victimista del fascismo italiano y basar su política imperialista en Libia y Abisinia.

Son dos ejemplos que sacudieron el rumbo de la historia en una época en que sólo existía la radio y la prensa escrita como medios de difusión de las noticias, además de la mayor o menor capacidad de seducción de los líderes políticos a la hora de activar las emociones de la población. También en esa época, y en posteriores, cuando aún no habíamos entrado en la era digital, había fake news, mentiras y bulos, además de opiniones lanzadas sin preocuparse de que fuesen o no veraces por personas que el filósofo norteamericano Harry Frankfurt denominó bullshits en un célebre artículo publicado en 1986 (y que cita Isabel Croixet en su columna de El País del pasado 18 de septiembre).

En la actualidad, el problema se agudiza con el uso generalizado de las tecnologías digitales, que hace que vivamos hoy en un estado patológico de inmediatez, rayano con la ansiedad. El miedo a perderse algo (síndrome FOMO: Fear Of Missing Out) y el afán desmedido por acumular información nos provocan una situación que está más cerca del mundo de las emociones que del análisis razonado de los hechos. En un contexto en cierto modo paradójico como ése, en el que apenas tenemos tiempo para una lectura serena y en el cual las noticias y opiniones sólo reciben atención unos minutos, se impone el relato (lo narrativo) sobre el dato (lo informativo), es decir, la emoción sobre la razón.

Esto sucede en muchos ámbitos del debate público. En un terreno que conozco bien, como es la agricultura, el relato sobre el deterioro general de las rentas agrarias no se ajusta a los datos ni a la realidad de un sector muy heterogéneo y dinámico en el que coexisten agricultores en evidente situación de dificultad, junto a otros que obtienen pingües ganancias. Pero es un atractivo relato victimista que tiene impacto y que activa la ira de los agricultores hasta el punto de provocar esas grandes movilizaciones de protesta que demonizan la UE y que hacen de la PAC la culpable de sus problemas.

Lo mismo cabe decir del relato sobre la Agenda 2030, vilipendiada como el mal de nuestro tiempo por determinados círculos de opinión y enaltecida por otros sin apenas haberse leído. Asimismo, el relato sobre el vínculo entre delincuencia e inmigración es otro que no se corresponde con los datos de la fiscalía, convirtiendo en categoría lo que, cuando sucede, no pasa de ser una mera situación anecdótica. Son todos ellos ejemplos actuales de temas complejos en los que, sin embargo, se impone en el debate público el relato sobre el análisis razonado.

Es en el ámbito de la política donde este asunto adquiere, no obstante, una especial relevancia, debido a su efecto multiplicador sobre la opinión pública. Los políticos de cualquier partido, y salvo muy contadas excepciones, están más pendientes de trasladar en las redes digitales el mensaje simple, directo y mordaz que les preparan sus asesores (el relato), que de argumentar con datos sobre los temas de actualidad. Los pocos políticos que se preocupan por el dato, que los hay, son vistos como una rara avis, digna de respeto, pero que reciben escaso interés en unos medios de comunicación más atentos a resaltar la confrontación que la cooperación.

Esto explica que, en el día a día de la política, y en su mimética traslación a las tertulias televisivas, se refleje un grado de polarización que, si bien no se corresponde con el estado real de la sociedad civil, acaba siendo ésta impregnada por dicha confrontación. Esto es algo común a una gran mayoría de países (miremos a nuestra vecina Francia o a EE.UU.), y España no es ninguna excepción. La sociedad española está, sin duda, polarizada, pero como muchas otras de nuestro entorno.

Hay, sin duda, motivos sobrados para la polarización, destacando factores relativos a la desigualdad social y económica en sus distintas dimensiones, como son la corrupción, la precarización laboral, la vivienda o la toma de posición ante complejos conflictos a nivel internacional (Gaza, sobre todo). Además, en el caso concreto de nuestro país, la amnistía a los implicados en el procés, la quita de la deuda o la financiación singular de Cataluña, añade un plus de tensión.

El problema es que, en el efímero mundo digital de hoy, el relato tiene más impacto en la opinión pública que el dato, siendo difícil contrarrestarlo. A ello no ayuda que muchos medios de comunicación estén, por lo general, más interesados en resaltar en sus titulares lo llamativo e impactante (y si es negativo mejor, aunque no pase de ser una mera anécdota) que no en difundir información documentada y basada en datos sobre un determinado tema.

Por eso, resulta necesaria la tarea de los científicos y de aquellos periodistas que transmiten en sus columnas información seria y rigurosa, contribuyendo con datos a una mejor comprensión de temas complejos. También cada vez son más necesarios espacios digitales que, aprovechando el potencial difusor de las nuevas tecnologías (podcast, montajes audiovisuales…), difundan ese tipo de información veraz y objetiva e impulsen debates serios y razonados (por ejemplo, en los temas agrarios y rurales cabe mencionar EfeAgro, así como la plataforma Tierra de Cajamar o los órganos de difusión de sindicatos como UPA y FADEMUR).

No cabe resignarse, por tanto, a la imposición del relato en un mundo dominado por las tecnologías digitales, sino utilizar esas mismas herramientas para neutralizarlo con análisis rigurosos, si bien adaptados a los nuevos gustos de los potenciales usuarios. Saturados de tanta información superficial, cada vez son más los ciudadanos que demandan análisis serenos y razonados, por lo que es deber del periodismo responsable y del mundo académico comprometido con la veracidad de los datos, satisfacer esas demandas.

Sobre este blog

Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

Autores

Etiquetas
stats