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Colección

José María Martín

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La casa se ha convertido ya en una colección de cosas. Ocurre sutilmente, sin darnos cuenta. En un primer momento, las cosas ocupan un lugar provisional, después existe una criba que hace desaparecer a algunas y las que sobreviven van haciéndose su sitio, que espera ser definitivo. Lo he visto en casa de mis padres con cosas que parecen llevar toda la vida allí. Es cierto que, en algunos casos, han ido cambiando de ubicación, por simple capricho o porque otras cosas las han desbancado de su inicial posición. En casa empieza a ocurrir lo mismo, hemos puesto las cosas en su sitio.

La radio ocupa un lugar principal. Es una radio antigua, marca Telefunken, que fue propiedad de la abuela de Gema y que yo imagino ahora sonando en un salón, rodeada de gente –según las películas, gente que mira el aparato como si el locutor fuera a salir de allí-. Esta radio forma parte de aquellas cosas que llegaron como un regalo. No suena, está rota, pero es la idea platoniana de radio, hecha carne-funcional en otros feos transistores modernos repartidos por toda la casa.

Como en un museo, las cosas llegan a casa a veces prestadas para su exposición temporal. Ocurre que al final uno se las apropia y el concepto de propiedad queda desdibujado. Le pasó a un caballete de pintor que dejó el anterior propietario del piso y que ha servido para soportar esos cuadros que se resisten a ser colgados. Los cuadros están ya en la pared y el caballete en la casilla de salida, así que si ustedes lo quieren…

Las cosas no deben ser despreciadas sin pensarlas. Porque puede que al principio no emanen su valor. Ocurrió con el Hombre-Mujer, escultura libre hecha en pasta de papel mojado y que cruzó el océano en una maleta con pocas esperanzas de sobrevivir. El Hombre-Mujer –que debe su nombre a la evidente discrepancia entre su rostro y su cuerpo- seguirá con nosotros como un deseo del regreso de los que están lejos.

Las cosas ya están ordenadas, al menos en nuestra cabeza. Un libro me dice que es la preparación del nido y yo creo que es mucho más. Las cosas son la encarnación de lo que antes fueron nuestros anhelos. Las cosas van cumpliendo paso a paso el camino pactado con ellas, por eso hay que cuidarlas.

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