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Los suicidios, el rigor y el periodismo

Alfonso Alba

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Yo no tuve la suerte de hablar o entrevistar nunca al psiquiatra Carlos Castilla del Pino. Pero los periodistas que sí lo hicieron cuentan que el doctor siempre siempre siempre les decía que nunca nunca nunca se tenían que publicar los suicidios en los medios de comunicación por su efecto llamada. Yo siempre siempre siempre lo tuve claro. Pero también me preguntaba cómo era posible que no informáramos sobre un suicidio común y sí gastáramos páginas y páginas en hablar de muertes como las de los ciclistas Marco Pantani o José María Jiménez, cantantes como Amy Winehouse, Marilyn Monroe o Elvis Presley. Todo el mundo sabe también que nuestro ídolo de la adolescencia Kurt Cobain se pegó un tiro por que todos los periódicos informaron de ello. Quizás el impacto que me provocó su muerte y conocer de una forma directa el suicidio de un vecino me llevó a dudar. Pero siempre siempre siempre tuve claro que nunca nunca nunca publicaría un suicidio.

Ahora, los periodistas hemos roto, sin debatirlo ni meditarlo demasiado, una de esas líneas rojas que nos hemos puesto desde que algún loco nos pagó por escribir y contar cosas. Las últimas personas que en su libertad y angustiadas por deudas y desahucios deciden quitarse la vida han empezado a ser noticia. Y yo, aunque siempre dudo, cada vez tengo más claro que lo son por que la situación que tanto estas personas como el resto de la sociedad vivimos es auténticamente excepcional.

Vuelvo al principio. Desde hace años, los periodistas no informamos de los suicidios comunes por el efecto contagio. Tratamos al público, al lector, como una persona influenciable, incapaz de saber por sí mismo que en la sociedad que le rodea hay gente que se quita la vida por las más diversas razones y no sólo por que lo vea por la tele. Pero ese público, ese lector, ve películas en las que la gente se suicida, escucha música en la que aparecen suicidas, lee novelas (obras maestras como Ana Karenina) donde los personajes deciden acabar con su vida. Sigo dudando. No tengo nada claro.

El viernes se suicidó un joven de 38 años en Códoba agobiado por las deudas y un reciente desahucio. No padecía ninguna enfermedad mental. Su única enfermedad era que lo había perdido todo. Todo. Menos a su mujer y a su hija. Hay muchas personas en su situación y no todos deciden ser tan tajantes. Pero es algo que está pasando, es algo que nos rodea, y los periodistas tenemos que ser rigurosos y contarlo. Tenemos que contarlo por responsabilidad.

Aunque siempre que le doy al botón de publicar me asaltan un millón de dudas e inseguridades. Maldito Castilla del Pino.

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