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La prostitución polisémica del escrache

Alfonso Alba

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En las últimas semanas, me han preguntado varias veces y en distintos contextos que si estoy a favor del escrache. Mi respuesta siempre ha sido que no lo tengo claro. Que a veces sí, y que a veces no. Que según para qué y contra qué o quién. Me explico (o lo intento).

Soy de letras y por tanto defiendo la importancia absoluta que tiene el lenguaje para definir las cosas. Hoy, tanto nosotros los aguerridos periodistas que nos tenemos que escribir una crónica en minutos como los políticos que hablan casi siempre sin saber (sin saber hablar, digo) tendemos a prostituir el lenguaje y le aplicamos una polisemia a las palabras que acaba por confundir. En esta ocasión el error viene del origen. Desconozco quién fue el primer activista de Stop Desahucios que decidió llamar escrache a lo que no lo es. Hace un par de meses, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) optó cambiar su estrategia de protestas. Decidió señalar con el dedo a los diputados (todos del PP) que no van a votar a favor de la tramitación de Iniciativa Legislativa Popular (ILP) firmada por más de un millón de personas en España para aprobar algo tan simple y mínimo como la dación en pago. A alguien, erróneamente, se le ocurrió llamar a eso escrache. Y ahí fue cuando se jodió todo.

Los escraches nacieron en Argentina para señalar con el dedo y perseguir a los torturadores de la dictadura a los que el presidente Carlos Menem había decidido indultar. Las víctimas, ante la falta de justicia, decidieron hacerle la vida imposible a estos asesinos. Por poner un ejemplo, sin llegar nunca a la violencia le acompañaban, pongamos por caso, a un restaurante. Allí, le decían a los comensales: “Sepan que están sentados junto a un asesino”. Postura de Alfonso Alba ante esta protesta: Muy a favor.

Hoy, las acciones de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) de perseguir a diputados y concejales del PP pueden ser legítimas. Pero hay océanos de diferencias con lo que pasó en Argentina. Comprendo y sufro con la desesperación de la gente que lo pierde todo mientras ve a algunos políticos vivir a cuerpo de rey. No entiendo cómo aún ningún diputado del PP se ha plantado ante su partido y ha dicho “señores, yo voy a romper la disciplina de voto y me voy a poner del lado de la gente porque lo que están pidiendo es lo mínimo que le podemos dar a quienes pierden sus casas”. Defiendo que uno de los grandes problemas que tiene España es la IMPUNIDAD (lo pongo con mayúsculas) con la que actúa el poder. Casi todas las semanas me paso por la Audiencia Provincial de Córdoba donde todavía no he visto a NADIE sentado en el banquillo por haber arruinado a esta ciudad y a esta provincia, pero donde veo a gente a la que le meten varios años de cárcel por delitos mucho menores que el de condenar a la indigencia a miles de personas.

Sin embargo, siempre defenderé que el político es sólo una persona. Tiene nombre, apellidos y vive en una casa. Pero se le protesta en un Pleno, en el Parlamento de Andalucía, en la sede de su Delegación o en el Congreso de los Diputados. Ir más allá es cargar al político de argumentos porque le encanta esa polisemia del lenguaje para defenderse. A María Dolores de Cospedal, por ejemplo, no se le ha caído la cara de vergüenza al comparar los escraches con el nazismo. ¡¡¡Con el nazismo!!!

Una cosa. Tengo amigos que han sufrido los grandes años de plomo de ETA en el País Vasco. Unos son vascos, otros, policías. No saben ustedes lo poco que les ha gustado eso del escrache, ellos que han vivido en ciudades y pueblos pequeños asfixiados por la presión política del que no pensaba como tú.

Hay muchas maneras de protestar. Y mucho más efectivas.

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