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La pobre historia

Alfonso Alba

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De todas las ciencias, la historia es la menos exacta. Más o menos como el periodismo.

La objetividad no existe. La mera elección de unas palabras concretas para definir un hecho ya es un proceso subjetivo. Soy yo el que elijo esto que estoy escribiendo. Incluso el punto de vista desde el que se hace es subjetivo. En el fútbol, no es lo mismo intentar ver un fuera de juego desde un fondo que desde una banda. Lo que se presume es el rigor. Que lo que cuentes se parezca lo más posible a la realidad. Y mientras menos adjetivos, mejor.

En la historia, tres cuartas de lo mismo. El rigor histórico.

No es lo mismo la historia contada por los vencedores que por los vencidos. No se van a utilizar los mismos adjetivos si escribe el derrotado que si lo hace el ganador. Si lo hace el país grande o el pequeño. Si la historia la escribe Occidente u Oriente.

Para Europa, la historia empieza durante la Grecia clásica. Los chinos y los indios no están muy de acuerdo con esto. Y en Oriente Medio, aún menos.

Pero si hay algo absurdo es mirar a la historia con los ojos de hoy en día. Cualquier españolito medio sobreviviría media hora en la Hispania Romana, se horrorizaría (y probablamente moriría) con la Andalucía de principios del siglo XIX y sus bandoleros, palmaría rápidamente enrolado en cualquier tercio de Flandes por mucha mili que hubiese hecho y se le romperían todos los esquemas en la Córdoba del siglo X, donde no entendería nada.

Mirar a la historia con nuestras gafas es un error, además de peligroso. Ni cualquier tiempo pasado fue mejor ni tenemos, ahora, que sentirnos responsables por algo que no hicimos nosotros.

Con resignación asistimos a la petición de perdón que exige a España el presidente de México... 500 años después de la llegada de Hernán Cortés. Obviamente, la conquista de América no es algo para sentirse orgullosos ni para emular... pero, ¿de verdad hoy podemos sentirnos responsables por aquello?

Como dijo el ministro Borrell, a nadie se le ocurre reclamar a Francia que nos pida perdón por invadir España a principios del siglo XIX. De ahí vienen muchos de los males actuales y quizás la lucha contra los afrancesados españoles es la primera de las guerras civiles modernas del país. Pero, ¿qué tiene que ver el Gobierno de Francia actual con aquella invasión?

Usar la historia para justificar el presente es peligroso. Y es ahí donde une sus garras el nacionalismo. La Alemania de Hitler se autoproclamaba Tercer Reich, evocando a un tercer imperio glorioso que sucedería al primero, el Sacro Imperio Romano Germánico, y al segundo, el del siglo XIX. Nada más absurdo. En cualquier guerra, la verdad es la primera víctima. Pero cuando se preparan esas guerras, las patadas a los diccionarios de Historia son gloriosas.

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