Lecciones políticas italianas
Además de corresponsal de guerra y periodista en un Tour de Francia, yo siempre quise ser enviado especial en Italia a lo que fuera. Me da igual. No soy exigente. Lo mismo me da una muerte papal con su posterior cónclave, que una guerra de basuras en Nápoles con su poquito de Camorra por aquí y por allá, que cualquier crónica política sobre el funcionamiento de la República de Italia. Admiro a ese país, de arriba a abajo, de Norte a Sur.
Italia, un lugar que es capaz de lo mejor (su industria, su capacidad para la producción y la venta y su justicia, aunque aún no hayan conseguido condenar a Berlusconi, son admirables, además de, oh la lá, su comida) y de lo peor (un país con cuatro organizaciones criminales que hoy siguen matando a gente, un lugar donde la demagogia y la antipolítica campan a sus anchas).
Este fin de semana he seguido apasionadamente las votaciones a presidente de la República. Repito: A-PA-SIO-NA-DA-MEN-TE. Simplificar lo que ha pasado en que Giorgio Napolitano a sus 87 años ha sido reelegido es un error. Este fin de semana ha pasado algo absolutamente demencial: el líder y toda la cúpula del partido que acaba de ganar las elecciones generales (el Partido Democrático) han dimitido. En dos meses, han dilapidado el capital político obtenido al coquetear candidato a la presidencia de la República con Berlusconi. En plena elección, más de 100 diputados de esta formación (¡¡¡100 diputados!!!) decidieron romper la disciplina de voto (en Italia a estos diputados los llaman “francotiradores”) y votar a un candidato distinto al pactado con Berlusconi. Hubo diputados que votaron por humor a Versace, a Andreotti (que sigue vivo) o al propio Berlusconi. Al final, se le rogó a Napolitano que no se fuera, que se pensara eso de irse y que hiciera un último esfuerzo por la patria. Aceptó y desató la furia de los seguidores del payaso Beppe Grillo (que quedó segundo en las elecciones con un programa electoral y unas formas que, salvando las distancias, se parecen bastante al movimiento 15M). Las protestas se concentraron a las puertas mismas (no habría ni un metro de distancia) del Congreso italiano.
¿Porqué escribo de Italia? Este fin de semana nos hemos reído bastante con todo lo que ha pasado allí, pero ¿eso de que los diputados rompan la disciplina de voto de sus partidos y pulsen el botoncito de sí o no en conciencia no es precisamente lo que pide en España la Plataforma de Afectados por la Hipoteca a los del PP? Nos partimos la caja de risa con el follón, pero allí al menos pueden elegir a su Jefe de Estado (en España ya sabemos que lo eligió Franco por nosotros) y además se pueden manifestar en la misma puerta de su Congreso sin miedo a que un antidisturbios le abra la cabeza. También nos echamos las manos a la cabeza porque millones de italianos voten a Berlusconi (miren quién es el líder de la oposición en el Ayuntamiento de Córdoba) o a un “payaso” como Beppe Grillo y su Movimiento 5 Estrellas (cuando tampoco nos hemos leído su programa electoral).
Italia, insisto, es capaz de lo mejor y de lo peor. En política también. Y son muy divertidos, desde luego. Pero no los miremos con desdén, que hasta los italianos nos pueden dar lecciones de democracia.
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