'Japan surrenders'
Desde hacía semanas, Manu Albert y yo soñábamos con el titular: “Bretón, culpable”. Para nosotros, que seguimos el caso de forma ininterrumpida desde el primer día, era como nuestro propio final de la Segunda Guerra Mundial, como aquel “Japan surrenders” con el que titularon todos los periódicos anglosajones en agosto de 1945, cuando Japón se rindió. Nuestro epílogo, nuestro pequeño rinconcito en la historia del periodismo local.
“Bretón, culpable”.
Han sido 21 meses muy duros para el periodismo local. Tanto como lo fue la Segunda Guerra Mundial (pero sin bajas por parte de la prensa, entiéndanme la metáfora). Como ocurre en las guerras, que saca a la vez lo peor y lo mejor del género humano, ya saben, surgen los asesinos, los mezquinos, los infames, y también permite gestos heroicos de solidaridad, en el caso Bretón hemos visto, desde luego, lo mejor y lo peor del periodismo y de la condición humana. Hemos sufrido la casquería mediática de las televisiones, que vivió su momento cumbre el pasado jueves con el anuncio de la gran televisión privada de España de que ya había veredicto, cuando no lo hubo hasta el día siguiente. Hemos visto cómo se perseguían testigos, cómo comisarios del más alto rango se pateaban platós de televisión, cómo algunos periodistas querían estrujar el caso Bretón hasta el infinito porque así tendrían más audiencia y como, por desgracia, hay quien ha hecho un negocio más que rentable (que ahora se les acaba) con la muerte cruel de dos niños de seis y dos años.
Pero también hemos tenido la suerte de aprender de los mejores. Les voy a contar tres ejemplos:
Mavi Doñate, periodista de Televisión Española. Quedará para la historia la noche del 10 de octubre de 2011 cuando nadie, absolutamente nadie, sabía lo que estaba pasando tras el muro de la parcela de Las Quemadillas y Mavi entró en directo para el telediario de la noche. Los periodistas que estábamos allí fuimos tan espectadores como la gente que estaba en su casa cuando Mavi soltó la bomba: la Policía había encontrado “restos biológicos” entre las cenizas de una hoguera.
Jesús Duva, histórico de El País. El abuelo Duva nos contaba sus batallas con las niñas de Alcasser, el tamayazo, el Solitario o sus inicios en el diario Pueblo mientras devoraba salmorejo y berenjenas con miel en un restaurante de Córdoba. Era ya de madrugada cuando, después de pagar (Duva siempre invitaba, como los periodistas viejos), me preguntó que dónde tenía el coche porque “nos vamos a la parcela”. Todos pensamos que estaba de broma. “Nos vamos a la parcela, que un perrito ha levantado la patita al pasar por la hoguerita”. Con nuestras dudas, y de madrugada, nos fuimos a Las Quemadillas. Era verdad. A los pocos minutos, se encendieron potentes focos en el interior de la parcela. En segundos, oímos voces y después el sonido de un pico y una pala. La Policía estaba cavando bajo la hoguera porque pensaba que los niños estaban enterrados debajo. Esa noche se nos heló el corazón por el sonido del pico cavando la tierra, al ver la ceniza que subía sobre la luz de los focos... Pensábamos que ya iba a acabar todo e iban a encontrar los cadáveres de los niños. Pero no. Lo que escuchamos después fue un inmenso griterío de los policías, no sabemos dirigido a quien. Y todo se apagó.
Esa noche estaba también Óscar López Fonseca, de Público, yo era el corresponsal, y ahora de VozPópuli. Ya habíamos hablado mucho por teléfono pero pasamos muchos días y horas juntos. No me pregunten porqué, pero Fonseca, como Duva, siempre iba un paso por delante. Sabía cuándo y dónde iban a buscar a los niños, conocía los pasos que estaba dando la Policía y, sobre todo, por dónde iban los tiros de la investigación. “Está claro. Ha sido el papaíto, pero no se derrota”, me insistía. Supo antes que nadie que las cámaras de seguridad demostraban que Bretón no había llegado al parque Cruz Conde, que estaban investigando su teléfono y que el sospechoso había pasado tres horas y media dentro de la parcela de las Quemadillas. También que la Policía había encontrado una receta de Orfidal. O que se había perdido un hueso, la famosa pieza número 8. Y tantos y tantos detalles que poco a poco fuimos publicando. Ahora, Fonseca está en Madrid, rondando la Audiencia Nacional donde un tal Bárcenas ha dicho no sé qué del presidente del Gobierno.
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