El Guadiato, la Teruel cordobesa
El lunes pasado, en la sala de prensa del Parlamento Europeo, pensaba que Andalucía ha olvidado al Valle del Guadiato, como si hubiera dejado de existir. Como le ocurre a Teruel, que tuvo que ingeniar una campaña de protestas para que le echáramos cuentas.
Antes y después de la Guerra Civil, los cordobeses que querían ir a la moda tenían que subir a Peñarroya-Pueblonuevo. Allí llegaba lo que todavía no se había visto en Córdoba, directamente de París. La zona, con un suelo agrícola bastante pobre, vivía sus décadas de esplendor y acogía a miles de emigrantes que buscaban trabajo. Hoy, todavía queda un pequeño pueblo con un nombre muy sugerente de lo que aquello fue: El Porvenir de la Industria.
Hace cuatro años el Guadiato selló una historia de 150 años. En 2012 se clausuraron sus minas y la comarca, que ya venía languideciendo desde que se marcharon los franceses, comenzó a morir. Hoy es una zona que pierde habitantes a espuertas y que empieza a olvidarse.
En 1989 todavía trabajaban más de 1.000 mineros en la extracción del carbón. Hoy ya no queda ninguno. Sí que permanecen sus pensiones, eso sí, que morirán con ellos. Sus hijos, sus nietos no heredarán ese salario seguro que hace que a día de hoy el Guadiato no estalle o, me temo, no se sume aún más en una profunda depresión que convierta a la zona en un desierto demográfico.
El Guadiato es Andalucía, pero desde hace cuatro años su voz se ha escuchado poco. La desaparición, de un plumazo, de los fondos Miner que iban a atenuar la reconversión económica de la zona apenas si ha tenido trascendencia. Antes, las protestas de los mineros eran temibles (casi siempre llevaban dinamita, algo que asusta mucho). Llegaron a cortar carreteras, protagonizaron huelgas e impidieron el acceso durante semanas al cementerio nuclear de El Cabril, al que muchos culpan de todos sus males. Ahora, los mineros tienen una buena pensión que, insisto, no heredarán sus hijos.
Salvo excepciones, sus pueblos se mueren. La comarca necesita, urgentemente, respiración asistida y, sobre todo, un plan. Que llegue dinero está bien, pero que se sepa en qué se va a gastar, mejor todavía. Y es que cuando llegó dinero en ocasiones cayó en sacos rotos.
El Guadiato también existe. Aunque no lo parezca.
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