La gran peatonalización
El 9 de julio de 1904 se matriculó el primer automóvil en Córdoba. El famoso CO-1, un De Dion Bouton tipo torpedo, pertenece hoy a una familia de Fernán Núñez. Ese día, su motor de combustión fue el primero de muchos coches en entrar en el casco histórico de Córdoba, un lugar entonces en el que el movimiento se realizaba a dos o a cuatro patas. Desde ese verano de hace 115 años han sido millones los coches que han entrado y salido al casco histórico de Córdoba. Tantos que los principales monumentos de la ciudad empezaron a acumular una placa de suciedad y contaminación de la que algunos aún hoy no se han librado.
Me atrevo a afirmar que desde aquel 9 de julio de 1904 y hasta el próximo 14 de septiembre nunca ha habido un periodo largo de tiempo sin que por el casco histórico de la ciudad circule ningún vehículo a motor. Y eso es lo que parece que ocurrirá el próximo sábado en Córdoba, el día en el que el Ayuntamiento ha ordenado una gran peatonalización con motivo de un acontecimiento extraordinario que supone traerse la Semana Santa de los pueblos a Córdoba y hacer desfilar a 31 procesiones prácticamente a la vez saliendo desde todas las iglesias y parroquias del centro.
Admito que como experiencia piloto me parece una pasada. Se ha hecho por seguridad, entiendo, pero no sé si en la historia moderna hay muchas ciudades con una superficie similar a la del casco histórico de Córdoba que entre las 17:00 de la tarde y la madrugada prohiban totalmente el tráfico.
Entiendo, insisto, que es imposible hacerlo de otra manera. Si de verdad van a venir 250.000 personas (esa cifra me parece absolutamente imposible; solo hay que calcular que en el estadio del Arcángel caben 21.000 y la que se lía cuando se llena, o que un día de Feria lo más que cabe en el Arenal son 100.000 personas) a un callejero tan complicado como el del casco histórico no hay otra manera de organizar una cosa así.
El Ayuntamiento, de manera inconsciente, sabe lo que puede ocupar y molestar un vehículo. Un coche ocupa algo más de diez metros cuadrados, a veces para transportar a un persona. En un metro cuadrado, a veces, caben cuatro personas de pie. El cálculo es fácil y simple.
Córdoba es una ciudad perfecta para tener un casco histórico lo más peatonal posible. Pero sabemos que una peatonalización extrema conlleva a una extinción del propio casco histórico. En el centro vive gente, con las mismas necesidades de movilidad que tienen los que disfrutan de amplias avenidas. Esa gente puede ir un día andando a casi cualquier extremo del casco y ya allí coger un taxi, un autobús o un coche que hayan dejado previamente aparcado. O seguir andando. Pero eso es algo que no pueden hacer todos los días o todos los fines de semana.
Salir de tu casa un viernes, un sábado y un domingo, y toparte con miles de personas cuando vas a tirar la basura, sacar a tu perro o darte un paseo cansa. Volver a casa, intentar descansar mientras desde tu salón escuchas perfectamente las voces de un grupo de amigos que van o vienen, tu callejón es aprovechado como un cuarto de baño, o cuando de repente tienes una emergencia y tienes que salir corriendo por cualquier circunstancia, y no puedes, es algo que te hace plantearte vivir en el centro. Y un casco histórico sin gente es una ciudad muerta. O convertida en un escenario como Venecia o directamente arrojada al abandono.
De verdad, ¿31 procesiones a la vez? ¿60 procesiones al mes sin ser Semana Santa? ¿50 cruces de mayo? ¿800 apartamentos turísticos con gente arrastrando maletitas con ruedas de madrugada? ¿Nadie se da cuenta?
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