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Sobre este blog

Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

El arribista

El exministro José Luis Ábalos llega al Congreso acompañado por su entonces asesor, Koldo García.

Alfonso Alba

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No hay nada más español que arrimar la sardina al ascua que más calienta. En los movimientos pendulares de la política española, los partidos de moda se llenan de arribistas, esos personajes sin escrúpulos que lo único que buscan es su propio beneficio.

El arribismo es transversal. El partido que más lo sufrió fue precisamente la Falange, con aquella disputa de los camisas viejas con los que de repente se habían leído todos los libros de José Antonio y que llegaron a controlar el país tras la Guerra Civil. Y el segundo puesto es, sin duda, para el PSOE de Felipe González, el partido que más se parecía a los españoles de los años setenta y ochenta, y que más se pobló de todo tipo de personajes carentes de toda ideología pero que iban a usar al partido de moda para prosperar en la vida, a cualquier precio.

Cualquiera que conozca mínimamente cómo funciona un partido político conoce esos ciclos de la vida en la que un día estás muy arriba y el teléfono no para de sonar, y otro estás tocando fondo. En la cresta de la ola suele haber cola para afiliarse. En el momento valle toca hacer EREs y cerrar sedes. Por el camino, si el partido aguanta, se acaba poblando de seres resistentes, como dicen que hacen las cucarachas ante un ataque nuclear, que sobreviven.

Muchos partidos se han protegido ante la llegada de este tipo de advenedizos, pero no es fácil. Cuando hacen falta manos para remar siempre se acaba tirando del que se ofrece, no del más pulcro, el más ideologizado o incluso el que sabes que es más honesto. Cuando vienen duras, a veces los que aguantan son esos arribistas que esperan un momento mejor, pacientemente. Ya llegará su turno.

El caso Koldo no ha podido sorprender a muchos de los más cercanos a este asesor de José Luis Ábalos. Entiendo que ni al propio presidente del Gobierno ni por supuesto a medio Ferraz. Hay arribistas a los que es fácil reconocer, a los que se ve desde lejos, pero que en ocasiones se decide mirar para otro lado porque hacen falta. Hasta que se convierten en una bomba.

Quiero entender que no hay ninguna ideología democrática que sea corrupta por naturaleza. No lo debería ser un conservador o un progresista al que le importe el bien común por encima del particular. Pero la política se está convirtiendo en los últimos años en un lugar que expulsa más que atrae en el que al final lo que queda es la resistencia, en el peor sentido de todos: aquellos que aguantan lo que le echen, que se agarran a lo que sea porque ya vendrán tiempos mejores, en los que por encima de la disputa ideológica está la puñalada trapera y donde se suele hablar bastante poco de los problemas reales de la gente. Cuando hasta hace bien poco, tras el interesante 15M, no era así.

Es normal que nadie en su sano juicio quiera formar parte de una centrifugadora que arrasa reputaciones, vidas y salud mental, y que esos huecos que se dejan sean ocupados por los Koldos de la vida, muy listos a la hora de prosperar pero muy torpes para robar. Me he leído gran parte del sumario de este caso y si algo eran los protagonistas de esta trama era torpes y muy cutres. Y es que hasta para robar, y que no te pillen, hay que saber.

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Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

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