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Acabar con el paro, ¿ahora?

Alfonso Alba

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No sé si yo soy el más indicado para hacer la siguiente reflexión, pero allá voy: Lo peor que le puede pasar a una sociedad, a una ciudad, a un colectivo es no ver más allá de mañana. Yo, que hoy vivo de la inmediatez, del periodismo del aquí y ahora, del aquí te pillo y aquí te mato, de correr como un desesperado para intentar llegar el primero, de ser el amigo fatigas que siempre está mirando el smartphone, el Twitter, el Facebook, el Whatsapp, el resto de periódicos, escuchando la radio, viendo la tele y, encima, mirando a su alrededor. Bien, pues yo que vivo en la inmediatez abomino del cortoplacismo que nos condena al pan para hoy y al hambre para mañana.

Me explico: Estamos todos de acuerdo en que el país vive en una situación de emergencia nacional por las elevadísimas cifras de desempleo. Dentro de esa emergencia, Córdoba ya está en la UVI. La última EPA dice que el 37,75% de la población que está en edad de trabajar no puede hacerlo. Estamos de acuerdo en que todo, todo, todo lo que tenemos que hacer es luchar contra esas cifras cada vez más salvajes de paro. Pero permítanme una reflexión: ¿Ahora?

Ahora creo que vamos bastante tarde. Hemos desperdiciado décadas por culpa de la inmediatez, del cortoplacismo, del pan para hoy y hambre para mañana. Córdoba, lo digo como lo pienso, era una provincia con futuro hace dos o tres décadas. Hoy tiene bastante poco. Hace dos o tres décadas esta ciudad no sólo vivía del turismo, como hoy. Esta ciudad tenía una Azucarera en Villarrubia, una Algodonera, una cooperativa de leche llamada Colecor. Vivía, sobre todo, de la agroindustria. Tenía una de las mejores tierras de cultivo de Europa: la Vega del Guadalquivir. En la ribera del río grande de Andalucía se recogían tres cosechas, crecía la remolacha, el algodón, el maíz, los cítricos y hasta había vaquerías. Hoy, en la ribera del río grande de Andalucía hay parcelaciones que se inundan cuando llueve mucho. Ese lodo que antes inundaba el campo y luego se transformaba en la tierra más fértil de España ahora es un problema que provoca daños en casas que están donde no deben y que, encima, hay que limpiar.

Es a eso a lo que me refiero con la inmediatez. Antes, fue más fácil pensar en que la inagotable construcción de viviendas (y parcelas) dinamizaría la economía. Y lo hizo. Esos agricultores vendieron sus tierras, hicieron dinero y vivieron bastante bien. Esos antiguos braceros se transformaron en albañiles, ganaron bastante dinero en la época del boom inmobiliario y vivieron bastante bien. Esos empresarios agrícolas mantuvieron su dinero en el banco a plazo fijo en vez de invertir en la dinamización de sus tierras y vivieron bastante bien. Esos empresarios cordobeses se transformaron en promotores y constructores y vivieron bastante bien. Y esos políticos cobraron sus impuestos, que aumentaron su importe porque no se paga lo mismo por una tierra de labor que por una casa,  y también vivieron bastante bien.

Pero eso se ha acabado. Y ya no vivimos tan bien.

El problema, creo, es que ya no sabemos cómo volver a empezar. Córdoba siempre fue una ciudad y una provincia agrícola. Lo sigue siendo. Ahora depende del olivar y de los cereales y un poco de los cítricos (es curioso que Palma del Río sea uno de los pueblos menos castigados por el paro). Tenemos la Mezquita, sí. Y una de las ciudades más bonitas de España, claro. Pero poner todos los huevos en la misma cesta (la del turismo) no es que sea un error, es que es una tragedia. ¿Y si los turistas, un día, dejan de venir? ¿Nos comemos los hoteles? ¿Los bares? ¿Las parcelas?

La ministra de Empleo, Fátima Báñez, ha visto brotes verdes donde los vio la ex ministra de Economía, Elena Salgado: en el corto plazo, en que pasado mañana habrá unas elecciones y como los votantes son medio tontos pues los podremos engañar con tres golpes de ilusionismo en forma de titular. Ese es el corto plazo que nos ha condenado a no tener futuro. Eso es lo que echamos de menos: que alguien nos diga, señores, nuestro proyecto es convertir a Córdoba en esto en concreto. Tenemos un modelo de ciudad y es lo que perseguimos. Ustedes me dirán: sí que tuvimos un modelo de ciudad, el de ciudad cultural. Es verdad. Lo tuvimos. Pero ya no lo tenemos.

Lo mismo es eso. Lo mismo es que ya no tenemos un modelo. Ni un modelo de ciudad cultural, ni un modelo de ciudad de turismo, ni de congresos, ni agrícola ni nada. Lo mismo es que lo de improvisar pues no mola.

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