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Uno de los nuestros

Redacción Cordópolis

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“Que yo recuerde, desde que tuve uso de la razón, quise ser un gángster”. En la primera escena de la película de Scorsese, “Uno de los nuestros”, Henry Hill (Ray Liotta) muestra con esas palabras su fascinación por Paul Cicero (Paul Sorvino), el capo de su barrio. Dejó la escuela y entró a formar parte de la organización como chico de los recados. Muy pronto se ganó la confianza de sus jefes, gracias a lo cual fue subiendo de categoría. Para ello, robó, extorsionó, asesinó. traficó con droga, ... todo un “empleado fiel”.

Salvando las distancias entre una organización mafiosa y la de un partido, Durán, en otros tiempos, identificado como el “aspirante a fenómeno”, ha conseguido ascender dentro de las filas socialistas hasta llegar al puesto de Presidente del Parlamento andaluz, después de numerosos trabajos de limpieza interior y de obediencia debida a “la que manda”. Llega al puesto justo en un momento en que la gestión del PSOE en la Junta de Andalucía está en entredicho, ético y político, por mucho que las urnas le hayan permitido mantener, a pesar del descenso en votos, el número de representantes.

Como Henry Hill, Durán apareció en la vida política sin estudios conocidos, aspirando a ser un cargo socialista, generando un grupo de opinión interior para apoyar a Almenara a ser Secretario General y, desde entonces, no paró de medrar hasta convertirse en el pequeño Padrino de Córdoba. En su haber, el peor resultado de la historia en el Ayuntamiento de Córdoba, que abandonó sin explicación para procurarse un puesto de senador. De su paso por Capitulares solo se recordará su defensa de los caracoles como fórmula de desarrollo local o su cruzada anti Cañero. Tanto trabajo para ser candidato, tanta sangre política derramada, tanta vanidad representada en que era la persona idónea, para que el PSOE haya llegado a su peor situación municipal.

También destacó por la pérdida, por primera vez,  de la Diputación Provincial. Aunque se achacó, interesadamente, a la bajada general del voto socialista, lo cierto es que nadie se esperaba tal resultado y ni se le pasó por la cabeza dimitir. Los problemas en la provincia se le han multiplicado en los tribunales con los asuntos judiciales de Peñarroya, Fuente Palmera, Benamejí... Pero es que compañeros de viaje como Antonio Fernández, Mª Jesús Lara o, recientemente, Manolo Gavilán han sido imputados por el desafuero de los cursos de formación en la provincia, sin que él haya asumido ninguna responsabilidad. Hay apuestas sobre quiénes serán los siguientes compañeros que serán citados en tribunales.

No podemos olvidar la desastrosa gestión del asunto Cajasur, donde ha llegado a ser multado por el Banco de España. No tuvo ningún reparo en apoyar la desastrosa línea del Consejo de administración o, lo que es peor, asistió a sus sesiones exclusivamente para cobrar las dietas y lograr otras prebendas, mientras el dinero de los cordobeses se ponía en peligro en impresentables aventuras especulativas de promotores sin escrúpulos.  Fue el inspirador en la sombra de una estrategia antieclesial en la caja que acabó con la necesidad de que el viejo Griñán cediera ante Asenjo sin que se pudiera evitar que la Caja acabara siendo intervenida.

Su mayor diversión ha sido la persecución de los críticos (Blanco, Dobladez, ...) mandados al ostracismo. Y es que, o se está de acuerdo con él, o se te obliga a retirarte. Su poder destructivo alcanzó al propio Francisco García, que fue ninguneado por él y que, dignamente, se retiró cuando se dio cuenta que no tenía nada que hacer si no aceptaba sucumbir ante Durán. Incluso Isabel Ambrosio sufrió sus ataques para derribarla de la Delegación de Gobernación, aunque ahora ha tenido que aceptarla, mal que le pese, de candidata al Ayuntamiento de Córdoba.

Su mejor maniobra fue el fichaje estrambótico de la faraona Aguilar (transfuguismo indecente), que no aportó ningún apoyo electoral al Psoe. En uno de los episodios más tristes de la historia municipal, primero pactó con Aguilar para ahogar a Blanco como portavoz socialista, rodeándose de rosistas (Candelario, Cuadra, ...) con los que hizo buenas migas. Después, colaboró en el pase de Aguilar a la Junta de Andalucía, llegando a ocultarla en una casa familiar en Alcolea mientras Ocaña tenía que pasar la vergüenza pública.

Podríamos seguir con el nepotismo en los nombramientos, pues, o eres de su entorno o no tienes futuro; los oscuros acuerdos con el “sosio” Gómez sobre las Naves de Colecor; y otras afrentas a la dignidad política y a la de un partido con historia, Solo nos queda recordar que Henry Hill acabó intentando protegerse a sí mismo de la familia. Forzado a abandonar su vida de gangster, se vio obligado a vivir en el mundo real, exclamando, “Soy un don nadie, y viviré el resto de mi vida como un don nadie”.

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