Comunismo container
Podemos es un experimento interesante al que creo que no hemos terminado de caracterizar. La otra noche, Ana Pastor asaeteaba a preguntas a Pablo Iglesias buscando una concreción programática que no encontraba, algo que todo el mundo interpreta como un agiornamiento de su propuesta, una suavización que le permita abarcar amplios espacios electorales. Es claro que para moverte en torno al 30% tienes que asumir un espacio programático de consenso sin grandes concreciones que dividan a los electores, y si algo no les falta a esta gente es ambición y luces.
Pero creo que hay algo más que eso, porque Podemos, más que una propuesta intensiva en contenidos y discursos consistentes como suele ocurrir en las formulaciones de izquierda, se configura como un procedimiento, es más un continente que un contenido. Su diagnóstico es el siguiente: el problema central de la democracia española es que se ha conformado una coalición (que realmente está desde el inicio de la transición y que denominan la “casta”) entre los representantes políticos y los poderes fácticos por el que los primeros defienden los intereses de los segundos y los propios en lugar de los de la ciudadanía. No aclaran en su discurso si esto sucede más por lo que decía Miliband (por puro colegueo) que por lo que decía Poulantzas (por determinación estructural –jóvenes, en los 70 el mundo era así-), aunque las explicaciones de Iglesias apuntan más a lo primero.
En cualquier caso, la vacuna ante tal patología es elegir a nuevos representantes no contaminados por esta “coalición” y la creación de procedimientos y controles que garanticen que los representantes efectivamente defienden los intereses, valores y pareceres de los representados. El objetivo de la organización es el cumplimiento del principio constitutivo de la democracia, el de autodeterminación, que no es más que la identidad entre lo que quieren los representados y lo que hacen los representantes, como le he leído en alguna ocasión a Ignacio Sánchez Cuenca. Pues eso es Podemos. Sencillo, ¿verdad?, bueno, hay un poco más.
Como decíamos, Podemos es fundamentalmente un procedimiento, y añado ahora, que busca el cumplimiento de una serie de principios, basicamente tres: la democracia radical (mientras más directamente puedan ser tomadas el mayor número posible de decisiones por la ciudadanía, mejor); la búsqueda de la igualdad (combatir las desigualdades sociales, particularmente las materiales); y el imperio de la ética en la gestión pública (sacar de la gestión cualquier interés privado). Si usted está de acuerdo con estos tres principios y le hace ilusión un nuevo “volver a empezar” (léase con tono de entrega de los Oscar) es usted carne de Podemos.
¿Le parece poco? Está claro que no es una compleja cosmovisión, con interacciones, causalidades, estrategias y objetivos, una lectura omnicomprensiva de la historia y del momento histórico, que es lo que predomina en la cultura de izquierdas, pero este desplazamiento de los contenidos al procedimiento tiene su enjundia, y hay un aliento marxista en ello. Para Marx no había distinción final entre democracia y comunismo, en última instancia si el proletariado, los trabajadores, tomaban conciencia de sí y superaban la alienación, defenderían su autointerés y éste no podía ser otro que la instauración de la sociedad comunista, o sea la democracia, la superación del sistema capitalista basado en la propiedad, que era la que imposibilitaba la igualdad democrática. Así que en un lado del par estaba comunismo, igualdad y democracia, y en el otro, capitalismo, desigualdad y propiedad. ¿No es este intento de asamblea permanente a través de la red y los círculos de algún modo un intento de evitar cualquier desigualdad provocada por las diferencias de estatus, posición social o riqueza (la casta)? ¿ No recuerda Podemos o las agrupaciones de electores a un espacio propio de una sociedad no escindida como soñaba ser la socialista?
Alguien dirá, y con razón, que difícil será abordar la revolución social a partir del sistema político y no de la infraestructura económica, que esa igualdad poco podrá si se mantienen el resto de desigualdades en las dimensiones sociales y laborales. Sobre todo esto no dicen demasiado, más allá de la orientación igualitaria antes citada, y algunas medidas por concretar como la renta básica (camino va ya de convertirse en renta de inserción), pero lo cierto es que ha sacado a la izquierda de un punto muerto en el que había entrado, inerme ante la hegemonía neoliberal. Los que tenemos hijos pequeños sabemos que cuando el enfrentamiento se encona mucho es mejor jugar a otra cosa o, como dice Don Draper “si no te gusta lo que dicen, cambia de conversación”. Y la conversación, que se había convertido en un monólogo propio del Calígula de Albert Camus, está ahora en los métodos para salir de esto, en crear formas y modos que garanticen que se hace lo que realmente queremos, y ya solo quedaría confiar en nuestro propio buen juicio para construir ese programa que con tanta insistencia le pedía Ana Pastor a Pablo Iglesias. Al final, con tanto revival hipster, va a volver hasta el comunismo, pero no de la mano de ningún académico, sino gracias a Tim Berners-Lee (inventor de internet) y Mark Zuckerberg. Y yo me tengo que quitar al menos un café al día.
Nota: En la imagen, acto público de Podemos en la Fuensanta durante la campaña de las europeas
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