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El chaleco, la pintura, el cartel

Ángel Ramírez

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El chaleco

Era 1978 un año parecido a éstos que vivimos ahora, convulso, crítico. Estaba concluyendo el amplio periodo de crecimiento iniciado en todo occidente después de la segunda guerra mundial, y en España se aprobaba la constitución que ahora tan poco nos ilusiona, cruzábamos una puerta que a la vez nos llevaba al paraíso de la libertad y a la esclavitud de la precariedad globalizada, aunque eso entonces no lo sabíamos

Rosa Losada, que no sé cuánto le interesaba todo esto, seguía hippie, probablemente sin saberlo. Mientras los nuevos socialistas con sus patillas y sus trajes de panas negociaban con los registradores de la propiedad de la época, Rosa daba una puntada tras otra para que su marido, Marcial, no pasara frio en el taller. Hacía eso y montaba una fiesta, una de esas bodas de las películas de Kusturica, una celebración, tejía decenas de grannies de formas y colores distintos, desentendidamente, mientras conversaba o vigilaba a su hijo. Dedicaba horas a hacer punto como quien respira, porque formaba parte del orden de las cosas hacer lo que necesitábamos y para las personas que queríamos. Hoy lo vemos como la obra de arte que es, pero suerte es que no terminara limpiando pinceles o cristales con la misma naturalidad con la que hoy nos evoca un tiempo de canciones y habitaciones llenas de humo.

La pintura

Prefiero pensar que Miguel ya veía entonces la pintura que realizó 35 años después, y no tanto que es producto de su mirada de ahora. Suponemos que las interpretaciones de los niños son ingenuas, pero quizás Miguel entendió que en la brillantez y la intensidad de aquel chaleco y aquel tiempo suyo radicaba también su imposibilidad. La vida no podía ser tan divertida, pasar las horas viendo a tu padre pintar en un lugar lleno de ideas y emociones, en la edad en que el tiempo no existe. Quizás Miguel se dio cuenta de que sí, que existía, y vio el chaleco que ya estaba siendo pese al desenfado de sus padres, entendió que cualquier felicidad es triste porque es fugaz. Puede que esa pintura tenga ya 35 años y ahora la hemos encontrado por casualidad, porque alguien preguntó por ella.

El cartel

En el cartel hay una novela, o una película de niños y apariciones, hay un árbol, un secreto. Seguramente a Paco y Esther la pintura de Miguel les dio pánico, como a mí, y han llevado la inquietud al extremo, haciendo más real lo que podía parecer un mal sueño. El chaleco ahora es una narración deshabitada de la que uno puede imaginar las estancias, los silencios, la luz tenue. Todo esto pasó hace un par de meses, pero lo recuerdo ahora que el Ayuntamiento está a punto de decretar el mes de felicidad obligatoria, y porque quizás nos pasó un poco desapercibidos. Y porque creo que esta trilogía es de lo mejor que nos ha pasado este invierno.

Nota: La pintura y el cartel fueron realizados por Miguel Gómez Losada y Zum Creativos para conmemorar el Día Internacional de la Mujer el pasado 8 de marzo, y en particular para la intervención organizada por Urban Knitting Córdoba en la plaza Jerónimo Páez.

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