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Avanti Arsenal

Fotografía de Jorge Curado

Ángel Ramírez

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FOTO: JORGE JURADO

Hace ahora unos dos años que fui por primera vez al teatro Avanti, llevamos a mi hija a un espectáculo de teatro infantil una mañana de domingo. En esta Córdoba que tanto se deshabita cuando no se trata de una plaza o un patio, me encontré más de doscientas personas que pagaban su entrada para asistir a una representación de unos 60 minutos en un salón de actos de colegio salesiano. He vuelto muchas otras veces y siempre se producía ese pequeño milagro, esa bulla infantil a la salida, y cada vez me sorprendía y me parecía estar en otra ciudad. Después me informé y vi su amplia programación, su programa Educa Teatro y este año sus innovaciones orientadas al sector empresarial. Aunque la pista más clara de su acierto es la Escuela de Teatro Avanti, en la que más de 100 niños y jóvenes aprenden durante años las distintas dimensiones de la interpretación. Si alguien es capaz de atraer a más de 200 personas un domingo y otro a una modesta representación teatral (modesta por natural, por sencilla, veo lo que hacen y me parece dificilísimo), y decenas de chavales se esfuerzan todas las semanas en aprender con ellos, ese proyecto tiene mucho ganado. Podrá conseguir una subvención o no (y algunas consiguen) o tener patrocinios, pero lo que da sentido y fortaleza a Avanti es esa relación de confianza, ese esfuerzo que cientos de personas hacen por aprender y mejorarse con ellos.

En estos días está comenzando a dar sus primeros pasos El Arsenal: espacio de creación masiva e interferencias artísticas, y ha decidido hacerlo en una destartalada nave de un polígono industrial, como si la definitiva conversión de buena parte de la ciudad en parque temático hiciera imposible ahí cualquier experiencia real, y fuera necesario intentarlo en sus huecos olvidados. Hace unos meses asistí a la presentación del proyecto en la que poetas, pintores y músicos (y pintoras y músicas) nos regalaron, como tantas veces en esta ciudad, su arte. Me emocionó especialmente Paco Nevado, que bailó como si le fuera la vida en ello. Mientras muchos de los que estábamos allí intentábamos pasar una buena noche de amigos, él estaba jugándose algo, esforzándose en cada gesto y yo me sentí ridículo a escasos metros suyos, mirando distraído con una cerveza en la mano, pensando en la condena y la suerte que es dedicarse a la creación, y lo banal de tantas ocupaciones de los demás. Desde aquella noche pienso que le debo algo a ese hombre al que no conozco, me dio una lección de verdad porque sí, porque es un artista, y eligió esforzarse en lugar de sumarse a la comodidad, los canapés y las conversaciones manidas.

Ahora, Arsenal está ofertando doce talleres formativos (de fotografía, arte urbano, danza contemporánea, dibujo, creación pictórica, interpretación…). Los artistas que hemos visto tantas veces trabajar con el mero esfuerzo de acercarnos a la Plaza del Potro o al bulevar de Gran Capitán una soleada mañana de domingo, nos proponen encerrarnos a divertirnos trabajando, a experimentar lo que para ellos es un modo de vida.

Cuento estos dos casos (podrían haber sido La Bella Varsovia, Vértebro Teatro o la experiencia de Corto Circuito) porque creo que están haciendo lo que ahora más que nunca los creadores deben hacer, dirigirse directamente a la gente. Las instituciones públicas están en otra cosa (la crisis, los recortes, la prima de riesgo, salvar el culo) y las empresas, unas intentando sobrevivir y otras saqueándonos honradamente, por lo que nos hemos quedado solos los creadores y los ciudadanos. Y si Córdoba es alguna vez ciudad cultural será porque los cordobeses, tomados de uno en uno como decía el poeta, convirtamos la cultura en algo más importante en nuestras vidas. Las nuevas tecnologías permiten a los creadores dirigirse a nosotros evitando costes que suponían barreras casi infranqueables (sobre todo de producción y promoción) y creo que es el momento de aprovecharlo para fortalecernos mutuamente. Puede que vengan mejores tiempos y de nuevo interese todo esto a políticos y empresarios, pero bueno será que encuentren ya una trama sólida de complicidades que nos permita una relación más equilibrada que la de los años anteriores. Y creo que depende sobre todo de la ciudadanía porque, hasta ahora, los creadores (y creadoras) son los únicos que están dando la talla.

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