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Mamá: soy antisistema

Redacción Cordópolis

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Cualquiera que me conozca un poco, sabrá que soy bastante poco dado a los extremismos, me gusta analizar todo y posicionarme siempre de partida intentando comprender las razones de quien tengo enfrente. Además, me gusta que las cosas fluyan, flexibilizar mi postura para no crispar y que no sea por cuestión de forma el no alcanzar una buena solución al problema que sea plantee.

Por tanto, creo que no se me puede tildar de extremista o radical en casi ningún aspecto de la vida, receta del gazpacho aparte.

Pero claro, una cosa es ser flexible, dialogante y diplomático y otra muy distinta, que una vez has determinado con tu análisis que te están tomando el pelo o directamente robando, sigas con cara y ademán de “buenagente” escuchando lo que te dicen. Y eso está pasando.

Esta noticia, publicada por El País, con un titular que la propia redactora niega haber escrito, viene a decir que aquel que esté en disposición de trabajar por cambiar alguna de las cosas que, fundamentalmente a nivel estructural, no funcionan en España, es un antisistema.

Pues yo tengo que decir que según esta definición me declaro antisistema, o cuanto menos, anti-este-sistema.

Un sistema que ha tolerado que todo un presidente de Catalunya haya defraudado al fisco una mareante cifra de dinero durante 30 años (hombre, que se escape a los inspectores durante 5 o 6 años vale, pero ¡30 años!, eso es un fallo intencionado de sistema).

Un sistema que ha rescatado bancos con cifras mil millonarias, cuyo resultado final es que el Estado en uno solo de estos rescates pierde 12.000 millones de euros, mientras no se encuentra solución para que miles de familias víctimas de desahucios, no se queden en la calle y en la completa ruina de por vida. Eso es una inacción intencionada del sistema.

Un sistema que no controla que por sus grietas se desangren las arcas mediante la utilización fraudulenta de fondos destinados a Expedientes de Regulación de Empleo o a formación. Eso son fallos sistémicos escasamente vigilados.

Y así, un largo etcétera de de acciones promovidas por el Estado en el marco legal del actual sistema, faltas de sentido común y dirigidas a favorecer a una minoría en vez de al bien común, que no hacen si no reafirmarme en que no me gusta este sistema y que estoy dispuesto a trabajar por cambiarlo.

¡Si el cojo manteca levantara la cabeza y viera quienes somos ahora los antisistema! Perdón, los “anti-este-sistema”.

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