Alegato en favor de la elegancia
Mi amigo Ángel Ramírez tiene una virtud (entre otras muchas que sería tedioso desgranar), cuál es la de ponerte a cavilar, hacerte dudar de convicciones que hasta hace dos días eran certezas inamovibles y que él logra hacer tambalear. Y uno, que es muy defensor de la duda como proceso, como estado imprescindible en el camino de la maduración, pues está agradecido de tener amigos que la siembren.
Resulta que en su última Caraba, se despacha con un alegato en defensa de las despedidas de soltero y de soltera que tras ser leído detenidamente, comprendido su argumentario y dejado reposar convenientemente, me hace dudar de mi visión de la cosa. El cómodo punto de partida en el que me encontraba era: No me gustan estas pandillas, su festoleo ridículo y su provocación vacua, no las quiero deambulando por mi ciudad.
Hete aquí que La Caraba viene a sembrar la duda y me hace plantearme una pregunta: ¿soy yo un conservador, puritano, moralista, sieso e inflexible, al no aceptar como bueno que la gente se pasee por mi ciudad con pollas en la frente?
Pues bien, en el propio artículo se dan razones suficientes para no comulgar con este tipo de manifestaciones, al estar trufadas de “machismo y gregarismo” y ser al fin y a la postre un “cutre-rito de paso”. No obstante, según parece, podrían representar la liberación necesaria, la recuperación del espacio público y la puesta a disposición del pueblo llano, del arte performativo, Ramírez dixit.
La cuestión es: ¿se puede hacer todo esto de manera más elegante? Y cuando digo elegante no me refiero a elegancia en el vestir, o sea “chaquetaycorbata”.
La elegancia está en la actitud. Erika Weise
Si estamos de acuerdo en que la elegancia es una “manera de estar”, atenta a tu entorno, comprendiéndolo, valorándolo; y una “manera de ser”, que fundamentalmente trataría de la coherencia con uno mismo, se puede ser elegante y provocador, elegante y raro, elegante y revolucionario, elegante y transgresor...
Se puede ser “raro” y dar color a la ciudad como lo hace el Sastre Modisto Bohemio de Santa Marina, o transgresor como lo fue Lord Byron, se puede provocar como lo hacen Beatriz Sánchez o Verónica Ruth Frías o se puede apropiar uno de la calle como lo hace Antonio Blázquez, y todo ello desde la coherencia con uno mismo y la elegancia de entender tu entorno para luego, sacar los pies del tiesto. No me aportan nada, no encuentro ningún interés en un grupo de personas que, para salirse de su monotonía y liberarse, hacen el gamba molestando hoy, y vuelven a su rutina mañana.
Por tanto, que cada cual haga lo que le parezca, por supuesto, pero conmigo no contéis para fomentar las despedidas de soltería (“si eso” en Feria o Carnaval). Prefiero tener una ciudad llena de raros, transgresores y provocadoras, elegantes. Y por supuesto, que vivan todos y todas los que nos hacen dudar.
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