El futbol es más fuerte que la insatisfacción de las gentes
Una vez finalizada la Copa Mundial de Futbol de 1934, celebrada en Italia, la mayoría de los árbitros que pitaron en la competición fueron sancionados en sus países de origen. Se les acusó de haberse dejado sobornar. La Copa del Mundo la ganó Italia. Un conocido hincha lo celebró por todo lo alto, Benito Mussolini. Era el presidente del gobierno italiano. Al comenzar el campeonato citó en la presidencia al general Giorgio Vaccaro, presidente de la Federación Italiana de Futbol, y le dijo: Italia debe ganar la Copa del Mundo, ¡es una orden!, ¡tenemos que ganar! Italia jugó los cuartos de final contra España. Y venció. Hubo zambullidas y simulaciones, goles ilícitos, faltas sin señalar... Venció Italia con la connivencia de los árbitros.
Antes, durante y después del campeonato se desarrolló una intensa campaña de propaganda en la que Mussolini hablaba de las esencias patrias. En sus discursos se refería con desprecio a los de arriba y se situaba junto a los de abajo. Simulaba una crítica (muy primaria) al capitalismo salvaje de los ricos. Aseguraba que solo la juventud sacaría al país de la decadencia y declaraba su amor hacia los jóvenes. El futbol se convertía en una poderosa herramienta para canalizar (y desviar) la insatisfacción de las gentes.
Joseph Blatter, presidente de la Federación Internacional de Asociaciones de Fútbol (FIFA), declaraba, el 24 de junio de 2013, que el futbol es más fuerte que la insatisfacción de las gentes. Este personaje (acérrimo hincha de Ángel María Villar) es un anciano con aspecto bondadoso que al mismo tiempo que negocia los derechos de venta exclusivos (con Coca Cola, VISA, Samsung, Adidas, Nike...) realiza campañas para acoger a los niños desamparados de África. Es la modernidad personificada. Ha convertido a la FIFA en uno de los instrumentos fundamentales que diseñan el futuro de las grandes corporaciones multinacionales. Allí donde hace falta invertir, explotar, esquilmar, reducir, acogotar o adormilar..., allí estará la FIFA y sus amistades globales. Marcan tendencia (es decir señalan lo que hay que hacer, donde hay que hacerlo y con quién). El propio secretario general de la FIFA, Jerôme Valcke, declaró el 29 de abril de 2013, que es mucho más fácil para nosotros los organizadores tener un hombre fuerte a la cabeza de un Estado, que pueda decidir (se estaba refiriendo a Vladimir Putin) que un país como Alemania donde es necesario negociar en demasiados niveles. Se agradece la enorme claridad.
Mientras tanto, en una dimensión más pequeña, el mundo del fútbol se entretiene y nos entretiene. Hinchas, directivos y jugadores nos ofrecen el mejor y mayor espectáculo. Es una actividad muy entretenida y popular. Todos ponen cara de no haber roto un plato en su vida. Sabemos que no es así pero los disculpamos (a los grandes y los pequeños) porque nos entretienen. ¿Y que otra cosa esperamos de la vida que un cierto entretenimiento? ¿O no?
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