Tiempos Difíciles para ser Mujer
El día de ayer, lejos de provocarme una gran sonrisa, me arrancaba del alma un profundo sentimiento de tristeza. Tristeza porque aún hoy, en pleno siglo XXI las mujeres seguimos en desigualdad laboral aun habiendo demostrado estar más que sobradamente preparadas. Que realizando el mismo trabajo que un hombre, con idéntica capacitación y formación, dedicándole las mismas horas, e incluso a veces, demostrando mejor productividad… ¿Cómo es posible que sigamos teniendo un sueldo casi un 20% inferior?
Se nos sigue penalizando por ser mujeres y no me explico muy bien cómo esto aún no ha cambiado, ¿por qué no se ponen los medios necesarios para que deje de ocurrir?, ¿por qué no existen aún leyes que prohíban estas diferencias salariales? Sí, leyes, porque mientras éstas no cambien, la Sociedad tampoco lo hará. Es triste.
Más triste es aún cuando además te encuentras que una mujer que ha sido madre es penalizada económicamente y en muchos casos laboralmente, pues en principio se presupone por defecto, que esa mujer dejará de ser productiva o disminuirá su productividad en proporción inversa al número de hijos que tenga. E incluso, asumiendo ya de entrada que esa disminución de productividad ha de hacerse efectiva sí o sí, te encuentras con el finiquito en tu mesa dando igual los años de tu vida que hayas dedicado a esa empresa, o las muchas horas de más (no remuneradas) que hayas echado en ella por amor a tu trabajo o al arte.
Triste es también, que una mujer autónoma no tenga derecho a una simple baja maternal y que a la semana de haber parido tenga que estar incorporada porque si no trabaja, no come su familia… ¿que me cuenten eso de qué manera protege a las mujeres y a la maternidad? Pero además, con el cargo de conciencia y la culpa a flor de piel por marcharte de casa cuando hay un bebé que te necesita en este momento, más que a nada ni nadie. Sentimiento de culpa por tener que entregar la crianza de tu hijo a otra persona, porque no existe una verdadera ley de conciliación familiar. Y sentimiento de culpa por tener que renunciar en otros casos a tu carrera laboral, esa que te llenaba enormemente antes de ser madre y esa por la que luchaste con tanto ahínco y con tantos años de formación y sacrificio, porque en tu balanza interna, tu conciencia se inclinaba hacia la demanda de tu hijo.
Igualmente triste es que acudas a una entrevista de trabajo y te pregunten ¿Está Vd. pensando en aumentar la familia próximamente? ¿ A cuántos hombres os preguntan eso? o que te quedes embarazada y tengas miedo de hacerlo público porque en el fondo ves peligrar tu contrato. Y que te cumpla ese contrato coincidiendo con tu embarazo o baja maternal y no te lo renueven porque “ya no precisamos más sus servicios” como vil excusa para ponerte de patitas en la calle con una mano delante y otra detrás. Y salen indemnes de esto, pues así nos va.
Pero por otra parte, se nos anima a las mujeres a ser madres porque se están dando cuenta de que la sociedad está envejeciendo a marchas forzadas, no me extraña. Pero no ponemos medios para que esas madres no resulten penalizadas por algo que además, es un bien común para la Sociedad. Basta de hipocresía, por favor.
Flaco favor nos hacen además las mujeres y políticas, que se supone que defienden nuestros intereses ante las instituciones, si éstas renuncian a su baja de maternidad por no dejar de ser competitivas laboralmente hablando. Esto es hundir en la miseria a las demás, además de tirar por tierra todos nuestros derechos y tantos años de lucha por la igualdad. Estas señoras, lo que deberían de hacer es luchar para que a su vuelta, todo estuviese igual que antes de marcharse para criar a su hijo.
Criar un hijo es cosa de dos, pero tampoco aquí la balanza queda equilibrada. Todavía hoy son pocos padres los que se cogen la baja maternal en lugar de sus compañeras, o faltan a su trabajo un día porque su hijo está encendido en fiebre, o al llegar a casa reparten el trabajo del hogar de forma equitativa y cuando digo equitativo, me refiero al 50 % exacto.
La mujeres seguimos llevando mucha carga, más de la que deberíamos por esa fortaleza innata que nos caracteriza (a pesar de que se nos ha negado por los siglos de los siglos, por ser el “sexo débil”) y porque nosotras mismas nos hemos entregado a la noble cruzada de demostrar que no lo somos. Culpa nuestra, en parte.
Ha de llegar ese día en que el reparto equitativo de tareas fuera y dentro de casa sea una realidad.
Ha de llegar ese día en que la implicación en la crianza de los hijos sea igualitaria entre hombres y mujeres.
Ha de llegar ese día en el que podamos compaginar crianza y trabajo sin que nos invadan sentimientos de culpa por estar fallando tanto en una, como en el otro.
Ha de llegar un día en que no se nos penalice laboral y económicamente por ser madres o simplemente por ser mujeres.
Ha de llegar el día en que se valore la capacidad laboral y organizativa de las mujeres.
Ha de llegar el día en el que por fin se entienda que no queremos más, sino que queremos lo mismo.
Ha de llegar un día en el que las mujeres digamos ¡¡basta ya….apáñense sin nosotras!!
Mientras esto “no ocurre”….movamos ficha nosotras.
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