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El timo del AVE

Fidel Del Campo

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Decir en Córdoba que el AVE es un gran timo parece sacrílego pero cualquier viajero que conozca las redes de otros países habrá reflexionado sobre el tema. Sí, es fantástico llegar a Sevilla en 45 minutos o plantarse en la costa del sol en una hora. Y es verdad que es factible pisar Cruz Conde y Gran Vía en poco más de dos horas y media gracias a este invento japonés, reelaborado por los franceses. Ante todo lo dicho no puedo añadir nada, pero la falta de gestión racional de muchos políticos ha convertido en caballo de Atila un medio de transporte que como complemento para determinadas distancias es válido pero que no puede convertirse en la única opción para todo un servicio público.

Hace unos días tuve que acercarme a Sevilla para unas gestiones de tarde. Los trenes regionales, pocos y lentos, no me venían bien por los horarios. Descartado el AVE, la opción más cara, solo quedaba pillar un Avant. Con descuento de periodista (algo de bueno debe de tener pertenecer a esta profesión), me salió el ida/vuelta mismo día por 30 euros. Lo siento, pero me parece una pasada. Algo así como aplicar unas tarifas de Noruega en un país cuyos salarios son cada vez más parecidos al Magreb. Si hablamos de Málaga la gracia supera los 40 y si se trata de Madrid ya jugamos con los 100 euritos para adelante, da igual que vayamos en un altaria en vez de AVE, el robo es similar. Y sobre las ofertas de la web, son pocas y fugaces. ¿Esto son precios de servicio público?. El problema se agrava ante la falta de opciones. En los casos de Sevilla y Málaga aún quedan regionales y medias distancias residuales pero para Madrid olvídate de alternativas. Simplemente las han eliminado. Habiendo como hay una vía convencional, la de Jaén-Despeñaperros de toda la vida, no hay ni una sola frecuencia de tren para pasajeros por esta ruta. Claro, con esta política resulta fácil vender la historia del éxito del AVE…

El esfuerzo inversor se ha centrado en unirlo TODO por AVE. Hasta hace nada aún se hablaba de conectar todas las capitales de provincia con el invento de marras. Está demostrado que estos trenes son viables en rutas de media distancia, no más de 400 kilómetros. ¿Qué competitividad frente al avión ofrecen por ejemplo los actuales Córdoba-Valencia o Córdoba-Barcelona?. Los billetes alcanzan a veces los 200 euros y los trayectos superan las cuatro horas.

Acercarse a Francia, patria de la alta velocidad con su TGV, o a Italia es aleccionador. Allí los trenes de gran velocidad existen y también se desarrollan pero no sirven para suprimir servicios convencionales. En Italia (y lo vivo continuamente cuando por allí viajo) para ir de una ciudad a otra siempre tienes hasta tres o cuatro tipos de trenes y rutas distintas. Desde el destartalado convoy con departamentos y sillones de cuero sintético hasta el más sofisticado Frecciarossa que conecta a toda velocidad ciudades como Milán, Roma o Nápoles. La opción siempre queda en manos del viajero, también el precio que está dispuesto a pagar. Y no hablemos de frecuencias, mucho más amplias que las que solemos tener aquí. Porque ese es otro punto…¿cómo es posible que el último tren que sale de Córdoba y por tanto de Andalucía hacia Madrid parta de nuestra estación a las 21.59?. Si necesitamos viajar de noche, por ejemplo para poder coger un vuelo en Barajas a primera hora de la mañana, no hay opciones. O vas en coche o pillas un bus. O lo peor, te tienes que quedar a dormir en Madrid con el consiguiente añadido a lo que te cuesta el vuelo.

A este despropósito hay que unir la política de dejadez, que viene de décadas, hacia los trenes regionales. Huelva y Almería siguen siendo islas de un departamento francés del Ultramar. Ir a Granada supone soportar con casi total seguridad algún transbordo decimonónico en Bobadilla y las velocidades de los trenes pueden rozar los 45 kilómetros hora de media en rutas como la que atraviesa la Sierra de Huelva camino de Zafra, en Badajoz.

El resultado final es que hemos gastado miles de millones de euros en una red de AVE digna de Star Trek a costa de un entramado de vías antiguas, trenes lentos y ninguna versatilidad de rutas y horarios en una red que languidece a la espera de su cierre o una privatización incierta.

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