San José de Costa Rica, una agradable desconocida
El turista que visita Costa Rica busca naturaleza, volcanes, playas y parques nacionales. San José suele ser sólo una parada breve, punto que considero injusto pues la ciudad bien merece un par de días. San José es tranquila y segura. Apta, incluso para ciclistas. No hay un tráfico exagerado, ni muchedumbres agobiantes. Aunque el área metropolitana supera el millón de habitantes, el núcleo histórico apenas roza los 300.000.
La capital de Costa Rica no tiene la monumentalidad de Lima, ni el cosmopolitismo de Buenos Aires pero tampoco le hace falta. Esta ciudad, enclavada en el Valle Central, escondida entre volcanes, respira tranquilidad y buena vida. Como parte del país es esencialmente europea con mucha influencia estadounidense, al ser mínimos los restos de cultura indígena. Rezuma una curiosa mezcla española, francesa e incluso belga, muy visible en sus edificios art decó, los parques del centro y el aire peatonal de sus calles. Los terremotos y su crecimiento moderno le dan un punto un destartalado, sin barrios definidos ni centros coloniales, pero no hay más que rascar para encontrarse con sorpresas...
El país. Os hablo de un país donde no hay Ejército. Aquí se gastan los dineros (pese a quien pese) en la educación y la sanidad públicas. A pesar de sus problemas, sigue siendo para muchos una especie de Suiza centroamericana, donde el Estado es fuerte y funciona. Hay clase media, cierto bienestar social y uno de los sistemas democráticos más estables del continente. La parte que deben pagar es que, al no tener más recursos que una potente agricultura, han basado su fuente de riqueza en el turismo. Las tres horas de vuelo desde Estados Unidos han convertido al país en un punto vacacional norteamericano y la asombrosa naturaleza ha sido explotada hasta el punto de que incluso para entrar en las mejores playas, dentro de parques nacionales, hay que sacar dólares de la cartera.
Imprescindibles en San José:
-Ir de parques y plazas. Una de las cosas más apetecibles del centro de San José son sus espacios abiertos. A pesar de lo desordenado de su arquitectura, conservan un aire muy art decó, con sus templetes, bancos y jardines. Están repletas de árboles y flores tropicales. Son geniales para esconderse del calor y de la lluvia, sobre todo en los meses de verano. Los domingos se llenan de vida y sirven para las múltiples actividades culturales que inundan la ciudad. Destaco el Parque Nacional, Morazán, el Central y el Parque España.
-Comer en una “soda”.Comer en una “soda” Es lo más sagrado para un “tico”, como se autodenominan los costarricenses. La versión de nuestras tabernas. Bares simples, con menús buenos, bonitos y baratos. Son geniales para acercarse a la comida costarricense casera, muy influída por los tópicos centroamericanos de la banana, el arroz, los frijoles, el cerdo y el pollo. Aparecen también las ricas tortillas de maíz o trigo y tímidamente algún pescado (esta tierra es más carnívora que otra cosa). Lo suyo es pedirse un “casado”, plato combinado con un poco de todo.
-Patear el centro. La ciudad vivió su expansión a inicios del XX, con los dineros de la ganadería y el boom de la banana.
Si paseas por la Avenida Central y entorno hay un buen muestrario de edificios históricos: el Teatro Nacional de Costa Rica es ejemplo perfecto, por cierto, con una programación que ya quisieran muchas ciudades europeas.
Muy europeo por dentro y con una genial cafetería. Especialmente bonito es el Teatro Variedades, de estilo neobarroco. Se conservan caserones, y un rosario de comercios entretenido a más no poder. Una recomendación: la librería Lehmann, un comercio que vende cultura desde hace 100 años, con sabor y un fantástico catálogo de literatura iberoamericana.
-Perderse en los mercados. Son varios pero destacan el Mercado Central, entre las avenidas 0 y 1, el mercado Borbón y el de Artesanías, en la plaza de la Democracia. Los dos primeros son para perderse horas. Disponen de decenas de puestos de frutas tropicales, verduras, pescado, carnes y un sinfín de especias. Son lugares llenos de olor y colores tropicales. El de Artesanías es perfecto para hacerse con los recuerdos de rigor al ser más baratos que en las tiendas turísticas del resto del país.
-Recomendación gafapastil. Para los hambrientos de cultura y varietés es obligado entrar en el Cenac. Es hogar del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo pero mucho más... se trata de una fábrica de ron del XIX reconvertida en espacio cultural gigante. Hay salas de exposiciones, espacios para el cine, la danza y el teatro y un programa continuado de actividades para todos los gustos. Allí mismo está la sede de ministerio de Cultura. Otro lugar para museomaníacos, es el del Oro, con un buen surtido de piezas precolombinas. Un ejemplo de lo que puede hacer una ciudad para fomentar la cultura popular y gratuita.
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