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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Riesgo de exclusión 'bancaria'

Cajeros de un banco.

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¿Dónde quedaron aquellos días en que ir a tu banco era poder ver al director? ¿dónde está ese interventor que te ofrecía un caramelo y luego te preguntaba que qué podía hacer por ti? ¿dónde quedaron los señores cajeros que contaban tu dinero primorosamente? ¿dónde esa sensación de que eras tú -y no ellos- el dueño de la cifra que aparecía en tu libreta de ahorro?

Ahora no solo no eres nadie para tu banco, sino que es como si alguien les hubiera dicho desde el mismo cielo, “tenéis que terminar con ellos, hay que aniquilar a los últimos imbéciles que osen venir a molestarnos”.

Porque de repente un día llegas a tu sucursal y resulta que, o ha desaparecido y hay una tienda de carcasas (! algún día sabremos el misterio de este mercado inagotable! ), o al entrar crees que te has equivocado y estás en la cuarta planta de muebles de diseño del Corte Inglés. Buscas el mostrador de la caja para ingresar y no está. Buscas a alguien que te de pistas de algo y nada. Y entonces aparece una señorita que dice: “¿tiene usted cita”“¿cita? ¿para ingresar mi dinero necesito cita? ”- respondes atónita- “los ingresos se hacen ahí” y sin mirarte señala con el dedo. Pero donde señala tu no ves a nadie. Lo que ves es el cuadro de mandos de la nave espacial de Star Trek. Una pantalla táctil, luces, ranuras de distintos tamaños y formas, una cámara de reconocimiento facial, opciones idiomáticas … y nadie que te diga cómo y por dónde.

Después de varios intentos, consigues introducir por una de las ranuras los billetes. Eso sí, muchos menos de los que llevas, porque una de las cosas que descubres es que tu banco es peor que Hacienda. ¿Ingresar en “tu” cuenta el dinero que te de la gana? Ni hablar. Solo de poquito en poquito. Exhausta y agotada y debiendo volver otro día a ingresar el resto, te marchas. Puede que incluso con el papelito que la máquina infernal “vomita” a cambio de tu dinero, solo si le ha dado a la opción correcta. 

Y entonces ocurre lo peor. Nadie te explica por qué, ni qué salió mal, o qué curso pagado por tu banco te perdiste, si resulta que ahora trabajas para ellos sustituyendo al cajero prejubilado, pero el caso es que el dinero no está en tu cuenta. Ni al día siguiente, ni al otro, ni una semana después. Tras quince días, cuatro llamadas de queja más tarde y hasta una denuncia en el juzgado de guardia, el dinero aparece, aunque nadie te pide disculpas, ni te explican qué pasó. Una apropiación indebida en toda regla. 

Y yo me pregunto… ¿qué no le estará pasando a personas de más edad y menos preparación? Es más, ¿cómo puede alguien que no tenga un doble master en operativa bancaria en varios idiomas, incluido el catalán, sobrevivir a esta infamia? La OCU acaba de denunciar la nueva medida que Caixabank exige a sus clientes (somos, visto lo visto, los enemigos): disponer de un smartphone y descargar y usar - si o si - una aplicación. Chin pum. ¿Qué si hay riesgo de exclusión bancaria? Total. Definitivamente, quiero que me declaren persona vulnerable y víctima de mi propio banco…! y exijo mi certificado de exclusión bancaria! 

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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