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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Ortega, París, Córdoba

Atardecer en el Sena en París

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Ahora vamos de fin de semana a París en aviones llenos de niños enfervorecidos con destino a EuroDisney, o incluso a pasear por el Sena a los atardeceres mágicos con el amor -de turno- de tu vida…! Cuanto le debemos a los vuelos low cost ! 

Resulta que este verano ha ocupado en nuestra maleta bibliográfica un lugar especial “La rebelión de las masas ” de Ortega y Gasset, descubriendo que hay cosas que no cambian. O tal vez será que los grandes filósofos tienen la mágica capacidad de escribir lo que tiempo después - puede que siglos - tú descubras. 

Y resulta, también, que estoy de visita en la ciudad de la luz, así que mientras enfilaba la Rue de Rivoli ha sido inevitable preguntarme ¿qué pensarían hace 86 años Ortega y Gasset, Marañón, Pío Baroja o Azorín cuando llegaron aquí? Esos españoles brillantes, cultos y eruditos, obligados a hacerlo, no por gusto como yo, sino por tener la etiqueta de liberales.

Una ciudad a la que llegaron, la misma que hoy recorro, ya entonces grandiosa y libre. Tenía hasta la gran noria -otra- de la Exposición Universal de 1.900 que también le sumó el Museo Orsay, el Petit y el Grand Palais y el puente Alejandro III. ¿Visitarían el Guernica de Picasso expuesto por primera vez aquí en 1937?

Y en esas estaba cuando comprendí que la experiencia empírica de defender personas, esa que me decía que no hay una verdad única, sino que cada uno tenemos la nuestra, Ortega ya la expresó así “hay tantas realidades como puntos de vista. El punto de vista crea el panorama”. Y que mi “chaqueterismo” político, consistente en votar a quien te dé la gana cada vez, sin sentirte secuestrando de un lado o del otro, también Ortega lo atisbó con aquello de “ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil”. 

Y es que la libertad para opinar, para decidir y hasta para cambiar, es lo más. Señores, que lo eterno no existe, ni las ideas son inmutables ¡Que no es eterno ni lo más valioso que tenemos! Y de nuevo Ortega acertó: “La vida humana eterna sería insoportable. Cobra valor precisamente porque su brevedad la aprieta, densifica y hace compacta”.  

Por cierto, Ortega pasó muchos inviernos en Córdoba, en el palacete de la avenida de Cervantes que su padre, Ortega Munilla, escritor, diputado, periodista y director de “El Imparcial”, casado con Dolores Gasset, la hija del fundador, mandó construir. El mismo palacete donde luego vivió Manolete y en el que hoy disfrutamos de un restaurante de altura, de cocina curiosamente con aire francés. En fin, alma parisina en Córdoba con el espíritu del torero y los ecos del gran filósofo. 

Y termino si de cocina hablamos. “Algunas personas enfocan su vida de modo que viven con entremeses y guarniciones. El plato principal nunca lo conocen” … Insuperable Ortega. Ustedes verán lo que comen. 

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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