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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

No me arrepiento de nada

No me arrepiento de nada

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Cuando llega noviembre me pongo melancólica, cuando llega un nuevo cumpleaños, siento miedo. Es entonces cuando releo el poema de Whitman, “Carpe diem”, que tanto ha inspirado mi vida y trato de reponerme. “Disfruta el pánico que provoca tener la vida por delante”, me susurra el poeta. Y casi siempre me vengo arriba, aunque sea consciente de que la libertad provoca miedo y la vida - y lo poco que nos queda-, mucho más. 

Mi perro conserva sus testículos por una imposición del otro macho de mi casa. Cuando lo llevamos a pasear a cualquier parque y lo soltamos, Glass sale corriendo, desbocado, en busca de amor y libertad y cuando desaparece de mi vista no puedo evitar sentirme angustiada y con miedo. El otro día de repente comprendí que el miedo que tenía al soltarlo era el miedo a perderlo, a que no regresara a mis pies nunca más, aún a sabiendas de que en esas cabalgadas, sin mirar atrás, Glass es realmente libre, e intensa e inmensamente feliz.

Creo que con los hijos ocurre lo mismo. Su libertad nos hace sentir miedo a que no vuelvan. Y es que la libertad de los que amamos nos provoca miedo al desapego, a que dejen de ser nuestros, incluso a su pérdida definitiva, sin entender que no se trata de libertad o pérdida, sino de libertad y felicidad. Como la felicidad de Glass cuando sale corriendo por el parque, con la esperanza de encontrar y amar, por fin, a la perra de su vida. 

La libertad, después de la vida, es el bien más preciado que tenemos, aunque cometamos a veces el error de vivir la segunda sin disfrutar realmente de la primera. La libertad de pensamiento, obra y omisión y su extraño carcelero. Nosotros mismos. Nos da miedo pensar, porque nos da miedo ser diferentes. Nos da miedo expresar en voz alta lo que pensamos, porque entonces, además, te cuelgan una etiqueta y muchas, demasiadas veces, nos da miedo hacer lo que hemos dicho que pensamos, porque entonces la condena de los otros puede ser implacable, incluso a cadena perpetua.

Con la edad dicen que aprendes a soportar las cadenas y mordazas de la vida, como Glass su correa al cuello, pero yo no lo creo. La opinión de otros no puede convertirnos en sus esclavos. A veces pienso si mereció la pena. A veces siento que fué y sigue siendo duro. Si, muy duro, pero confieso que no me arrepiento de nada. 

Cuando llega noviembre, Whitman siempre me susurra lo mismo al oído…

“No caigas en el peor error, el silencio.

La mayoría vive en un silencio espantoso.

No te resignes… No traiciones tus creencias.

No permitas que la vida

te pase por encima sin que la vivas“. 

Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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