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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Micromachismo, macrofeminismo

Madonna y Brad Pitt.

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Pues resulta que la estadística de la semana pasada era solo la punta del iceberg. Desbordada me sentí con tanto mensaje de mujeres que me escribieron para decirme “me too”. Hoy toca otra “tecla”, mucho más liviana pero real y tristemente cotidiana. La del micromachismo que sigue ahí soterrado.

Madonna ha sido criticada por su aspecto y su look en los premios Grammy. “Estoy atrapada en la discriminación por edad y la misoginia”, ha dicho y no le falta razón. Es cruel e injusto que tenga que defenderse, ni a los 64, ni a los 100 años de hacerse, colgarse o meterse lo que le dé la real gana. El problema es que la sociedad patriarcal ha marcado una línea en que la mujer deja de serlo, para ser solo una vieja y ni a la propia Madonna se le permite saltarla. Una línea que curiosamente no existe para los hombres, así que cumplan 90 años como “papuchi”.

Si eres Brad Pitt y te pones trajes rosas, gorros infumables y look de colores chillones y, además, celebras tu nueva ilusión, “treinta años más joven”, no pasa nada porque el tío sigue siendo “deseable” y “cojonudo” y hasta la revista HOLA remarca: “Algo ha cambiado en el estilo de Brad Pitt, ¿te has dado cuenta?”. ¡Como para no darse! Y es que ellos solo cambian de estilo, mientras nosotras nos convertimos en viejas y esperpentos de lo que fuimos. El micromachismo de la edad.

Están también las mujeres que hacen su trabajo con rigor, que no se dejan pisotear, que tiene criterio y lo manifiestan, perfeccionistas y que priorizan su faceta profesional o laboral. Si fueran hombres, serían los auténticos líderes, luchadores y admirados. Como son ellas, resulta que “la tía es una intensa ”. Mujer intensa, hombre crack. El micromachismo profesional.

El señor alcalde que dice de una ministra “tiene la boca llena de llagas de chupársela al coletas” (¿qué espera Feijó para echarlo del partido?) es la versión más asquerosa y soez de otro micromachismo, ese que anuda todo lo que nos pasa a nuestra vida sexual (y no cuenta la autosatisfacción). Las mujeres somos “falodependientes”, porque todo nuestro universo, nuestros éxitos o fracasos, si estamos felices o tristes, dependen casi en exclusiva de si estamos o no “mal folladas”. El micromachismo fálico le llamó, porque el falo es lo único que cuenta y nosotras dependemos y giramos en torno a este apéndice con vida propia que nos rige.

Finalmente tenemos el micromachismo del lenguaje. Ese que llama “coñazo” a todo lo insoportable y “cojonudo” a lo chachi pirulí; el del piropo en la situación más inapropiada; ese por el que un compañero te llama “muñeca ”en una sala de vistas y se queda tan ancho, o ese otro por el que un tipo va y te dice, tan fresco, “oye chocho ¿y esto como va? ”(sí, como lo oyen). En fin, que hasta para ser valiente y decir basta hay que “tener muchos cojones” y para sobrevivir en la vida hay que “echarle huevos”.

Propongo frente al micromachisno algo nuevo, el “macrofeminismo”, ese de ejecutar todas las veces que quieras una acción, una buena “peseta española” cada vez que algo así ocurra. Sin complejos, como la reina del pop.

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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