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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Génova y las “alcandoras”

Cayetana Álvarez de Toledo, en una visita a Córdoba

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No digo que me guste Cayetana, mas que ella ciertas ideas que defendió con vehemencia en su anterior etapa de adalid pepera. Lo que digo es que está en su perfecto derecho de opinar y escribir lo que le dé la gana sobre lo que haya vivido en esa etapa en la que pasó de ser “lo más” en el partido, a ser defenestrada del tirón. Como diría Umbral, está claro que ha vuelto para hablar de su libro. Y lo va a hacer. Es lo que tiene.

Y digo esto porque sin compartir -insisto- sus ideas, criticar a mujeres valientes que dicen lo que piensan, no está en mi código genético. Y Cayetana, otra cosa no sé, pero le echa riles al asunto, dice lo que cree y si hay un charco no lo salta. Se mete.

El otro día en una comida muy masculina a la que fui, salió a relucir un calificativo en desuso que solo se predica de las mujeres. Alcandora. Y me hizo gracia porque me recordó que de pequeña un tío mío me decía a menudo entre risas que era una “alcandora”, refiriéndose a ese hábito mío que ya entonces tenía de no callar nada, saltar sobre los charcos y meter la nariz en casi todo.

Aunque sé el enorme cariño que mi tío me tenía, no deja de ser sorprendente descubrir con la perspectiva del tiempo, como aún existen calificativos con sesgo peyorativo y de género. Sí, una alcandora es siempre una mujer, a la que se la tacha de ir donde no la llaman para enterarse de todo y conocer lo que está pasando. !Si fuera un hombre sería un intrépido descubridor!. En el “Libro del buen amor”, el Arcipreste utilizó la forma más primitiva del término, “handora”, la “callejera” y “alcahueta” que iba de un lado a otro con mensajes siempre negativos. Otra cosa es la “alqantura” andalusí, el blusón o camisa morisca de igual fonética.

Cayetana va diciendo de un lado a otro que la dirección nacional del PP pretende filtrar informaciones perjudiciales contra Ayuso. Y esta ha venido a Andalucía, al Congreso del PP, para brillar con luz propia, ser recibida entre aplausos interminables y, sin coincidir ni con García Egea, ni con Casado, decirle a Moreno lo que tiene que hacer. ¡Menudas alcandoras Cayetana e Isabelita!, que diría el Señor Casado.

Y es que tengo la sensación de que las mujeres que brillan demasiado, que no se conforman, que opinan, que hablan con franqueza y que salen de su zona de confort y van y dicen lo que creen, se vuelven incómodas y para algunos unas auténticas alcandoras. Tal vez así los machos alfas de su entorno justifican las zancadillas que les ponen al sentirse amenazados y, más aún, si creen que pueden ser literalmente devorados por ellas.

Si tengo que elegir, prefiero a las “alcandoras” de Génova, mucho antes que a los cobardes que tiran la piedra y esconden la mano. Y creo, sinceramente, que los votantes también. Señor Casado, Teodoro, guapetón, apártense, que vienen las alcandoras.

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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