Sí, esas estrellas que aparecen de repente moviéndose muy rápido, con luz brillante pero que desaparecen igual que llegaron. Visto y no visto. Y nada depende de ti.
Seguro que ustedes han visto alguna vez una estrella fugaz y se han quedado como nos quedamos todos. Fascinados un micro segundo y decepcionados el resto porque no puede ser que la cosa dure tan poco.
El otro día me compré un paraguas que al verlo me fascinó, cuando iba con mucha prisa camino de Sevilla. Pues resulta que cuando llegue a Hispalis, en donde diluviaba tanto como aquí - pero con mucha menos elegancia - fui a sacarlo y el paraguas ya no estaba. Y me dije: “¡Ha sido mi paraguas fugaz!”. Y entonces pensé en que la vida, mi vida, estaba plagada de “estrellas” fugaces en forma de paraguas, de personas, de actividades y por supuesto de relaciones de toda naturaleza. Sí, de esas también. Ya saben.
Y es que la vida es una sucesión de acontecimientos muchas veces fugaces y que muchas otras no dependen en absoluto de ti. Verán yo tenía una edad indecente, por joven y atrevida. Si, mucho más atrevida que ahora, cuando de repente un día de primavera, de esos en los que Córdoba es mucho más que Córdoba, al volver una esquina de una calle de la Judería, me topé con unos ojos azules italianos que me dejaron helada. Mis trenzas a cada lado de la cara y el gracejo andaluz de mis andares parece que a él también. Aquello duró un solo día. Tan mágico como fugaz. Meses después recibí un paquete desde Italia con un libro sobre arquitectura y Feng Shui. No lo entendí y tampoco lo pretendí. De vez en cuando aún lo releo y casi siempre descubro algo nuevo de la estela interesante de aquella fugacidad.
Hay también empresas y actividades que antes de acometerlas ya están muertas, o son sencillamente imposibles. Como esas estrellas de las que les hablo. Ustedes quieren hacer algo, o incluso sin querer alguien querido les llama para ello y ponen todo de si mismos, pero enseguida comprenden que no, que no puede ser, porque esa constante transformación que es la vida y en la que creen firmemente, está reñida con el inmovilismo, con el egoísmo pagado de sí mismo, con la falta de generosidad o de empatía. Así que voló, exactamente igual que mi paraguas, o el bello Davide.
Dicen que cuando ves una estrella fugaz debes formular un deseo. Dicen, también, que las estrellas fugaces anuncian cambios en la vida, nuevos horizontes e incluso que son la señal inequívoca del final de un ciclo. Yo lo creo firmemente. Y ahora cierren los ojos y piensen en las estrellas fugaces de su vida y descubran qué llegó después de ellas. Se sorprenderán.
Del Feng Shui les hablaré otro día.
Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada.
Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta.
¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.
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