Sí, estoy escatológica. Sufrimos una diarrea legislativa. El Real Decreto de medidas de sostenibilidad económica, que incluye un plan de ahorro energético, tiene treinta páginas de exposición para justificar 34 artículos que ocupan exactamente lo mismo que la “justificación”. Mal vamos.
Ayudas y más ayudas. Estupendas sobre el papel, pero ¿del bolsillo de quien saldrán? Y para colmo la polémica que hace correr ríos de tinta sobre la temperatura y los aires acondicionados solo ocupa un par de artículos. Y todo tan poco claro que aún no sabemos cuál será la temperatura correcta.
En fin, un mareo insufrible tras una diarrea incontenible. Y cada vez más decretos y reales decretos que me hacen sentirme pequeña e insegura. Pequeña porque me veo aplastada por un ordenamiento jurídico que como ciudadana no se si seré capaz de cumplir. Insegura porque me dedico a asesorar a otros sobre algo que se torna cada vez más inabarcable.
Para colmo, me pregunto ¿cómo sostener un sistema en el que pagamos impuestos cada vez menos y cada vez hay más “bonificados” en una pirámide demográfica invertida? Perdonadme amigos, pero no puedo dejar de pensar en todos los que cogéis el tren a diario para ir a Sevilla a vuestros importantes puestos de trabajo… ¿y ahora os vamos a pagar el tren? O en esos jubilados de pensión máxima, ahora incrementada… ¿tendrán también tren gratis para ir a la playa?
Una solidaridad mal entendida y unos repartos nefastos y demagógicos que no reparan, ni incentivan nada. No me creo insolidaria, confío en una democracia que favorezca a los más necesitados, jamás he solicitado una beca, ni una ayuda y las señoras que han ocupado mi sitio en casa, para que yo buscara el mío fuera, han estado siempre de alta.
Atiendo cada trimestre el IVA, el pago a cuenta, la renta, el impuesto de sociedades y el mazazo del IBI. Eso sí, me consuelo pensando, mientras cierro los ojos, que el dinero producto del sudor - no bonificado - de mi frente, va a esa operación de la persona que la necesita, a las obras de un colegio de barrio, a la carretera entre dos pueblos perdidos, o a contratar nuevos médicos.
Y como me lo creo, respiro hondo y sigo remando. Hacer más llevadera esa “pobreza sostenida ” que necesita mi ayuda merece la pena. Pero de ahí a favorecer sin criterio a quien no lo necesita, a tirar y a malgastar mi dinero, hay un abismo insondable que me hacer sentirme sencillamente gilipollas y una gran mierda seca.
Ni de derechas, ni de izquierdas. Aunque de Ortega y Gasset hablaré otro día, ya lo decía él: ser de la izquierda, como ser de la derecha, ambas, “son formas de hemiplejia moral ”. Por eso, los que somos del partido del “sentido común” solo pedimos que cuando llegan las diarreas legislativas no nos pillen enmedio, porque cuando el retortijón aprieta, amigos, sálvese el que pueda.
Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada.
Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta.
¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.
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