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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Y un día te enteras que hay otro (u otra)

Infieles.

Magdalena Entrenas

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“No hay motivo para engañar a una persona que quieres”, confesaba en directo y entre sollozos una chica rubia a Sandra Barneda en prime time. Gabriela, que así se llama, había descubierto las pruebas evidentes de que el cachas de su novio, un tal Álex, le había sido infiel. 

La isla de las tentaciones es ese programa que nadie dice que ve, pero del que sus debates están a diario hasta en la prensa política nacional, como si del último debate parlamentario se tratara. Y es que, en el fondo, no hay mucha diferencia. Una pandilla de infieles que sacan rendimiento a sus mentiras, mientras los demás solo observamos. Esta sociedad se está convirtiendo en una voyeurista impasible. 

El caso es que la frase de Gabriela tiene su aquel. No, claro que no hay motivo Gabriela, porque si te engañan es sencillamente porque no te quieren. Cada día escucho historias de desamor. Unas veces twinning, cuando los miembros de la pareja han llegado juntos la meta del desamor y otras muchas alone, cuando resulta que te quedas más solo que la una en eso del querer. Entender que no mereces el regalo envenenado de que se queden contigo por pena, es un gran avance. 

He visto parejas que a los cinco meses de la boda ya dinamitaron la relación con una infidelidad de cuarto de hora, mientras los padres aún pagaban la fastuosa boda. Pero resulta que, al rascar, era evidente que mucho antes del “sí quiero” ya hubo otros engaños. Oigo a menudo eso de “hubo alguien hace tiempo, pero a mí me sigue queriendo”. Y cuando pregunto si aún se ríen juntos, si se rascan la espalda bajo las sábanas, o si se hablan cada mañana, la respuesta casi siempre es un tímido no.

Y es que querer a otra persona es practicar las tres “ces”: confianza, complicidad y comunicación…y practicar todo el rock and roll que el cuerpo permita (sí, eso que están pensando). Y, cuando es así, esa relación es incompatible con el engaño y la infidelidad. Con aquello de oír las llaves y sentir indiferencia, o ganas irrefrenables de salir corriendo.

La infidelidad anudada al engaño (hay también parejas abiertas, parejas de conveniencia y hasta parejas “amigos de piso”, donde no hay engaño alguno ) no es muy diferente en otros ámbitos de la vida. Diste la vida por ese socio al que puede que rescataras de la mierda ¿y te roba la patente? o ¿te engaña con negocios a tus espaldas? Le enseñas a alguien todo lo que sabes y le das una oportunidad ¿y va y te hace la competencia sibilinamente? Le ofreces a un cliente tu mejor versión, completa lealtad y muchas horas de sueño ¿y a hurtadillas va y contrata a otro por tres duros menos? 

Amigos, la infidelidad, cualquier infidelidad, cuando te enteras de que hay otro u otra y tú seguías ahí in albis, tiene una sentencia inapelable: no te quieren. Gabriela acertó. Así que sí no quieren sentir alguna vez en la vida el desgarro de la infidelidad y el engaño, o son de los que creen en la lealtad hasta la muerte, les doy un consejo: adopten un perro. Son los únicos que nunca les pondrán los cuernos. 

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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