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La desamortización

Luis Medina

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Hace semanas que vengo apuntando un asunto que vamos a exponer hoy expresa y brevemente: La desamortización del Córdoba.

El hecho se está desarrollando a tres niveles: Deportivo, institucional e identitario. Para los que gustan de despreciar los análisis sólo porque el final de la película no les gusta (parece que hoy un razonamiento que lleve a una conclusión que no nos guste nada debe ser inmediatamente invalidado, por la incontestable razón de ser “catastrofista”), adelanto que los tres niveles tienen solución. Pero hoy, esta es la situación.

Desamortización deportiva. Es la más evidente. En aras del siempre razonable fin de disminuir la deuda, la promesa de vender sólo un jugador por temporada se ha traducido en una risión. Se han vendido tres: Javi Hervás, cerebro del equipo del año pasado; Borja García, dieciséis goles la temporada pasada; y Fernández, lateral derecho de la casa y con proyección. Además, se dejó ir sin compensación económica a Paco Jémez, artífice y líder moral y deportivo del cambio de imagen del Córdoba en la temporada anterior. Para completar el escenario, no siguen en el equipo ni Ximo Navarro (por no continuar cesión) ni Charles (buque insignia teórico del equipo al que no se quiso, supo o pudo retener -da igual, siempre ocurre así-), que hoy es pichichi de la categoría en Almería. Algo hay en la entidad para que él tampoco tuviera mucho interés en seguir. ¿Es posible que un equipo de segunda división con ajustadísimas restricciones económicas pueda resistir algo así sin resentirse seriamente? Decir que dejemos de mirar a la temporada pasada es no querer tener una imagen de conjunto de por qué ahora estamos como estamos. Recomponer el equipo era dificilísimo. Volver a motivar a un grupo cuyo efecto sorpresa y el hambre de su primera gran temporada han pasado, es más complicado. Hacerles pensar que son capaces de hacer algo para lo que tienen menos recursos y que, además, en cierta manera están más obligados a conseguir, ha sido, más que un reto, una losa para un grupo que aun con su mejor disposición en algunos momentos de la temporada, es muy frágil de fe. Las primeras fisuras en el vestuario llegaron, y las salidas de invierno han acabado por finiquitar cualquier atisbo de similitud con el año anterior. Las llegadas han aportado más bien poco, y sólo la irrupción de Fede Vico, aún irregular aunque esperanzadora, ha sumado realmente. Kiko Olivas y Armando aún deberán consolidar su aportación. Y Xisco, toda una esperanza, ha jugado (y ya estamos en marzo) poco más de treinta minutos.

Desamortización institucional. Suponemos que cuando Carlos González decidió hacerse con el Córdoba (a un precio irrisorio para un inversor interesado en el fútbol, por cierto) se documentó adecuadamente sobre el club, su realidad, sus posibilidades, su entorno, sus recursos... Por ello, ni en el mejor de los escenarios posibles, estoy seguro de que él no imaginaba que no se iba a perder masa social de socios, que el equipo iba a pelear por el ascenso desde la primera temporada de su mandato, que en la copa íbamos a tener largas andaduras con muy buenas taquillas ante Betis, Espanyol, Real Sociedad, y excepcional ante el Barcelona, todo un sueño para la ciudad. Tampoco creo que entrara en sus cálculos reales la venta de dos jugadores por cifras bastante superiores al millón de euros, y un tercero por medio millón (en números redondos) quedándose un importante pellizco de un futuro pase. Con todo eso, aún seguimos en las estrecheces económicas, en las promesas sobre noticias relacionadas con terrenos y ciudad deportiva, en las malas relaciones con los medios de la ciudad (menos con uno), en un desencuentro crónico con el Ayuntamiento, en una burbuja de cargos de confianza con personas de poca raigambre local. ¿Cuál era su plan si en el mejor escenario contextual no hay signos de apuesta real por el club? ¿Dónde está ese mínimo gesto, esa mínima inversión (se supone que es un inversor, no sólo un gestor) encaminada a pelear el ascenso en el año en que más barato se presenta, deportivamente hablando, al menos que yo recuerde? Y lo peor de todo: No hay alternativa. Si González diera un paso al lado: ¿Hay alguien dispuesto a darlo hacia delante y hacerse con el club? ¿Alguien que no sea Víctor de Aldama (no, por favor) y su ridículo cheque encasquillado aún en el limbo de las transferencias transoceánicas? Mientras, y a pesar de la imagen deportiva de un Córdoba acomodado en la parte alta de la clasificación, que quiere la pelota, y todo ese estribillo, los jugadores que queremos traer no suelen querer venir. Somos poco seductores. Un club desamortizado.

Desamortización identitaria. Si consideramos diversos aspectos de todo lo comentado anteriormente, tenemos un tercer panorama más triste. Si el proyecto de Carlos González se cimentaba (como él mismo presumía en sus primeros meses) en gente de la casa, fundamentalmente en Paco Jémez, hoy queda bien poco de eso. El nuevo hombre fuerte del club es Alfredo Duro, que no sabe lo que es el Córdoba (lo peor es que pensará que no es nada, a tenor de sus tuits y comentarios, y que su Historia se ha creado siendo sextos una temporada).

Paco ya no está. Luna Eslava ha sido arrinconado hasta que ha salido del sistema. Javi Hervás y Fernández, valores de la casa, vendidos. La renovación de Fuentes es casi imposible, y el traspaso de Fede Vico, es la gran esperanza de esa máquina de vender que es Carlos González. Pepe Díaz se ha ido por las fisuras del vestuario. Las renovaciones se han centrado en jugadores como Cristian, López Garai, Sáizar... cuya edad no es proyecto de futuro. Nadie niega que el Córdoba deba ser club vendedor. Pero esto se parece mucho a una liquidación. Hacer todo esto en sólo un año y esperar pelear por objetivos deportivos, es esperar un milagro que, para colmo y esperanza de todos, aún no es imposible dado el nivel de la categoría este año. Del Córdoba y de Córdoba, queda Berges (ya cercado por los resultados y el lobby madrileño de la dirección), Alberto Aguilar y los mínimos minutos de Javi Cabezas, además de los casos ya mencionados de Fede Vico y Fuentes. Gaspar ya no cuenta.

Con todas estas desamortizaciones, pretender ser regulares en resultados y seguir aspirando al play-off se nos antoja posible, pero cada vez más improbable. No le ganamos a casi ningún rival de la parte alta. Estamos en manos del trabajo ingente de un Berges cariacontecido y de la enfermiza autoestima del grupo de jugadores. Aún así, ahí estamos. Y con la deuda muy adelgazada (esperamos). Y con el filial aspirando al ascenso. Por eso, no debería haber razón para el catastrofismo. Pero no se puede mirar hacia otro lado. El club está jugando a la ruleta rusa.

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