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El conductor suicida

Luis Medina

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Tengo muchos amigos madridistas (perdón por el eufemismo). La mayoría, en contra de la división de opiniones que parece desprenderse (no sé si interesadamente) de las entrevistas en la puerta del Bernabéu, parecen hastiados de la tensión continua a la que Mourinho ha sometido a todas las instancias del club desde su llegada. Con gracia (no demasiada), sin ella, con razón (a veces), sin ella (muchas), siempre con excusas, nunca es responsable de lo negativo del equipo. Encuentra culpables con facilidad aunque le gusta señalar disparando al aire. Llegó con fama de trabajador nato y hace tiempo que me resulta imposible imaginarlo con ilusión por entrenar. Basta ver su gesto en el banquillo. Una y otra vez. Un partido tras otro. Desprende una halitosis gestual difícil de superar o imitar. En eso es el verdadero Special One. Supuestamente caracterizado por ser idolatrado por los jugadores que ha tenido a sus órdenes, me pregunto con cuáles de los de la actual plantilla no ha tenido problemas.

Lo que me resulta más extraño es imaginar que alguien se sienta engañado. Esto es lo que fichó el Real Madrid. Vendió su alma al diablo por ganarle algo a un Barcelona que aterra, tan poca era la costumbre de no ser los mejores, los más señores, los primeros en cualquier consideración. El club con más títulos, con más historial, debería ser el de menos urgencias. Pero Florentino Pérez ha vuelto a equivocarse, esta vez en su segundo proyecto, justamente por no considerar el aspecto deportivo como la clave del éxito. También en el fútbol. Sobre todo en el fútbol. La pasión de millones de seguidores no se inflama con nuevos modelos de camisetas ni con polémicas. Obsesionado por coleccionar cromos a ser posible de países diferentes para tener más seguidores, ha despreciad0 la cantera (en eso Mourinho también ha demostrado ser el entrenador idóneo de Florentino) como apuesta real, seleccionando mal sus jugadores, primando los intereses de determinados representantes y provocando él mismo la inflación de los precios de jugadores españoles las pocas veces que, con más publicidad que convicción, ha intentado contratarlos. Llegué a ver a Villa dado por fichado y vestido de blanco (era un montaje, claro) en una portada de la prensa afín. El peor de los errores, ha sido permitir la diáspora de personas y exjugadores ligados desde siempre al club ante los intereses de los advenedizos de turno. Es realmente llamativa la facilidad que ha tenido en estos últimos años para escoger siempre el camino opuesto al correcto. El contrario al sentido común. El conductor suicida. Hoy, que en el fútbol está casi todo inventado, la diferencia se marca con la implicación y la identificación. Y lo que es más triste es que no aprecien que, además, es el camino más seguro al triunfo si se tiene la paciencia para esperar un momento idóneo. El de un ciclo sólido por encima de los títulos esporádicos.

Hoy, el madridismo es una sombra rebuscando excusas para seguir con ilusión el fútbol nuestro de cada día.  Mis amigos se preguntan si merece la pena este otro fútbol, mientras afinan trabajosamente el florete dialéctico en imposibles discusiones de café.

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