Aquí un amigo
Ver a Víctor Valdés desquiciado pidiendo la tarjeta roja a gritos. Ver a Messi deambulando por el campo siempre que no tenga el balón en los pies (y últimamente casi con él). Ver a Roura en el banquillo. Oir a Roura en las ruedas de prensa. Ver a Mascherano de central ya sin condescendencia. Ver al equipo agotado. Ver a los jugadores azulgrana corriendo tras el árbitro. No ver a Xavi, física o figuradamente. Ver a los amigos culés aferrados a un penalti que pudo ser y no fue. Ver las declaraciones oficiales tras el partido, satisfechos con su actitud, contentos tras la derrota. Verlos con miedo a que la eternidad esté llegando a su fin. Verlos con la nostalgia de estreno y desenvolviendo la melancolía.
¿Cómo ha cambiado el cuento!
Ningún ciclo es eterno. Pero el barcelonismo, poco habituado a la hegemonía, pensó que la Masía había inventado la pócima infalible, un “para siempre” que nunca da para tanto.
Este equipo dará todavía buenas bocanadas a su hierba de fantasía. Pero avisados están. Esto pasará más pronto que tarde. Y el único consuelo será saber que, tarde o temprano, volverán a tener su momento. Siempre será así. ¿Saben por qué lo sé?
Cuando Zidane marcó por la escuadra con su mítica volea el gol de la novena copa de Europa, tras la euforia y la felicidad absoluta, una inquietud me invadió el ánimo. Saber, cuando estás arriba, qué es lo que quedaba por delante. Por eso, porque lo he vivido, sepan mis amigos culés que aquí me tienen para lo que necesiten. Un café, una charla, un desahogo, o años de Historia futbolística.
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