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Sobre este blog

Sergio Gracia Montes es graduado en Derecho por la Universidad de Córdoba. En 2018 impulsa desde Córdoba el Centro de Investigación de la Extrema Derecha (Cinved), con el que analiza y estudia los movimientos populistas y extremistas en España y a nivel internacional. Gracia cuenta con amplia formación en materia religiosa, política y de derechos humanos, e interviene en medios nacionales (Cuatro, La Sexta, Huffington Post, El Independiente, El Confidencial o El Temps) como experto en fanatismos y movimientos de ultraderecha.

Redes sociales o cómo fabricar un radical desde el anonimato

Varias apps de redes sociales en un teléfono móvil.

Sergio Gracia

31 de julio de 2024 19:58 h

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Es un hecho que las redes sociales se han convertido en campos de batalla en el sentido más amplio de la palabra, favoreciendo con ello la polarización, la radicalización y la crispación, facilitando la aparición de burbujas informativas donde se refuerzan determinados puntos de vista.

Estas burbujas informativas a través del anonimato en las redes suelen facilitar a menudo ciertos tipos de abusos y conductas perjudiciales, como el acoso, amenazas, divulgación no autorizada de información privada, discursos de odio e incluso, el acceso a material de índole terrorista.

Es un hecho que las diferentes redes sociales, están repletas de pirómanos intelectuales que buscan prender la mecha del odio y la violencia contra grupos minoritarios o colectivos concretos.

En los últimos años hemos asistido a diferentes detenciones en países de nuestro entorno de jóvenes y adolescentes vinculados con grupos de extrema derecha y/o neonazis que tenían planes para llevar a cabo actos terroristas en busca de “objetivos políticos”.

El más reciente fue hace unos días, cuando los servicios de seguridad franceses detuvieron a un joven de 18 años de extrema derecha sospechoso de planear atentados durante los Juegos Olímpicos de París. El joven era administrador de un grupo de Telegram llamado “División aria francesa”.

A finales de mayo de este mismo año, un chico de 14 años fue arrestado en Londres por un delito de terrorismo vinculado con la extrema derecha. En julio, otro joven de 16 años fue condenado por escribir eslóganes de extrema derecha en un examen. El adolescente admitió 10 delitos, descubriendo la policía que el joven interactuó en 78 chats de la plataforma Telegram.

En 2021, un chico de 16 años fue condenado después de liderar el brazo británico de División Feuerkrieg, descargando su primer manual para fabricar bombas cuando tenía 13 años.

Sin olvidar el atentado perpetrado por Brenton Tarrant contra una mezquita en la localidad de Christchurch, retrasmitido en tiempo real a través de una cámara GoPro en Facebook Live como si fuera un videojuego, o la masacre de Bufalo llevada a cabo por Payton Gendron emitido en directo por Twitch mediante una cámara conectada a su casco.

Mientras tanto en España asistimos impasibles a cómo a través de canales telegram de alborotadores ultraderechistas se piden levantamientos militares, o directamente a asesinar a políticos a los que se les mandan balas en sobres mientras circulan por ahí videos y pdfs cuanto menos inquietantes, además de que militares “nostálgicos” de la Dictadura franquista firmen manifiestos en los que reclaman al Ejército que destituya al Presidente del Gobierno.

El hilo conductor de todos ellos, internet y las redes sociales, porque whatsapp aunque no se perciba así por la mayoría, también es una red social.

¿Cómo hemos llegado a este punto? Las redes ofrecen velocidad, aumentan la complejidad y reducen el costo de compartir información. A ello debemos sumarle la posibilidad de actuar en red a nivel internacional entre individuos de diferentes países.

A lo que debemos añadir la espectacularidad de retrasmitir en directo mediante cámaras de alta definición, donde el impacto que nos proporciona parezca que estamos en una película, donde las redes sociales son el vehículo de difusión perfecto.

Pero no queda aquí la cosa, todavía hay un pilar más para conseguir el objetivo de llegar a más potenciales seguidores. Ese pilar es la publicidad gratuita que dan los medios de comunicación, qué al exponer el material, aumentan la publicidad y notoriedad del fenómeno y/o grupos, donde muchos adolescentes se pueden sentir atraídos y querer ser parte del “movimiento” en busca de nuevas aventuras, seguidores o likes.

¿Hemos terminado aquí con el problema? Por supuesto que no, aún quedan más aristas de individuos “incomprendidos” que buscan en el terrorismo ultraderechista su válvula de escape.

El mundo virtual también da cabida al movimiento incel siendo este parte de la “manosfera”. Este movimiento ve la luz en canales y foros en línea como Reddit y 4chan, y que en los últimos años ha virado a otras plataformas como YouTube y TikTok.

Las redes en general y tik tok en particular, están fracasando a la hora de combatir la radicalización en línea, la inducción a las autolesiones, así como la desinformación, y eso es un hecho. Lo cual parece que es más un tema de desinterés por parte de las plataformas, porque eliminar determinados videos que han sido vistos por millones de adolescentes y que están más que descargados, desde luego no es combatir ningún problema.

Pero si pensábamos que ya estaba el puzle completo, aún podemos añadir una nueva pieza, ya que aquí no se puede olvidar la contribución totalmente desinteresada que aporta al incremento del radicalismo ultraderechista la inteligencia artificial, donde los extremistas están desarrollando sus propias IA buscando con ello intensificar la radicalización.

¿Cuáles son los principales objetivos de los extremistas al utilizar la inteligencia artificial? Por supuesto el principal de ellos es captar nuevos seguidores para la causa, además de crear nuevos discursos de odio que sean más atractivos/eficaces, donde los seguidores se radicalicen a mayor velocidad. Donde en su punto de mira están principalmente mujeres, musulmanes, inmigrantes, homosexuales y personas sin techo.

La unión de redes sociales con tecnología de última generación, han alterado los parámetros habituales de construcción de la opinión publica. No podemos ser hipócritas ni mirar para otro lado, acceder a un mundo de odio en línea hoy en día es tan fácil como apretar un botón, y todo ello es impulsado y potenciado por actores políticos, sociales y económicos, mediante discursos catastrofistas y apocalípticos, donde tienden a acusar al otro de los males y epidemias de nuestro tiempo, donde ninguno asume la culpa de esos males ni de los problemas actuales.

La solución seguramente no sea eliminar completamente el anonimato, sino desarrollar políticas y herramientas que mitiguen los abusos sin comprometer los aspectos positivos. Esto requiere un equilibrio cuidadoso entre la protección de los usuarios y el respeto a derechos fundamentales como la privacidad y la libertad de expresión.

Por ello, es importante prestar atención a la seguridad en el uso de Internet y las TIC, especialmente por parte de menores de edad, para prevenir y mitigar los efectos dañinos de la violencia digital.

Las redes sociales deben ser espacios de diálogo respetuoso y constructivo, no de ataques infundados. Combatir la propagación de odio, el intercambio de material violento y/o de índole terrorista y la desinformación en línea que pueda llevar a lo anterior, es un reto importante para mantener un entorno más sano y seguro para todos.

Sobre este blog

Sergio Gracia Montes es graduado en Derecho por la Universidad de Córdoba. En 2018 impulsa desde Córdoba el Centro de Investigación de la Extrema Derecha (Cinved), con el que analiza y estudia los movimientos populistas y extremistas en España y a nivel internacional. Gracia cuenta con amplia formación en materia religiosa, política y de derechos humanos, e interviene en medios nacionales (Cuatro, La Sexta, Huffington Post, El Independiente, El Confidencial o El Temps) como experto en fanatismos y movimientos de ultraderecha.

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