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Yordi: El zarpazo final del Tigre de San Fernando

Paco Merino

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Cuando el Córdoba CF anunció el fichaje de Jorge González Díaz (San Fernando, Cádiz, 1974), allá por el verano del 2008, un ramalazo de placer sacudió el castigado ánimo del ala más dura de los seguidores blanquiverdes -que vienen a ser casi todos, seguramente-. Y fue así por un puñado de buenas razones. La principal, que se trataba de un futbolista contrastado, con un expediente lustroso, de esos que encandilan con la simple mención de su nombre y ejercen -o eso creen los responsables del marketing futbolero más añejos- un efecto de atracción brutal para nuevos abonados. Había sido máximo goleador de la categoría, firmando veinte de los 41 goles que marcó el Xerez Deportivo, un histórico en perpetua convulsion que eludió de modo agónico el descenso con los zarpazos del Tigre de San Fernando.

El Córdoba también se salvó de manera tortuosa, con un empate en Anoeta ante la Real Sociedad y un angustioso epílogo a muchos kilómetros de allí, en Alicante: Abraham Paz, por entonces en el Cádiz, falló un penalti en el descuento cuya transformación hubiese supuesto la caída al abismo del Córdoba y la salvación de los del Carranza. Días después, el club cadista presentó una reclamación por alineación indebida de Kiko Femenía en el Hércules. Si los jueces deportivos le daban por ganado el partido ante los alicantinos, como solicitaban los amarillos, el Córdoba pagaba el error de otros y se iba a de cabeza a Segunda B. El partido no había terminado. Siguió jugándose con una farragosa prórroga en los despachos... y el adversario era el Cádiz. De locos.

Fue un verano de horrible tensión, con el presidente Campanero en un sinvivir permanente cada vez que sonaba el chirrido del fax en las oficinas del club. Oficialmente, el Córdoba estaba en el limbo. No se sabía en qué categoría iba a jugar la próxima temporada. Eso convirtió la política de fichajes en un asunto complejo, con tintes disparatados. Nadie quería embarcarse en la aventura -poco fiable, todo hay que decirlo, por las circunstancias comentadas y por alguna que otra más- del Córdoba. En medio de ese escenario, y tras una oferta poderosa de por medio, Yordi dijo que sí, que dejaba el Xerez -donde le idolatraban- para convertirse en la referencia del ataque en el equipo blanquiverde, un clásico en las peleas por eludir el descenso en las últimas jornadas. El cordobesismo, perplejo por las reclamaciones del Cádiz y aún en estado de shock por una de las salvaciones más rocambolescas y dramáticas en la historia del fútbol español, entendió el fichaje de Yordi como una declaración de intenciones. El club quería dejar de ser un paria de la Liga. Aquel mensaje sentó bien. Pero luego...

“Si las lesiones me respetan y estoy en forma, consigo mi número de goles. Estoy dispuesto a meter entre 15 y 20. Con esas condiciones, los goles están garantizados”, dijo Yordi -que por entonces ya era Jorge, tras un cambio de nombre en la camiseta que le había traído suerte en Xerez- a su llegada al club blanquiverde. Era la estrella. El jugador franquicia. Y lo sabía. “Para mí, la responsabilidad de los goles es algo normal en mi vida. Siempre he jugado de 9. No me pesa para nada. Ya fui Pichichi en otra ocasión con el Atlético de Madrid B y he seguido marcando. Ahora lo que deseo es incrementar mis números con el Córdoba”, explicaba el futbolista gaditano, uno de esos arietes clásicos de alta cotización en equipos con aspiraciones de ascenso. Un tanque. Un rematador. En el Córdoba se relamían. José González, el entrenador, fiaba su apuesta al acierto de este reputado finalizador. Todo se torció pronto. En las carreras de calentamiento del primer partido de Liga, en El Arcángel, un 30 de agosto ante el Hércules. Yordi se echó mano a la pantorrilla con gestos de dolor. Rotura muscular en el gemelo de la pierna izquierda. El Córdoba perdió por 0-3. No se recuperó el delantero para el siguiente partido. Ni para el posterior. Regresó a una convocatoria ya en octubre, cuando el equipo andaba metidosen líos gordos en la clasificación y con el inquilino del banquillo en entredicho.

La ausencia del goleador fue una bomba en la línea de flotación de un Córdoba que había desembolsado una buena cantidad en fichajes y que contaba con un plantel de rango: estaban por ahí Raúl Navas, Gaspar, Pierini, Cristian Álvarez, Arteaga, Asen, Ito, Carpintero, José Vega... Para la punta se gastaron bien los cuartos. Cuando Yordi se rompió todos miraron a Gastón Casas, pero el argentino no andaba fino. Metió dos goles en 13 partidos y lo mandaron al Ionikos griego en invierno para traerse a Natalio, cedido por el Almería. Éste firmó dos. Oberman, otro refuerzo para la vanguardia, ni se estrenó en el aspecto realizador. ¿Y Yordi? Pues acabó jugando 27 de los 42 partidos, 11 de ellos saliendo del banquillo, y presentó una tarjeta final de 5 goles. Una campaña decepcionante. Yordi nunca encontró su mejor forma, ni la estabilidad suficiente -a José González lo despidieron y entró en su sitio Luna Eslava- para aumentar su producción. Ni le respetaron las lesiones ni le acompañó el ambiente cada vez más turbio en un equipo que no cumplía las expectativas.

El Córdoba terminó en el puesto 13 y el Xerez, al que Yordi había salvado del descenso con sus goles en la temporada anterior, fue campeón y ascendió a Primera División. Aunque aún le quedaba una temporada de contrato con el Córdoba, llegó a un acuerdo con el club para dejarlo. Y fue con todas las consecuencias. Cogió la maleta y volvió a su tierra, San Fernando. Entrenó con el equipo de la Isla, recibió aplausos y homenajes y seguramente entendió que había llegado el momento de decir adiós. No volvió a disputar un partido más como profesional. Atrás quedaba una trayectoria de 17 años desde que empezó en el Sevilla y pasó por el Atlético de Madrid B, Zaragoza, Blackburn Rovers, Getafe, Mallorca, Xerez Deportivo y Córdoba, con dos Copas del Rey ganadas con el equipo maño, una Copa de la Liga inglesa con el Blackburn y un par de trofeos de máximo goleador de Segunda: uno con 22 años, defendiendo al Atlético B, y otro con 33, en el Xerez.

Yordigol decidió terminar con todo. Desde la playa, con sus amigos y su familia, recuerda de vez en cuando el último partido que jugó: fue con el Córdoba en La Romareda, un 13 de junio de 2009, exactamente el día en que el Zaragoza -el equipo en el que jugó siete campañas y fue campeón- ratificó su retorno a Primera. Los maños vencieron por 3-1 y Yordi, el antiguo héroe ahora convertido en Jorge, recibió su última gran ovación cuando salió a falta de veinte minutos sustituyendo al central Aurelio. Quizá durante esas últimas carreras en el estadio en el que tocó el cielo, contemplando cómo sus herederos con la camiseta zaragocista paladeaban el inigualable sabor de un ascenso, Jorge González comprendió que no había mejor capítulo final para su vida de futbolista.

Game over.

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