Álvaro Cejudo, el pontanés al que veneran en Osasuna
Lo suyo es una historia clásica de superación, uno de esos cuentos que los entrenadores veteranos relatan en la intimidad del vestuario a los chicos que empiezan para motivarles. El sueño americano con acento pontanés. Se puede. Vaya que sí. Aunque el éxito no es gratuito. A Álvaro Cejudo Carmona (Puente Genil, 1984) le dio muchas vueltas la vida antes llegar a la Primera División. Lo de jugar en grandes estadios y salir en la portada de los periódicos deportivos era una aspiración infantil que compartía con los chavales del equipo de su pueblo, la AD San Fermín. Con ellos experimentó esa imborrable sensación de poder que otorgan los títulos cuando eres niño. No existe el dinero, ni la rivalidad, ni el ego. Sólo juegas con los amigos.
Álvaro sobresalía como alevín, infantil y cadete. En Puente Genil y también en la selección de Córdoba, con la que jugó el Campeonato de Andalucía y rápidamente fue captado, como es norma en este tipo de torneos-escaparate de cantera, por un grande: el Real Betis. Allí completó su formación y escaló hasta el filial de Segunda División B, aunque también tuvo una etapa de cesión al Coria, de Tercera. Superó una lesión de pubis y una reclusión momentánea en el Betis C para levantar el vuelo y ganarse el favor de Lorenzo Serra Ferrer, que le llamó varias veces para entrenar con el primer equipo. Pero volvió a Tercera. Tenía que tomar una decisión. Y lo hizo. Con 23 años fichó por la AD Ceuta, de la Segunda B.
Dos cursos excelentes en el club norteafricano, donde fue titular indiscutible, le valieron el salto a Segunda A. Lo llamó la UD Las Palmas, un clásico, donde se puso a las órdenes del experto y carismático Sergio Kresic, un técnico exigente que rápidamente le dio mando en plaza. El equipo, sin embargo, no lograba la fórmula para desligarse de los problemas clasificatorios. A falta de diez jornadas, el preparador croata fue despedido. Y llegó Paco Jémez, un paisano y un nombre fundamental en su trayectoria. Con el ex internacional cordobés, Álvaro Cejudo vivió la explosión de su juego. Integrado como extremo derecho, fue miembro de una formación extraordinaria en su estilo, un grupo enloquecido que hacía del fútbol de ataque un sello que atraía pasiones y recelos. Eran los inicios de Paco Jémez, un revolucionario que hacía del riesgo compartido una filosofía. Cejudo era una de las piezas básicas de una Unión que marcaba y recibía goles en cantidades industriales, una cuestión que terminaría pasando factura a Paco Jémez. Pero antes iba a producirse una de esas carambolas del destino que cambian vidas.
En invierno del 2010, el Atlético Osasuna se veía obligado -la oferta era potente y el futbolista iba a quedar libre en junio- a vender a Juanfran al Atlético de Madrid, que pagó por él 5 millones de euros. El conjunto navarro, cuya marcha no era precisamente boyante en Primera, necesitaba un recambio. Su técnico, José Antonio Camacho, fruncía el gesto aún más de lo habitual ante la dificultad de tapar el boquete que dejaba en su esquema la marcha de un jugador básico. Paco Jémez, ex discípulo y amigo del entrenador de Cieza, le habló maravillas sobre un chaval que tenía en su equipo. Un tal Cejudo, de Puente Genil, que había llegado del Ceuta de Segunda B y que nunca había jugado un solo partido en la élite a sus 26 años. El traspaso no despertó precisamente entusiasmo en los seguidores rojillos, inquietos ante el movimiento en el mercado invernal. El chaval llegaba por un precio módico y aquejado por una lesión muscular que le impidió debutar hasta varias semanas después.
“Espero poder suplir bien a Juanfran. No tengo experiencia en Primera División pero vengo de un club donde hay mucha presión y mucha afición en la ciudad. Mi intención es recuperarme lo antes posible para estar a disposición del entrenador. Mi objetivo es trabajar para ayudar al equipo; no he jugado nunca en Primera pero si cojo experiencia puedo aportar bastante. Jugaré mejor o peor pero por trabajo y sacrificio no va a quedar. Vengo a aportar mi granito de arena para que el equipo esté lo más arriba posible”. Así habló Álvaro Cejudo el día de su presentación, sosteniendo la zamarra rojilla al tiempo que estrechaba la mano del presidente Patxi Izco ante los flashes y las cámaras de televisión. En dos años había saltado de Segunda B a Primera. Desde el mismo día en que puso el pie en el césped, un 2 de marzo de 2011 ante el Deportivo, todo el mundo en Osasuna supo que su fichaje había sido un buen negocio.
Cejudo se erigió en un auténtico líder en el conjunto de Mendilíbar, que encontró en él talento, calidad y un entusiasmo que contagió al alicaído grupo osasunista. En 13 jornadas, todas ellas como titular, el pontanés contribuyó de forma decisiva a salvar a un equipo que se había metido en graves problemas durante el periodo de Camacho en la dirección. En el Reyno de Navarra se enamoraron rápidamente de un futbolista que llegaba desde muy lejos, de un pueblo de Córdoba, y que había salido de la península para labrarse un porvenir en Ceuta y en Canarias. Aquel joven trotamundos se convirtió en un símbolo. Trabajando a destajo, con una explosividad portentosa y un fútbol tremendamente eficaz, Cejudo resultó clave en el desenlace de la temporada. Un gol suyo a un Villarreal de Champions en la última jornada sirvió para sellar la permanencia de Osasuna en Primera.
Desde entonces, su peso en el equipo ha ido creciendo. Mendilíbar le ha utilizado como eje en el centro del campo, aprovechando su buena llegada y su facilidad tanto para el gol como para el pase (32 partidos, 4 goles y 8 asistencias en la Liga 11-12; 30, 3 y 6 en la Liga 12-13). Hace dos cursos, Osasuna consiguió su segunda mejor clasificación -quedó 4º en la 05-06 y fue a la Champions- en la última década: un séptimo puesto, a un punto de las competiciones europeas. En la más reciente, volvió a resultar desequilibrante: marcó un gol ante el Sevilla que sirvió para que los pamplonicas certificaran su continuidad entre los mejores. El chico de Puente Genil que llegó para sustituir a Juanfran es un ídolo en El Tajonar. A los 29 años afronta su última temporada de contrato en Osasuna. En junio del próximo año quedará libre. ¿A dónde irá entonces? Síganle la pista.
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