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Brillo en la mirada

Rafael Ávalos

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Córdoba disfruta de un intenso Martes Santo en el que completan, con elegancia y orden, cinco cofradías | La jornada comenzó media hora después de lo previsto y la hermandad Universitaria decidió no salir

Los ojos. Cuentan que son el espejo del alma, que muestran a la persona. Debe ser verdad, pues en ocasiones reflejan a la perfección el ánimo. También las emociones. Su brillo es diferente unas veces a otras. Está el que delata tristeza. El brillo acuoso. Y el que resplandece, el de la alegría. La lluvia y el sol. En la mirada. Como la de aquel nazareno que sonríe, en el interior del templo, en la íntima compañía de sus hermanos que lo son. Como la de ese costalero, que termina de fajarse al tiempo que piensa en el instante en que comenzará a ser los pies de su titular. El sol está en cada mirada de los fieles y cofrades que reciben la noticia que desean. El sol llega en un Martes Santo pleno de intensidad, aunque no redondo. Cinco hermandades salieron a la calle tras dos días de sabor amargo y una, la Universitaria, decidió no realizar su estación de penitencia. Las previsiones eran favorables, pero apagaban de manera definitiva una ligera incertidumbre.

Campanas. Son el sonido que todos quieren escuchar al comienzo. Porque con ellas viene la salida del Señor. Como Nuestro Padre Jesús Nazareno, que lo hizo minutos antes de las cinco. Algo más de media hora después de la hora a la que debía hacerlo la hermandad de la Santa Faz puso su Cruz de Guía en la calle. La corporación de La Trinidad, que inició su estación de penitencia por vez primera por la puerta principal de su templo, solicitó en primer lugar la media hora de cortesía y después decidió acudir al encuentro de Córdoba y de la Mezquita-Catedral. El sol brillaba en los ojos, aun con su dolor, de María Santísima de la Trinidad. La cofradía completó con elegancia y buen ritmo su jornada, del mismo modo que recorrieron la ciudad cuantas siguieron el camino que abrió.

Sólo unos minutos después, las campanas también anunciaban la salida desde María Auxiliadora de la hermandad del Prendimiento. A las puertas del Santuario, un gentío feliz se congregaba. Porque Córdoba se echó a la calle en lo que fue la imagen del sueño cumplido. El Señor del Prendimiento marchó sobre la canasta del nuevo paso de misterio, con la magnífica talla de su frontal y de la trasera. Si numerosas fueron las personas que aplaudieron en el inicio de su estación de penitencia, numerosas fueron las que acompañaron a la salesiana corporación en el regreso a su barrio y su templo. A lo largo del trayecto, la cofradía mostró ese sello tan suyo. Ese sello que hizo relucir el sol en la mirada de quienes observaban su paso por cada calle de la ciudad.

El retraso de media hora -unos minutos más- de las dos primeras hermandades llevó a que el resto también hubieran de iniciar su estación de penitencia también más tarde de lo previsto. La Agonía comenzó su largo recorrido hasta El Naranjo a las seis y cuarto. El cielo entonces se mostraba entreabierto, aunque no claro en su totalidad. Ése fue el motivo, y la incertidumbre que todavía pudiera haber de una inesperada aparición de la lluvia de la suspensión de la salida procesional de la Universitaria. La cofradía celebró un Vía Crucis en el interior de la Basílica del Juramento de San Rafael y después permitió a los cordobeses visitar y venerar a sus titulares. La noticia desde el barrio de San Lorenzo llegó instantes después de que el Cristo de la Agonía comenzara a recorrer el Patio de los Naranjos. Otro gran paso costalero en este caso, que había de terminar en su barrio ya en la madrugada del Miércoles Santo.

La madrugada, muy fresca, como la noche, la vivieron también en Capuchinos, con el regreso de la Sangre. La hermandad, que un año más se detuvo ante el Convento del Císter, en recuerdo de sus primeros pasos en dicho lugar, compartió con el resto de corporaciones su buen hacer. Sólo un ligero problema se apuntó en su estación de penitencia. Éste fue la dificultad que ocasionó en el transitar de la Reina de los Ángeles por la Judería. Concretamente en la calle Deanes, lo que hizo que el tiempo de espera se elevara a los veinte minutos. Superado el escollo, la cofradía continuó de manera lucida su trayecto, que concluyó por encima de las dos. Ya era Viernes Santo y aunque la luna coronaba el cielo cordobés, el sol todavía brillaba. Lo hacía en cada mirada. Siempre en la mirada.

Lució el sol en San Andrés. Campanas que trajeron consigo al Señor del Buen Suceso y a la Virgen de la Caridad. La imagen cumplió recientemente 25 años. Un cuarto de siglo de hechura y bendición. Y Córdoba estuvo junto a ella, que preside el cartel de la presente Semana Santa. La corporación de nazarenos de rojo sangre comenzó su trayecto minutos antes de la hora a la que, debido al retraso inicial, debía hacerlo. También lo permitía el buen ritmo que marcaban las demás hermandades. Su entrada se produjo cerca de las tres, cuando la noche era todavía más fresca. Si terminado el intenso Martes Santo llovió, no lo hizo antes de describir una jornada intensa. Una jornada en la que la ciudad, al fin este año, vibró con sus cofradías. Y la Mezquita-Catedral las acogió, como el Domingo de Ramos a la Borriquita y el Lunes Santo al Vía Crucis. Al cierre, el de cada cual, brillaron las miradas.

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