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La figura intermedia

Víctor Molino

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Hay una figura en las jornadas de huelga digna de análisis. Se trata de un perfil humano que no entra en las estadísticas. Que no se suma en la cuenta de los bandos (convocantes y Gobierno). Es un prototipo que, sin saberlo, decanta la balanza sin apenas tener las convicciones de que ejerce como tal.

Asumiendo que la pasada convocatoria huelguista ha generado controversias, como todas, se puede entender que para unos y para otros la huelga ha sido un fiasco. A pesar de la cantidad de personas que han hecho acto de presencia en las manifestaciones callejeras, realidad que evidencia un generalísimo descontento social con respecto a las políticas que se están llevando a cabo en nuestro país, el 14N no pasará a la historia de Córdoba como una jornada de carácter huelguista con mayúsculas.

A tenor de los datos que se manejan en la provincia en relación al desempleo; de la subida de impuestos llevada a efecto en general; de los innumerables descontentos que asolan la realidad de una de las provincias más ricas y, a su vez, más pobres de España; a tenor de esto y de otros muchos motivos (eminentemente, vinculados con la economía), digan lo que digan, las expectativas sindicales para dicha jornada no se han cubierto por mucho bombardeo de datos que ofrezcan las partes interesadas.

Una jornada de huelga, por obviedades para unos, no puede resultar exitosa cuando existen personas que se plantean aún en estos extremos coyunturales, si secundar o no dicha acción. Una jornada de huelga, para otros, puede no ser un éxito cuando la mayor parte de la población opta por el voto en blanco o por el voto negativo.

Y es que en las huelgas hay que caracterizar a tres tipos de perfiles. Por un lado, los que ejercen el derecho a hacerla, los que evitan secundarla y los obligados. De los primeros, apenas cabe objetar nada. La hacen y punto. Hay que respetarlos y, sobre todo, escucharlos, porque nadie toma una postura similar sin motivo. De los segundos, lo mismo. Y de los terceros... Ojo con ellos, porque, sin saberlo, pueden ser los verdaderos protagonistas y nadie parece tomarlos en cuenta.

Los obligados, los que hacen la huelga en blanco, están en ambos bandos. Por unos motivos o por otros, secundan la acción y, a su vez, la rechazan. A estos, ni les va, ni les viene. Les da igual. De un lado, están los que hacen huelga porque la hacen sus compañeros de trabajo, y de otro, los que no la hacen por el mismo motivo. Son la figura intermedia y de ella pocos hablan. Quizá porque no interesa, quizá porque no se sabe cómo contabilizarla, quizá porque a lo mejor se trata de una mayoría silenciosa que, por uno u otro motivo, pasa olímpicamente de la huelga.

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