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Importante y urgente

Fernando Lara

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El discurso sobre la sostenibilidad se ha convertido en algo habitual en las intervenciones de políticos, técnicos, profesores, tertulianos, y demás individuos a los que se nos permite, incluso nos pagan por ello, hablar en público. Da la impresión de que nos lo sabemos muy bien, y somos capaces de repetir generalidades sobre las tres esferas del desarrollo sostenible (económica, social y medio ambiental) en la intersección de las cuáles se sitúa lo que se ha acordado en definir como sostenible. Si alguna falla, y no llega a unirse a las otras dos, estaríamos hablando de otra cosa: de crecimiento con equidad, de habitabilidad, o de viabilidad. Tampoco se nos olvida la referencia a los tres ámbitos de la sostenibilidad, que son el global, el local y el personal. Al amparo de este planteamiento se hacen rankings de ciudades sostenibles (aunque en estas listas sólo se consideren algunas cuestiones ambientales), y nos enteramos que Córdoba es una de las ciudades mejor posicionadas en cuanto a consumo de energía eléctrica, pero en una situación bastante menos halagüeña en otros aspectos, como emisiones de CO2, movilidad, residuos generados por habitante, reciclaje y consumo de agua. Lo vemos, creo, como algo importante. Pero me temo que, a pesar de los discursos y las teorías, como siempre, lo urgente no deja tiempo para lo importante (mis fuentes atribuyen a Mafalda la autoría de esta afirmación), y no se presta la suficiente atención a cuestiones tan urgentes como importantes muy cercanas.

Córdoba tiene la suerte de estar casi metida en la sierra, espacio de gran belleza y valores naturales, paisajísticos y patrimoniales. Un lugar muy conocido es la zona del Arroyo Bejarano. Allí se encuentran restos arqueológicos e indicios de antiguas actividades mineras, agrícolas e industriales. Se trata, además, de un espacio de valor reconocido en términos de biodiversidad. Hace aproximadamente dos años se encontró paseando por la zona a una nueva especie de hormiga, a la que se ha llamado “Bejaraniensis”.  Y es un lugar frecuentado y disfrutado por muchos cordobeses. Pues bien, el Bejarano está en peligro. Entre otras cuestiones, la pérdida de caudal puede suponer en poco tiempo la desaparición del arroyo, y los olmos que acompañan al cauce padecen una epidemia de grafiosis. El problema es tan importante como urgente. Importante porque si no se actúa y se corrige, las consecuencias serán graves. Y urgente porque se acaba el tiempo para actuar. Lo se, la importancia es algo subjetivo, igual que lo es el valor en el análisis económico. Valoramos un bien por la capacidad que tiene para satisfacernos en algo, y utilizamos el precio como la referencia que, al compararla con el valor, nos ayuda a decidirnos sobre la oportunidad o no de adquirirlo. Los espacios naturales tienen valor, ¿alguien lo duda?, pero no hay una referencia clara que nos permita identificarlo con facilidad. La complejidad, o el desinterés, en tratar la biodiversidad como un sistema que proporciona valor, y que es indispensable para el desarrollo de las actividades del hombre, ha llevado a no tenerla en cuenta en los cálculos que las sociedades han hecho tradicionalmente para medir su nivel de bienestar y su progreso. Creo que de la importancia de los problemas ambientales de la sierra de Córdoba no hay muchas dudas, pero observo que la urgencia en resolverlos no es tal. Una campaña de voluntarios, en la que han participado muchas personas, ha plantado más de 1.600 árboles y semillas en la zona,  y han acudido a regarlos durante el verano. El Ministerio de Medio Ambiente y la Junta de Andalucía han financiado la actividad. Y como tantas cosas que aquí se hacen, la actuación de estos voluntarios y su especial dedicación servirán de muy poco si no se adoptan nuevas medidas.  Las vacas que por allí se mueven, y deben tener dueño, se están comiendo, literalmente, los árboles, invadiendo el dominio público hidráulico en el que se ha realizado la repoblación forestal financiada con dinero público (que es de todos, aunque alguien -de por aquí, creo- dijera que no era de nadie) y con gran esfuerzo privado (el de los voluntarios).

Y no se actúa, a pesar de las repetidas denuncias, me consta, que se han hecho. A los responsables, quienes sean, les debemos pedir que piensen en términos de sostenibilidad real, en la dimensión local de la misma, y que hagan algo ya. Es su obligación. Perder espacios como el referido es descapitalizarse, perder riqueza que no se recupera. El capital natural debe mantenerse constante a lo largo del tiempo, la biosfera es única e irrepetible, y los ecosistemas naturales ofrecen gratuitamente muchos servicios. La naturaleza es una cadena de producción que da mejores resultados cuando no falta ninguno de sus componentes, afirma Joaquín Araujo. Salvar el Bejarano, los muchos bejaranos que existen, es una inversión. De valor incalculable. Y tan urgente como importante.

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