La tercera cara del fútbol
Antes del pitido inicial, subrayar que no quiero entrar en debate ideológico, ni mirar absolutamente a ningún banquillo político. Partiendo de que soy generoso, en el sentido de que regalo francamente odio a todos aquellos partidos de centro, de izquierdas, de derechas, de los que debutan como extremos, de media punta, a todos los que temen perder votos por hacer las cosas bien… hoy hemos sido alineados para adoptar el rol que juega un árbitro de fútbol, que no es otro que el de notario,
y no el de juez, que es
distinto y que sería bueno que todo aficionado a este deporte fuese consciente de este matiz; importante matiz. Es decir, sólo y exclusivamente intentaremos describir qué le sucede a la sociedad y cómo se ve afectada por el fútbol, dejando constancia de ello. Ahora que son momentos propicios para saber qué equipos suben o bajan de categoría, que hay ligas que ya han acabado y otras que están a punto de hacerlo… veremos las caras del fútbol.
El fútbol tiene tres caras, y ustedes estarán pensando que cuáles son. La primera es aquella que se utiliza para identificarlo como
un deporte de masas, que despierta de manera abrumadora la ilusión de sus seguidores y levanta pasiones por doquier. Ésta la conocemos.
La segunda es la que se presenta como un juego para utilizarlo como instrumento de negocio, e incluso como arma política, desvirtuando la esencia del deporte rey, aunque quizás sea por eso por lo que se le ponga la corona.
Y la tercera cara es la encubierta, la que es difícil de detectar y de relacionar su vinculación con la segunda, de la que deriva. Básicamente es la que se escapa de los límites de la crítica y la que incita a gritar aquella frase de “esto no entra en cabeza de nadie”.
En fin, ya os adelanto que hay cosas que nunca llegaré a comprender:
Mientras unos se manifiestan y llenan las calles de gamberrismo, queman contenedores y desprenden violencia, según dicen, por amor a su equipo, esos mismos se hunden tocando el violín en otras situaciones en las que, aunque no a esos extremos, sí tendrían cabida y podrían justificarse esos comportamientos. Estos que se consideran futboleros, que visten camisetas con escudos estampados en el pecho, son los que ignoran que su propio ayuntamiento, en números rojos, es el que subvenciona a las empresas del fútbol, empresas que dicen representar a su ciudad. Esos son.
Y es que es muy placentero y dispara la alegría de los cuerpos el salir del campo con una sonrisa de oreja a oreja cuando gana tu equipo pero… ¿y luego qué? Qué irresponsable el que defienda que las gastronómicas deudas del fútbol son necesarias, ¿necesarias para quién, por favor? Despertemos. ¿Has pensado que a la larga pagarás la salvaje gestión de tu equipo, el despilfarro y la irresponsabilidad de los que lo han avalado con tu dinero? ¿Eso hace tu equipo? Aquel que te engaña sin tú saberlo, aquel al que sigues en los periódicos, aquel por el que eliges pagar una entrada en lugar de comprarle un libro a tu hijo para el colegio, ese es tu equipo, el mismo.
En fin, que la tercera cara, si todavía no ha quedado muy claro, es la que adormece al aficionado, al pueblo en general, pues el fútbol actúa como una droga que nos mantiene sedados, distraídos. He ahí las tres caras.
Sólo expresamos una evidente realidad que observamos día a día, más si cabe en los tiempos que corren. Tenemos sed de coherencia, aunque esto es algo difícil de explicar a algunos de nuestros políticos, de todos los bandos, que parecen haberse comprometido en ignorarlo… el sentido común.
Os habla un amante del fútbol que sueña con poder ver eliminados aquellos esperpentos de este deporte, muy absurdos y con mala traza. El fútbol, en ocasiones, nos mete un gol a todos.
José Antonio León LlorenteVilla del Río – Córdoba –
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