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La nueva pobreza

Alfonso Alba

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“Hoy, día de Reyes, he tenido que poner mi mejor sonrisa para que mis dos hijos, Carlos y Carmen, no detecten mi profunda tristeza. Gracias a la generosidad de mis vecinos y vecinas, han podido disfrutar de algunos pequeños juguetes. Las fuerzas me fallan y los recuerdos me ahogan la garganta, cuando pienso que mi marido ya no se encuentra entre nosotros. Hace apenas un año que decidió no seguir luchando. Recuerdo cuando nos casamos con las ilusiones típicas de cualquier pareja: una casa, hijos, coche, vacaciones…Nuestra situación económica era holgada y pudimos comprarnos un piso de tres dormitorios, y dos coches. En 2008 llegó nuestro primer hijo, Carlos, pero también los primeros problemas económicos. La empresa constructora, en la que mi marido Luis trabajaba como soldador, desde hace más de 10 años, quebró. Luis se quedó sin trabajo y sin indemnización. Yo seguía manteniendo mí puesto de administrativa en una promotora pero al año siguiente, al quedarme de nuevo embarazada de mi hija Carmen, me despidieron sin más. La acumulación mensual de facturas se convertía en un sufrimiento difícil de digerir. Luis entró en una profunda depresión, al verse hundido en un oscuro agujero colmado de deudas, problemas y frustración. No salía de casa y se pasaba las horas muertas ante el televisor. Las cosas empeoraron cuando se nos agotó la prestación por desempleo, y sólo nos manteníamos con 400€ de ayuda por hijo a cargo. No teníamos dinero ni para medicamentos.

Encontrar trabajo era tarea imposible. Tuve que aceptar trabajos sin contrato, jornadas agotadoras y sueldos indignos.

Los Servicios Sociales sólo nos informaron de los comedores sociales que existían en la zona para cubrir nuestras necesidades más básicas, pero nada más. Aunque me resistí, por vergüenza, tuve que acudir todos los días al banco de alimentos de mi ciudad para poder darle de comer a mis hijos. Mis padres, que sobrevivían con una ridícula pensión de jubilación de 600€, nos ayudaban como podían. Nos embargaron todos nuestros bienes y nuestros escasos ahorros, pero lo peor estaba por venir: la notificación judicial de desahucio. Nos daban un mes para salir de nuestra casa. Nuestras súplicas al director del banco y a la jueza fueron inútiles. Nada se podía hacer. Tres días antes de la ejecución de nuestro desahucio, y cuando regresaba de casa de mis padres, donde nos íbamos a mudar,

vislumbre a lo lejos una ambulancia y dos coches de policía en la puerta de mi bloque. Uno de ellos alzaba su mano hacia la ventana abierta de mi dormitorio. Cuando me acerqué, una enfermera cubría el cuerpo sin vida de mi marido, que yacía solo en el frío suelo de la acera. Sólo recuerdo meses y meses llorando sin parar y con la imagen de mi marido grabada para siempre en mi mente. Pero hoy

no me puedo permitir estar triste. Se lo debo a mis hijos y a toda la gente que me está ayudando a salir adelante. Hoy, a pesar de todo, seguiré luchando por darles una vida más digna y menos injusta que la que yo he vivido. Hoy quiero pensar que un

mundo mejor es posible“.

La historia de Laura y Luis es la historia real, cruda y dolorosa que viven millones de familias en la España de la “crisis”. Es la historia que se oculta detrás de los más de 10,5 millones de personas que se encuentran en riesgo de exclusión social y bajo el umbral de la pobreza en nuestro país. Una nueva pobreza alejada de los cánones tradicionales de personas sin techo que piden limosna en las aceras de nuestras ciudades. Una nueva pobreza más próxima a las realidades cotidianas que conocemos, y que afecta a nuestros vecino/as, a nuestros amigos/as, conocidos/as, hermanos/as…que o bien pierden su trabajo y llegan a situaciones en las que no tienen ningún apoyo social ni económico por parte de un Sistema Público de Servicios Sociales inexistente o bien trabajan en condiciones laborales precarias y con sueldos que no les permiten vivir dignamente.

Estas nuevas realidades de exclusión y desigualdad social no son fenómenos coyunturales que procedan exclusivamente de la crisis, sino estructurales, origen de las políticas sociales adoptadas, desde hace tiempo, por los últimos gobiernos que han optado por los recortes y la reducción progresiva del gasto social.

Reformas laborales que han incrementado la precariedad laboral, altos niveles de desempleo, la falta de distribución equitativa de la renta, desigualdades territoriales en protección social, el desmantelamiento de los servicios sociales comunitarios, las privatizaciones de servicios públicos esenciales, escasas prestaciones económicas de protección social, el hundimiento del sistema de dependencia, …son sólo algunos ejemplos que han provocado la nueva situación de emergencia social que está viviendo España, y que están sufriendo millones de familias españolas.

En este contexto, un nuevo modelo

de atención social, más universal, justo e igualitario es posible, y la sociedad civil debe tener un mayor peso en su diseño, organización y gestión. Es necesario desarrollar una protección y prevención social desde el fortalecimiento de los servicios sociales públicos, que facilite la promoción y el empoderamiento de las personas, para que no quede reducida a la gestión de prestaciones económicas, así como entender el gasto social como una inversión social que elimine las graves desigualdades existentes. En definitiva, políticas sociales que construyan una sociedad basada en derechos universales y no en privilegios individuales.

Susana Luque Guzmán

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